Si se hicieran dos filas para agrupar a los que están satisfechos o insatisfechos con el país que tenemos, yo estaría, sin dudas, en la primera como otros muchos. ¿Y usted, de qué lado estaría?
A esos muchos los veo, los siento, los oigo cada día en todos los rincones de la patria cuando muestran su dolor, su desesperación, su indefensión, sus privaciones, sus tragedias, su desencanto, sus demandas, su indignación, sus sueños truncados y su rebeldía.
Los veo, los siento y los oigo cuando se rebelan porque sus derechos les son violentados y avasallados, cuando gritan porque los hiere la desigualdad, cuando renuncian a sus sueños porque las oportunidades y las esperanzas fueron distribuidas “grado a grado”por los que construyeron el país que hoy tenemos sobre unos pilotes de repudiables egoísmos, favoritismos y privilegios para unos cuantos.
Sacudido por serios y profundos problemas económicos, por agobiantes crisis de la seguridad ciudadana, de la salud, de la justicia, de la soberanía alimentaria, de las oportunidades de trabajo para adultos y jóvenes. En esto han convertido esta tierra nuestra los políticos y los “gobernantes de prolongadas y bien recompensadas ambiciones”.
En esto lo han convertido a pesar de nosotros. En una “democracia folklorizada” que se pasea con falsa compostura por Davos, Venezuela, Chile, España, Francia, China y el Caribe pero que en casa “anda en chancletas” cuando niega el Estado de derecho, la participación y la deliberación pública, que es la esencia de la democracia y presupone la inclusión de todos en el debate político.
Nos han convertido en un país sin certezas y con grandes incertidumbres y temores en el presente y en el futuro. Nos han convertido en “un merengue triste”, en un paisaje con horizontes “violados” y confusos, en donde cada dominicano tiene sus sueños convertidos en “pájaros envejecidos y oscuros, con las pechugas palpitantes de haber volado mucho en un trozo de cielo muy pequeño”.
Pese a que para muchos resulta confortable y rentable el país que hoy tenemos. Somos más los que creemos y sentimos que esa “visión de país” no es la que soñamos, no es la que queremos, no es la que nos merecemos. ¡Y que hay que cambiarla!
Nos dirán que se está construyendo. Que ya existe “una estrategia nacional de desarrollo” como ruta de marca–país, pero que es más bien un proyecto concebido por unos pocos para la construcción de un país que, por derecho, debe ser de todos. Estrategia que habrá de revisarse y de sintonizarse con el sentir de todos, que habrá de convertirse en voz de todos, voz que unas veces será canto de alegría y, otras, grito de protesta.
No conformes con el país que nos han construido los “nuevos arquitectos” nacionales e internacionales que también diseñaron la indecorosa “plataforma” para hipotecarlo, habremos de buscar entre nosotros mismos la materia prima para construirlo de nuevo, aunque tengamos que arrebatárselo a los que se adueñaron de él “falsificando las escrituras”.
Para llevar adelante este desafío, toda la ciudadanía habrá de hacerse presente, “por invitación de nadie”, por invitación de su propia conciencia, de su decencia, de su dignidad, de su decoro y de sus derechos y deberes que le reconoce la Constitución. Y entonces, como una policromía de voces nacerán el “coraje y la canción” para construir el nuevo país de todos, que algunos han querido convertirlo en su finca privada o en reino de unos pocos.
De allí habrá de nacer una propuesta vigorosa e incluyente. Esto quiere decir que además de escuchar la voz de los “expertos” y de los políticos, habrá de ser escuchada necesariamente la voz de los sectores populares, de los desposeídos, de los marginados, pero no sólo como sujetos pasivos, sino como protagonistas en este “proceso de cambio de visión”, para que desde ahora puedan adueñarse del presente y, sobre todo, de su futuro.
De la misma manera, habrá que “despertar” esa materia prima que descansa en todas las organizaciones sociales, en las comunidades eclesiales de base y jerárquicas, de campesinos, de mujeres, de emigrantes, de ecologistas, de jóvenes, los jubilados, de artistas, de deportistas, de profesionales, de investigadores, de intelectuales, de comunicadores, de maestros, de las escuelas y de las universidades, de aquellos grupos que emprenden y producen riqueza en el país con sentido de justicia y equidad, empresarios y trabajadores comprometidos con la construcción un país diferente al que tenemos.
Defendamos con pasión y valentía la visión del país que queremos. Convirtamos al nuestro en un país digno, en donde nadie se sienta degradado. Hagamos posible que esto suceda. Estemos dispuestos a “llamarse a uno mismo” y a llamar a otros para deconstruirlo y volver a construirlo desde hoy mismo con los brazos y el corazón de todos. ¡Ojala que acudamos al llamado!
Estoy 100% de acuerdo con usted, pero el primer párrafo se presta a confusión. Debió decir: "...yo estaría, sin dudas, en la segunda como otros muchos", para referirse a los insatisfechos.
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