Huir no es fácil. Huyen los venezolanos del hambre y de la ineptitud de un gobierno que parece que no va a acabar nunca. Huyen los puertorriqueños de una tierra asolada por un huracán furioso. Huyen las empresas de Cataluña de la inseguridad jurídica provocada por el dislate y la irracionalidad de un parlamento en el que los golpistas no tienen ni la mitad de los votos de los ciudadanos, aunque tengan la mayoría de los escaños.
Huir no es lo mismo que escapar. Escapan los cubanos, que ya no resisten estar atrapados en el pasado y escapa una generación de jóvenes dominicanos bien preparados que aspiran a un mejor futuro que el que su país les ofrece en estos momentos.
Escapar tampoco es lo mismo que eludir. Eluden la discusión estéril los que borran de sus cuentas sociales a los “amigos” que con sus opiniones/insultos trazan líneas rojas. Eluden el cansancio de ser políticamente correctos los que asumen que todas las personas son respetables (en principio) pero no todas las ideas.
Eludir tampoco es lo mismo que zafarse. Zafarse es desentenderse, que en estos días es casi imposible porque todo parece conspirar contra la tranquilidad de espíritu. Los fenómenos naturales, el futuro, la velocidad de la tecnología y de los cambios sociales... todo a la vez conspirando a favor de las farmacéuticas y sus ansiolíticos.
Zafarse tampoco es abandonar. Abandonar es tirar la toalla, algo que simplemente no nos podemos dar el lujo de hacer. Así que ni huir, ni escapar, eludir, zafarse o abandonar. Aquí y ahora, allá y ahora toca aprender a elegir las batallas, librarlas con convicción e ignorar educadamente (si es posible) a todo el que conspire contra la felicidad, el sentido y el bien común.
IAizpun@diariolibre.com
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