Pomona, la viuda de este hombre de valor, fue víctima de tremenda persecución y odios por parte de la dictadura de Trujillo al llevarse a cabo el asesinato de Desiderio Arias, su esposo. Luego de aquello, el dictador se presentó en un yate en Montecristi y la mandó a buscar por medio de Isabel Mayer, pero Pomona le contestó: “No me humillo a él, pues la ofendida soy yo”. Entonces el dictador la visitó para que le vendiera la finca “El Tamarindo”, en Mao, la cual había sido de Desiderio Arias, su esposo. Ella se negó y para expropiar la finca, a esa mujer tan valiente la ubicaron en la granja San Rafael donde fue llevada con ametralladoras sobre el pecho por un grupo de militares. Trujillo quiso regalarle $300 dólares (dinero que en ese tiempo se usaba en RD), pero ella se negó a recibirlos. Se prohibió que le pasaran alimentos y para comprarlos tenía que hacerlo a escondidas a través de los patios y le mandó a decir a un Capitán: “Que me maten si quieren, me iré cuando pueda”. Después de pasar semanas con esa desastrosa presión, con la ayuda de Doña Leonor Almonte se pudo ir a Santiago donde permaneció varios años.
Ese gobierno le prohibió salir de Santiago, y allí, a medianoche, se presentaban militares tocándole su puerta, la cual ella no abría y a lo que respondía: “Yo no soy mujer de levantarme a medianoche, si me van a matar que sea de día, para que el pueblo lo sepa”. Después de algunos años pudo regresar a Montecristi, donde para sobrevivir, se dedicó a fabricar dulces de frutas, los cuales tenían una rápida venta por su gran calidad. Pomona está enterrada al lado de su esposo en el cementerio municipal de Montecristi. No tuvieron hijos.
Aunque Trujillo, al morir Desiderio Arias, a través de una proclama otorgó 48 horas para que sus seguidores se entregaran, garantizándoles la vida, apresó en la fortaleza San Luis, de Santiago, a las esposas e hijos de esos seguidores de Desiderio para presionarlos a que se entregaran. Muchos lo hicieron, pero otros optaron por cruzar la frontera y refugiarse en Haití. Trujillo luego sobornaría al Ministro de Interior de Haití para que esos exiliados fueran trasladados a áreas cercanas a la frontera, como Cabo Haitiano y Jeremie.
Con este artículo he sacado una parte de la historia dominicana del libro “Desiderio Arias y Trujillo se escriben”, donde Bernardo Vega nos abre el conocimiento de lo que fue nuestro país al principio de la dictadura y cómo fue su relación “con ese hombre de valor” y Pomona, su esposa, mujer que se comportó con mucho valor y mucha dignidad. Ojalá, este y otros tantos libros de investigación histórica sean leídos para que todos los ciudadanos sepan y entiendan por los pasos que dio el país y las circunstancias que se atravesaron, así como sus consecuencias hasta el día de hoy. La historia algunas veces no se repite pero, sin embargo, continúa teniendo sus dolores y sus amarguras. Hoy no hay dictadura, pero los políticos, muchos de ellos lo han olvidado todo o no conocen nada de nuestro pasado.
Moca, Provincia Espailla
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