Con el que se aprobó para el 2016, son nueve las veces, en los últimos once años, que el presupuesto público es deficitario, siete consecutivos. Para encontrar algo parecido habría que remontarse al origen de la República.
John Hogan, el primer agente norteamericano enviado al país por el gobierno de los Estados Unidos, reportó que, no obstante gastarse sobre el millón de dólares en la guerra con Haití en 1845, las finanzas del gobierno no parecían precarias, que con los ingresos ordinarios se había pagado el gasto total, incluyendo la deuda, excepto la flotante de $250,000 que no describió.
Que en condiciones normales las finanzas públicas debían cerrar con superávits de $371 mil, ya que para mantener equipado al ejército era suficiente gastar no más $100 mil. Pedro Santana había rechazado un préstamo por $1.5 millones de libras en noviembre de 1844, ofertado por capitalistas ingleses encabezados por Herman Hendrick.
En sus cálculos Hogan no consideró la intención de Pedro Santana de perpetuarse en el poder, se alternó con Buenaventura Báez durante 17 años, hasta que proclamó la anexión a España en marzo de 1861. Reprimió a opositores, fusiló entre otros a José Joaquín Puello (1847), con un alto costo para las finanzas públicas, gastó sin control.
La historia del desbalance fiscal comienza en 1846, Ricardo Miura, Secretario de Hacienda y Comercio, reportó un déficit de $538,238, por la compra de materiales para la guerra, los gastos habían aumentado a $1,196,096 y los ingresos ordinarios solo de $648,586.
Para financiar los déficits acumulados y seguir gastando, en 1847 Pedro Santana intenta endeudar la República en $100 o $150 mil pesos, encargó a Buenaventura Báez, quien estaba en Europa procurando que alguna capital interviniera en el conflicto con Haití. No logró el préstamo con Herman Hendrick ni con otros aventureros financistas.
Desde siempre han existido dos maneras de hacer el presupuesto público, aplicando discreción, libre elección del poder político de las decisiones de gastar e invertir, o siguiendo una regla fiscal que limite el uso de los recursos públicos. Con interrupciones, desde Pedro Santana hasta el 2015 los gobernantes han gastado más de lo ingresado al Fisco, del manejo estricto, en contadas ocasiones, al relajado la mayoría de las veces, de ahorro a desahorro público.
La discreción en el gasto explica la acumulación de deuda que no pudimos pagar, que comprometió la soberanía financiera y política de la República en diferentes fechas históricas. Es negativo el balance acumulado en los últimos veinte años, Leonel Fernández (1997-2000) tuvo superávits de RD$5,910 millones, lo mismo Hipólito Mejía (2001-2004) no obstante la quiebra de los bancos, cerró su gestión con un balance positivo acumulado de $6,246.7 millones. Los déficits y exceso de deuda se concentran en los últimos once años, Leonel Fernández (2005-2012) acumuló faltante por RD$358,638.3 millones y Danilo Medina (2013-2016) podría cerrar con RD$300,000 millones.
Hay que decirlo, pagamos la deuda con sacrificios y porque nos beneficiamos de la anormalidad del petróleo barato e intereses bajo, lo que de repente podría cambiar, sucedió en la década de los ochenta. Para evitar sorpresa y altos costos sociales, conviene llevarnos del consejo de John Hogan en 1845, condicionar el gasto total a los ingresos ordinarios.
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