El presidente de la Comisión de Efemérides Patrias, Juan Daniel Balcácer, defendió ayer la condición de héroe que dijo le corresponde al general vitalicio Antonio Imbert Barrera y aclaró que no es lo mismo que prócer.
En el panegírico al tiranicida expresó que muchos creen que para que la acción de un individuo trascienda y adquiera esa categoría es preciso observar un comportamiento ético y político homogéneo.
“También hay quienes piensan que el estatus de héroe solo se adquiere cuando se ofrenda la vida en aras de determinado ideal. Es una acción más bien propia de mártires”, sostuvo.
Indicó que desde tiempos muy remotos una de los razones esenciales para alcanzar esa estatura ha estado vinculada a que un individuo haya acometido con éxito una hazaña o proeza en beneficio del conjunto de la sociedad a la que pertenece.
Balcácer destacó que no fue el 30 de mayo la única demostración solidaria de Imbert Barrera con tentativas para derrocar a la dictadura.
Citó que en 1949, cuando la frustrada expedición de Luperón era el gobernador de Puerto Plata y salvó la vida de expedicionarios prisioneros tras remitirle un telegrama a la superioridad de que el expedicionario Horacio Julio Ornes Coiscou deseaba ver a Trujillo.
Su hermano, Segundo era mayor del Ejército y comandante de la plaza militar en la ciudad.
“Así, ese individuo se hace acreedor del reconocimiento y la admiración de la generalidad de sus coetáneos, de forma tal que tanto su nombre como su legado permanecen consagrados para siempre en el recuerdo colectivo y en los anales de la historia de un pueblo”, aseguró.
En las honras en la Catedral Primada de América, Balcácer expresó que Imbert Barrera desempeñó un rol de primer orden en la conspiración política que culminó aquella “noche luz” del 30 de mayo, como la llamó el arquitecto Antonio Ocaña, cuando “siete gladiadores de admirable valor espartano” enfrentaron a tiros al dictador Rafael Leónidas Trujillo y lo eliminaron físicamente.
Manifestó que después del tiranicidio, y ya libre el país de la familia Trujillo y de muchos de sus epígonos más connotados, Imbert Barrera participó en otros hechos trascendentales en el decurso de la construcción del sistema democrático en Santo Domingo.
Consideró, no obstante, que no era el momento apropiado para juzgar el conjunto de su accionar público desde el ajusticiamiento hasta la fecha, ya que esa tarea está reservada “al soberano del tribunal de la historia”.
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