El otro día hablábamos de institucionalidad y pobreza. Hoy nos vamos a concentrar en el por qué nuestras instituciones no han funcionado como han sido diseñadas, es decir, la falta de institucionalidad.
Toda sociedad está sometida a fuerzas centrípetas y centrífugas. La descentralización es centrífuga. El presidencialismo autoritario es centrípeto.
La tendencia moderna se orienta a la centrifugación de la política, pero para ello se requieren controles que sancionen la corrupción, sistemas contables efectivos y un Poder Judicial independiente y eficaz.
Toda reforma crea “ganadores” y “perdedores”. En la lógica de la reforma se parte del hecho de que cuando una situación se mantiene por largo tiempo es porque genera suficientes ganadores. Esos ganadores son contratistas, los que no caen presos y tampoco hacen fila, en fin, los que se benefician del estado de cosas.
El cambio surge, según Coase, cuando las elites se dan cuenta que con el viejo sistema están dejando de ganar y quieren ampliar sus beneficios por vía del cambio.
Finalmente, es importante destacar que “las reformas deben encontrar su sentido en una sociedad que las vive y las siente y solo se vive y se siente aquello que tiene significado para la gente. Este significado se logra en los beneficios que brinde a los ciudadanos la operación diaria del sistema”.
¿Ha cambiado lo suficiente la mentalidad dominicana para reconocer la corrupción propia, o solamente admite la de los funcionarios? ¿Gana la gente con un cambio cultural hacia el cumplimiento de la ley, o prefiere continuar en la impunidad bajo el concepto de que “pendejo” es el que se deja agarrar? Por ahí debemos comenzar a analizar la oportunidad del cambio.
atejada@diariolibre.com
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