Publicado por Luis Ayllón el ago 14, 2015
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Todo es histórico estos días en Cuba. Lo último, el izado de la bandera de Estados Unidos y la presencia de un secretario de Estado de ese país, 54 años después. Después del paso dado por Barack Obama y si, finalmente, se pone fin al embargo que tan pocos resultados políticos ha conseguido, las cosas no serán igual. O no deberían ser igual.
Si las cosas no comienzan a cambiar en Cuba, será la prueba de que Obama cometió un gran error. Y con él, todos los países que han optado por una nueva relación con el régimen de los Castro, entre ellos España. La lista de quienes quieren viajar a Cuba no hace más que engrosarse, hasta el punto de que las autoridades de ese país tienen problemas para cuadrar las agendas y dar a fecha a quienes desean viajar allí oficialmente. Salvo que se trate de Nicolás Maduro o Evo Morales, claro.
Lo cierto es que se han abierto grandes expectativas sobre el futuro de Cuba, especialmente por lo que respecta a la posibilidad de hacer negocios allí. Las reformas económicas emprendidas en la isla son todavía muy tibias y deberían ser más profundas. De lo contrario, muchos de los que ahora se interesan por lo que está cambiando allí, terminaran por retraerse.
Cuba necesita cambiar muchas cosas para salir adelante, tanto en lo económico como en lo político, y Raúl Castro es consciente de ello. Si será capaz de afrontar el reto es ya otra cuestión.
En cualquier caso, en estos momentos de cambio, no se puede olvidar a quienes durante tantas décadas vienen luchando por lograr mayores espacios de libertad en Cuba, sobre todo de quienes han soportado y siguen soportando la presión del poder en el interior del país. Muchos han vistocercenada sus vidas en las cárceles cubanas, han sufrido persecuciones y acosos continuos o han tenido que salir del país que aman, por no estar de acuerdo con quienes detentan el poder, por reclamar libertades democráticas.
No sería justo dejarles abandonados a su suerte. John Kerry dijo hoy queEstados Unidos seguirá exigiendo a Cuba que respete los derechos humanos y ha recibido a los disidentes, en un encuentro especial con ellos. Ojalá, por relevante que sea, no se quede en un mero gesto, que, por cierto, debería servir como ejemplo, a otros Gobiernos que, como el español, han evitado en los últimos años los encuentros con disidentes en La Habana, para no incomodar el régimen.
Los opositores a Castro necesitan el apoyo exterior, como lo tuvieron en España quienes se enfrentaron a la dictadura de Franco. Los Gobiernos democráticos han de favorecer que el país alcance un sistema de libertades y, los disidentes, por su parte, han de ser capaces de dejar de lado los personalismos y suspicacias que paralizan cualquier actuación eficaz.
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