México, tierra fértil para fugas espectaculares

Por Alejandro pohls / Publicado 02/08/2015
Una leve llovizna cubría la Ciudad de México. Corría el año de 1971, justamente el 18 de agosto, cuando cerca de las seis y media de la tarde se empezó a oír un ruido ensordecedor. Era la hora del descanso en el penal de Santa Martha Acatitla. Los reos miraban una película, mientras que el millonario Kaplan y su amigo, el venezolano Carlos Contreras, falsificador de dinero, aguardaban difuminados por la bruma del patio interior de la prisión: entre el velo de la neblina, apareció un helicóptero que hacía su descenso en el patio del reclusorio, para levantar a dos presos que esperaban ser rescatados.

En menos de diez segundos, Kaplan y su amigo subieron a la aeronave, tenía el aspecto y color parecido a los de la Procuraduría. Algunos guardias saludaron al piloto, pensando que se trataba de un operativo oficial más. Sin inmutarse, el piloto respondió con frialdad el saludo, con ademán militar. En segundos, despegaron de Santa Martha Acatitla; el piloto conducía la nave como solía hacerlo en Vietnam, volando a ras de tierra. Ningún radar lo detectó. Kaplan y Contreras llegaron sanos a sus países de origen.

El multimillonario norteamericano Joel David Kaplan estaba en prisión, sentenciado culpable por el asesinato de su socio Louis Vidal Jr., un hispano puertorriqueño que tenía un parentesco con Jacqueline Kennedy y con la acaudalada familia Gore de Tenneessi. Posteriormente, Al Gore fue vicepresidente de los Estados Unidos. El padre de Louis tenía una gran cercanía con Trujillo, dictador de la Dominicana. Describen a Louis Vidal Jr. como encantador, hacía dinero, gastaba dinero, tiraba dinero… Gustaba del buen whisky, de las mujeres hermosas, su especialidad eran las buenas relaciones y el fino cabildeo.

Joel David Kaplan y Louis Vidal Jr. eran hijos de los zares de la industria  azucarera del Caribe. Se conocieron debido a las actividades convergentes de sus padres. Los jóvenes se asociaron y constituyeron una empresa en la ciudad de Nueva York, dedicada a la venta de seguros para los campos azucareros y la compra de azúcar. Vidal, padre, tenía acceso sin restricciones a la Casa Blanca; el tío de Kaplan, otro millonario del negocio del azúcar, tenía además una organización filantrópica que utilizaba la CIA para mover fondos y agentes encubiertos a Centro América y el Caribe.

El 22 de junio de 1961, la Policía Federal encontró unas ropas ensangrentadas, en un paraje de la carretera México-Cuernavaca: en los bolsillos, una llave de la habitación del Hotel Continental Hilton y seis cheques a favor de Louis Vidal Jr. A los pocos días, el Servicio Secreto halló enterrado en una zanja un  cadáver desnudo de un hombre de aproximadamente 55 años. Demasiadas pistas.

Días después, éste fue identificado por una bailarina, su esposa, y la recamarera del hotel, como el cuerpo de Louis Vidal Jr. Había muerto de tres balazos en la cara; tan pronto terminaron la autopsia de ley, la mujer solicitó la cremación del cadáver y partió con las cenizas para Estados Unidos.

Posteriormente, a través de las declaraciones del botones, la recamarera y los registros de huéspedes, la policía pudo identificar a Kaplan como el supuesto asesino y a sus cómplices, pero ninguno de ellos estaba ya en suelo mexicano. Se localizó a Kaplan en España y la policía española hizo su parte: tiempo después, esposaban a Kaplan en el aeropuerto de la Ciudad de México.

Los cómplices de Kaplan fueron cayendo uno a uno: Petrushansky había realizado trabajos de contraespionaje para el Servicio Secreto de Israel. Earl Scott fue cazador de espías después de la Segunda Guerra Mundial. Parecía que todos los involucrados estuvieron inmiscuidos en trabajos de inteligencia o espionaje en algún momento de sus vidas.

No obstante, Kaplan se enfrentaría solo con la culpa. A pesar de que Petrushansky fue aprehendido en Estados Unidos, nunca se le obligó a presentarse en México. Y cuando Scott fue careado con Kaplan, éste manifestó sorprendido  que esa persona no era el auténtico Scott. Los testigos coincidieron en que no se trataba de la misma persona que acompañaba a Kaplan.

Asimismo, se hallaron más pertenencias de Vidal, pero nunca su pasaporte y el boleto de avión que lo regresaría a Nueva York, situación que extrañó a la policía. A pesar de la incertidumbre que rodeaba el crimen, Joel David Kaplan fue sentenciado a 27 años de cárcel. Kaplan nunca aceptó su culpabilidad.

Algo que no podía pasarse por alto fue que en el verano de 1960, en las oficinas de la Ciudad de México de la Sugar and Molasses Co., dos hombres bien vestidos se entrevistaron con Kaplan. Con el tiempo, siguieron más reuniones: le pidieron entregar algunos documentos diplomáticos en el Perú, porque ya no podían  hacerlo mediante la valija diplomática a la embajada.

Los enigmáticos personajes eran agentes cubanos del G-2. Pusieron en conocimiento de Kaplan que su socio Vidal hacía comercio con armas: las compraba en Estados Unidos, luego arribaban a Veracruz y de ahí se  entregaban en Guatemala, ocultas en los embarques de molasa. “Me pidieron que les informara cuándo proyectaba Vidal hacer más envíos”: Kaplan.

Una vez preso, Kaplan cayó en una profunda depresión. Y después de gastar casi un millón de dólares en abogados y litigios, la fuga se convirtió en su única salida, planeó varias pero se frustraban. Ahora, la fuga era su obsesión.

Tras la espectacular fuga, el helicóptero Bell 47 aterrizó en Actopan, Hidalgo, en una pista llanera, de donde minutos después despegaría una avioneta Cessna rumbo a Brownsville, Texas, llevando como pasajero a Joel David Kaplan. Su amigo de prisión, Carlos el falsificador, fue llevado a Guatemala, donde pasó de incógnito. Los periódicos ponderaban “La Fuga del Siglo”.

Víctor Velázquez, el afamado abogado que defendió a Kaplan, siempre sostuvo que el cadáver no era el de Louis Vidal Jr.: documentos oficiales atestiguaban que Vidal había cruzado la frontera mexicana para entrar a Guatemala… Además, dos importantes hombres de negocios de la ciudad de Nueva York, afirmaban haber hablado con Vidal el 14 de noviembre de 1961, con cuya voz estaban familiarizados, tres días después de su aparente muerte. Louis tenía 37 años y no 55, como habían determinado la edad del cadáver.

Kaplan se autodenominó perseguido político por sus nexos con Fidel Castro. Finalmente, nunca se supo de quién era el cadáver. Una hipótesis cobró fuerza: Louis Vidal Jr. habría servido a la CIA para el asesinato del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, gran amigo de su padre; por lo tanto, la CIA ayudó a Vidal a cambiar su identidad; para lograr lo anterior, era menester encontrar un responsable del supuesto cadáver de Vidal: Kaplan era el culpable ideal y a la vez impedirían también que siguiera colaborando con el G-2 cubano. 

Kaplan exclamó al llegar a Estados Unidos, cuando habló telefónicamente con sus familiares y amigos: “hubo poder y dinero para tenerme dentro de la cárcel; ¡pero, hubo aún más dinero y poder trabajando para sacarme de la cárcel!”. Nunca se volvió a saber algo de Kaplan o de su socio Louis Vidal Jr…

Pareciera que México es tierra ideal para fugas espectaculares… Finalmente, el jefe del Servicio Secreto mexicano comentó: “En este caso hubo mucho azúcar, mucho dinero, mucho alcohol y mucha CIA”. En aquel tiempo, la fuga generó burlas y críticas. ¿Qué habrá de mucho tras el espectacular escape del Chapo?

Fuente:

Periódico ABC, España