La bandera estadounidense volverá a ondear este viernes por primera vez en 54 años
SILVIA AYUSO Washington 13 AGO Cuba
Wayne Smith todavía recuerda, como si fuera ayer, su última imagen de la embajada de Estados Unidos en Cuba nada más cerrar sus puertas e4 de enero de 1961, unas 24 horas después de que Washington y La Habana anunciaran la ruptura de relaciones diplomáticas. A bordo del ferri que lo llevaría de vuelta a territorio estadounidense Smith, que había llegado en junio de 1958 para trabajar como tercer secretario de la embajada, lanzó una última mirada hacia el Malecón, al edificio de seis plantas desde donde vivió en primera línea los últimos estertores de la dictadura de Fulgencio Batista y los primeros años de la revolución de Fidel Castro.
“Mientras salíamos del puerto, miramos hacia el oeste y vimos cómo las luces de la embajada parpadeaban. Eran nuestros empleados locales diciéndonos adiós”, relata Smith (Texas, 1932) en conversación con EL PAÍS. En aquellos momentos, ni él ni probablemente nadie en La Habana o en Washington imaginaba que habrían de pasar 54 años para que la embajada estadounidense volviera a izar su bandera, como sucederá este viernes, cuando el secretario de Estado John Kerry acuda a reabrir la legación diplomática. “Creo que la mayoría pensábamos que estaríamos de vuelta en unos pocos años, tres, cuatro o cinco, eso era todo. Pero ¡50 años, por Dios!”, exclama el exdiplomático y profesor jubilado.
Y eso que Smith ha regresado en múltiples ocasiones a la isla. Fue uno de los primeros jefes de la Sección de Intereses de EE UU cuando el presidente Jimmy Carter intentó restablecer el diálogo con Cuba y, en 1977, negoció la apertura de una representación en La Habanabajo protección de Suiza, al igual que Cuba hizo en Washington. Para Smith, el círculo se cierra ahora con su participación en la ceremonia de reapertura de la embajada.
Allí estarán también, invitados por Kerry, los tres marines que arriaron por última vez la bandera estadounidense que ahora está a punto de volver a ondear.
Uno de ellos es James Tracy. El marine, que hoy tiene 78 años, llevaba solo seis meses destinado en La Habana cuando se rompieron relaciones y tuvo que salir precipitadamente de la isla. Antes, sin embargo, cumplió una última orden.
“Alrededor de las 17:00 del 4 de enero de 1961, el encargado de negocios ordenó a la Guardia de Seguridad de Marines que arriara la bandera estadounidense situada frente a la Embajada”, detallaba Tracy en un informe para el archivo histórico de la Marine Embassy Guard Association, que agrupa a exmarines emplazados en las embajadas de EE UU en todo el mundo. “Recuerdo pensar, mientras doblábamos la bandera, que la camisa tropical que vestíamos no podría parar una bala disparada por un francotirador”, anotó.
Pero sus temores eran infundados.
Fidel Castro había arengado a las multitudes dos días antes, cuando en un discurso clamó contra Washington y acusó a su Embajada en La Habana de ser un nido de espías. “La Revolución ha tenido mucha paciencia; la Revolución ha consentido que una plaga de agentes del servicio de inteligencia, disfrazados de funcionarios diplomáticos de la Embajada americana, haya estado aquí conspirando y promoviendo el terrorismo (…) tiene aquí más de 300 funcionarios, de los cuales el 80 % son espías”, bramó Castro.
“Si ellos quieren irse todos, entonces ¡que se vayan!”, les retó. Dos días más tarde, Tracy, Smith y el resto del personal de la Embajada trabajaban contrarreloj para empaquetar o destruir toda la documentación que no querían que acabara en manos cubanas. “Fueron momentos muy dramáticos”, recuerda medio siglo después Smith. El no pudo ver cómo Tracy y sus compañeros arriaban la bandera porque estaba dentro del edificio ultimando detalles de la partida mientras una guardia femenina enviada por Fidel Castro esperaba para escoltar a todo el personal americano hasta el puerto. “Según la prensa cubana, la milicia femenina estaba allí para protegernos de una turba indignada. Y sí, había muchos cubanos, cierto. Pero no estaban enfadados. Estaban intentando lograr un visado antes de que nos marcháramos”, cuenta entre risas.
El exdiplomático, que durante años ha abogado por un diálogo político con Cuba como el que ahora ha abierto el presidente Barack Obama, sabe que todavía queda mucho trabajo por delante para normalizar una relación durante tanto tiempo hostil. “Ahora tenemos relaciones diplomáticas y podemos empezar a hablar, pero tenemos todo tipo de problemas por resolver”, advierte. No obstante, eso llegará más tarde. Por lo pronto, Smith se apresta a vivir una vez más en primera línea este viernes lo que será, asegura, otro “momento histórico muy emocionante”.
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