Editorial del periodico el Caribe.
01/11/2012 12:00 AM - Redacción
De acuerdo al “Diccionario de sinónimos y antónimos del español
actual”, la dictadura tiene como sinónimos la autocracia, el
absolutismo, el totalitarismo y la tiranía. Identifica como su antónimo a
la democracia.
En la dictadura, el poder reside en un hombre, y su recua de colaboradores, que son quienes lo ayudan a conformar una pantomima que suelen definir como democracia, en este caso, un congreso y un poder judicial a imagen y semejanza del dictador.
La Constitución, en una dictadura, si bien existe como instrumento de legitimación, está subordinada a la voluntad del Supremo. Y así, las demás instituciones de ese sistema quedan bajo su supremacía. La escuela, las expresiones artísticas y culturales quedan subyugadas al imperio del hombre fuerte. Su predominio se impone con los aparatos represivos y su partido único.
(¡Ay de aquél que no portara la palmita!, sinónimo del carnet del Partido Dominicano durante la era de Rafael Trujillo Molina). Y así, en la dictadura, el jefe se convierte en un ser por encima de la misma Constitución que patrocina, las leyes que aprueba su congreso, la justicia que administra a su acomodo. La opresión impone el miedo. Su presencia es perceptible en todos los lugares, incluso, en las viviendas, en la intimidad del hogar. Queda entronizada en la familia. Por eso, era común encontrar en los frontales o interiores de las viviendas y bohíos durante la Era, un letrerito con la siguiente expresión: “En esta casa Trujillo es el jefe”. La dictadura pasó a ser sinónimo de trujillismo. El poder era omnímodo.
Por todo eso, constituye una osadía pretender que la tiranía o el trujillismo está permitido por mandato constitucional. La Constitución es portaestandarte de la democracia, negación de la dictadura. Un estado social de derecho reconoce las libertades y derechos ciudadanos, y obviamente niega la tiranía, el trujillismo.
De modo que invocar la Constitución para defender los “valores” de la dictadura es un cinismo sin nombre, que insulta la inteligencia y agrede el sentido de convivencia ciudadana. Es una afrenta. Ramfis Domínguez Trujillo ha ido demasiado lejos.
En la dictadura, el poder reside en un hombre, y su recua de colaboradores, que son quienes lo ayudan a conformar una pantomima que suelen definir como democracia, en este caso, un congreso y un poder judicial a imagen y semejanza del dictador.
La Constitución, en una dictadura, si bien existe como instrumento de legitimación, está subordinada a la voluntad del Supremo. Y así, las demás instituciones de ese sistema quedan bajo su supremacía. La escuela, las expresiones artísticas y culturales quedan subyugadas al imperio del hombre fuerte. Su predominio se impone con los aparatos represivos y su partido único.
(¡Ay de aquél que no portara la palmita!, sinónimo del carnet del Partido Dominicano durante la era de Rafael Trujillo Molina). Y así, en la dictadura, el jefe se convierte en un ser por encima de la misma Constitución que patrocina, las leyes que aprueba su congreso, la justicia que administra a su acomodo. La opresión impone el miedo. Su presencia es perceptible en todos los lugares, incluso, en las viviendas, en la intimidad del hogar. Queda entronizada en la familia. Por eso, era común encontrar en los frontales o interiores de las viviendas y bohíos durante la Era, un letrerito con la siguiente expresión: “En esta casa Trujillo es el jefe”. La dictadura pasó a ser sinónimo de trujillismo. El poder era omnímodo.
Por todo eso, constituye una osadía pretender que la tiranía o el trujillismo está permitido por mandato constitucional. La Constitución es portaestandarte de la democracia, negación de la dictadura. Un estado social de derecho reconoce las libertades y derechos ciudadanos, y obviamente niega la tiranía, el trujillismo.
De modo que invocar la Constitución para defender los “valores” de la dictadura es un cinismo sin nombre, que insulta la inteligencia y agrede el sentido de convivencia ciudadana. Es una afrenta. Ramfis Domínguez Trujillo ha ido demasiado lejos.
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