Lamentablemente para estas hermanas, compartían un sistema circulatorio, pero tenían sistemas nerviosos diferentes, lo que las convirtió en objetos ideales de estudio.
Las siamesas fueron llevadas al Instituto Pediátrico de Ciencias Médicas, donde el equipo de psicólogos de Anokhin realizaron experimentos con ellas por seis años.
Encerradas en una cuna en una sala vidriada al lado de un laboratorio, los científicos usaron a las siamesas para determinar el efecto del sistema circulatorio que compartían y el sistema nervioso (que no compartían) según la capacidad del cuerpo de regular la privación del sueño, hambre extrema y cambios de temperatura drásticos.
Fueron quemadas, congeladas, mantenido despiertas a la fuerza, privadas de comida, inyectadas con radioactivos y otras sustancias nocivas, y electrocutadas para evaluar sus reflejos condicionales.
En un experimento científico le clavaban agujas a una de las hermanas y evaluaban las reacciones de la otra; o lanzaban una en una bañera con agua helada y controlaban la temperatura de la otra.
No recibieron el amor ni el cariño que la mayoría de los niños tienen. Pero se tenían una a la otra. Las hermanas estaban unidas en la columna, en un ángulo de 180 grados y cada una tenía una pierna.
Entre las dos tenían cuatro brazos, un pequeño intestino separado pero compartían el mismo recto y colon. Tenían cuatro riñones pero sólo un bazo y un sistema reproductivo compartid0.
Cada una tenía su propio corazón y pulmones pero compartían el suministro de sangre. También tenían sistemas nerviosos separados, lo que implicaba que una podía enfermarse, y la otra no. En la niñez, sólo una contrajo sarampión.
En 1956 fueron transferidas al Instituto Central de Investigación Científica de Traumatología y Ortopedia donde les enseñaron a caminar y les dieron una educación elemental.
Las mantuvieron escondidas del público en un pabellón para niños por ocho años antes de trasladarlas a un internado para niños con dificultades motoras al sur de Rusia.
Al crecer desarrollaron diferentes personalidades.
Uno de los médicos que las conoció por muchos años dijo: “Era como si una fuera hija de campesinos y la otra, de profesores”.
Masha era dominante, encantadora, manipuladora y egocéntrica. Dasha era sumisa, silenciosa, buena y pensativa. Claramente, se amaban entre sí ferozmente”.
Dijo que cuando las conoció ellas no tenían idea del significado de ser “siamesas” y estaban seguras de que habían sido unidas, y no de que habían nacido así.
Juliet, que escribió una novela basada en la vida de las gemelas, dice que Dasha deseaba una vida normal, y que de niña se había enamorado de un niño. Pero su hermana no tenía interés en cambiar su vida y fumaba y leía revistas mientras que su hermana trabajaba en una tarea menor poniendo peras de succión en pipetas.
Cada semana las visitaba la tía “Nadya”, Nadezhda Gorokhova, su fisioterapeuta, que fue su amiga toda la vida.
En 1988 apelaron a un show de la televisión nacional, Vzglyad, para pedir que las liberaran de su cautiverio.
La apelación fue exitosa, y se mudaron a un Hogar para Veteranos del Trabajo, lo que mejoró notablemente sus condiciones de vida y les trajo lujos por como una televisión, una computadora Atari,un reproductor de música y una computadora, resultado de donaciones.
Mientras los procedimientos quirúrgicos avanzaban, muchos médicos les ofrecieron separarlas, pero ellas se negaron.
El 17 de abril de 2003, Masha murió de un ataque cardíaco. Dasha se negó a ser separada.
Dasha fue hospitalizada por los componentes tóxicos en la sangre del cuerpo en descomposición de su hermana.
Al momento de su deceso, fueron las hermanas siamesas que más años vivieron sin ser separadas en el mundo.
Juliet Butler dijo: “Dasha siempre soñaba con vivir en un mundo en que la gente con discapacidades visibles pasaran desapercibidas. Al contar su historia deseo traer a la sociedad tolerante un poco más cerca de la realidad”
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