Publicado el 08 de noviembre del 2015 - 12:00 am por José Rafael Sosa
El dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina pagaba altas sumas de dinero a compositores y escritores para crear merengue y obras literarias que elevaran su ego, a través de loas y adulaciones desenfrenadas.
También esas expresiones artísticas se usaron como mecanismo de ideologización en favor de su régimen.
La revelación se encuentra en el avance de investigación que desarrolla para un libro el musicólogo Darío Tejeda, para el Archivo General de la Nación y que que fue presentado en el marco de la II Feria del Libro de Historia, el sábado.
Tejeda dice que Trujillo validó el merengue, auspició bandas de música, contribuyó a crear medios radiales y televisivos, dotó las provincias de bandas de música como nunca antes, logró que figuras de categoría internacional interpretaran el ritmo, apoyó grabaciones, pagaba hasta 10 y 15 mil dólares a quienes le componían merengues en su honor (en un listado que abarca más de 200 piezas, muchas de ellas con considerable estructura profesional (como es el caso de Salve San Cristóbal).
Tejeda sostuvo que Trujillo concibió la música y el folklore como medios para “civilizar” a la sociedad dominicana siguiendo un paradigma hacia una nación homogénea; fue el principal fomentador de las prácticas musicales, y el gran promotor de planes, programas y acciones musicales, creó la plataforma jurídica del sector y estableció las instituciones musicales y un poderoso aparato comunicacional al cual vinculó la música popular, generando un consumo cultural masivo con apoyo estatal.
Dijo que el dictador produjo una negociación cultural con el sector música y folklore, logrando una relación de colaboración y complicidad del mismo con su régimen. Logró utilizar la música popular como uno de los principales dispositivos de difusión y propaganda del proyecto político-estatal a través de un cancionero trujillista y se apropió de las fiestas públicas y las puso al servicio del poder.
Fomentó una gran influencia latinoamericana en la música dominicana y prohibió mediante una ley los bailes de ascendencia haitiana y de raíces africanas. Resaltó que Trujillo interpretó con un sesgo hispanófilo la tradición musical dominicana reinventando el imaginario de identidad nacional.
Disertación brillante
Ante decenas de historiadores, músicos (que incluyeron a Crispín Fernández y Chuki Acosta), gestores de la música como Fernando Casado y Tommy García, Darío Tejeda citó las orquestas y agrupaciones que patrocinó el dictador: Súper Orquesta San José, Orquesta Angelita, la Orquesta de Salón Maestro Soler, Orquesta Maestro Ravelo, Orquesta de Cuerdas —del Night Club—, Orquesta La Voz Dominicana, Orquesta Típica de Danzones Orquesta La Melódica.
El investigador pudo recolectar información sobre otras agrupaciones musicales que aupó la dictadura: Conjunto Salovox y Cuerdas, Conjunto de Piano y Ritmo Arcoiris; los cuartetos: Típico Argentino (Los Morochos), el Cuarteto Flores y los tríos: Reynoso, San Rafael, Jaragua, Alegre Dominicano, Xochimilco, Juvenil Santos, Quisqueya, Radhamés, Los Romanceros del Trópico y el Azteca. En cuanto a los duetos, Trujillo apoyó al Dúo Hermanas Iludé y al Fellita y Colás.
Bondad con el arte
Darío Tejeda dijo que mientras Trujillo aplastaba con violencia criminal a sus opositores, incluyendo a grupos que lo habían apoyado en su camino hacia el poder, se mostraba generoso hacia los músicos, como un creador de empleos y proveedor de sus necesidades. “Así se creó en el sector la imagen de Trujillo y su régimen como “protector de las artes”, idea bajo la cual subyacía el mensaje de que antes de 1930 los músicos y artistas eran desamparados, “lo cual no era falso lamentablemente”, dijo.
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El marco legal
Una década después de estar en el poder, ya consolidado su dominio, el trujillato emprendió las más trascendentes tareas estatales en la esfera musical y sonora.
Sostiene que la historia del campo musical en República Dominicana puede dividirse en antes y después de los años 40.
La actividad musical oficial estaba adscrita al aparato de instrucción pública, en el cual se creó una pequeña rama de bellas artes desde antes de 1930. Para 1934 ya existía la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, pero no fue sino hasta 1940 que se creó la Dirección General de Bellas Artes (Ley no. 11 del 19 de julio de 1940).
A esa dirección le fueron adscritos las nuevas instituciones musicales públicas creadas a partir de ese año: el Conservatorio Nacional de Música, la Orquesta Sinfónica Nacional, la Escuela Elemental de Música, el Coro Nacional y una sección de folklore.
A estas instancias del Gobierno Central se sumaban las municipalidades, que atendían las academias y bandas de música municipales, encargadas de las retretas en los parques, y la instancia militar y policial, a la cual pertenecían las bandas de música militares.
Con tales acciones, dice, el trujillato se presentaba como el gran modernizador de la música y lo curioso es que no se puede decir que no lo era, ya que su imaginario tutelar lo conducía precisamente a eso, a conducir el sector musical hacia la modernización, como parte de su ideario civilizatorio capitalista.
La actividad musical oficial estaba adscrita al aparato de instrucción pública, en el cual se creó una pequeña rama de bellas artes desde antes de 1930. Para 1934 ya existía la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, pero no fue sino hasta 1940 que se creó la Dirección General de Bellas Artes (Ley no. 11 del 19 de julio de 1940).
A esta fueron adscritos las nuevas instituciones musicales públicas creadas a partir de ese año: el Conservatorio Nacional de Música, la Orquesta Sinfónica Nacional, la Escuela Elemental de Música, el Coro Nacional y una sección de folklore, a lo que se suma la creación de La Voz Dominicana, por parte de su hermano Petán Trujillo, que desarrollaba las famosas Semanas Aniversario.
El autor
Darío Tejeda, autor de la investigación en desarrollo es un musicólogo gestor de proyectos vinculados a la música del Caribe, en la calidad de director del Instituto de Estudios Caribeños, que organiza cada dos años junto al Centro León, Congreso Internacional Música, Identidad y Cultura en el Caribe.
Inició su incidencia en el mundo del estudio de la música popular, con el primer libro-biografía sobre Juan Luis Guerra, que resultó un éxito editorial por la compilación tan completa de documentación.
Tejeda dio sus primeros pasos de investigación en el Centro de Estudios Dominicano de la Educación, desde cuyo trabajo se ha especializado en los procesos de la música del Caribe.
Tejeda dio sus primeros pasos de investigación en el Centro de Estudios Dominicano de la Educación, desde cuyo trabajo se ha especializado en los procesos de la música del Caribe.
En la exposición de su avance de investigación deja ver que ha compilado información inédita y que la procesa de acuerdo con modernos criterios ensayísticos.
La II Feria Libro de Historia
La II Feria del Libro de Historia fue un acontecimiento durante la semana de programación, a la que se invitó a libreros sin costo de inscripción y con un trato exquisito, con la asistencia de un público profesional y de lectores interesados en la historia.
Un público no masivo, pero comprador y constante, a lo que se agregó un programa de presentaciones de libros de historia, conferencias y paneles seguidos por un auditorio que se llenaba en cada oportunidad.
Se consideró que el Archivo ha creado un estilo de feria pequeña y especializada sobre un tema de gran impacto: la historia.
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