Hay asuntos que, cada uno con sus matices, particularidades y claras diferencias, deberían ser objeto de un consenso social y político en la España de nuestros días, o en cualquier democracia. Pero en cambio, no pasa. Increíblemente, no pasa. Ni sucede con Venezuela, donde acontece lo que acontece, ni ocurre aún hoy en día con la figura de Francisco Franco, que fue lo que fue.
En el caso de Venezuela, se ha convertido en un objeto de controversia política, donde la izquierda más a la izquierda considera a Maduro un líder del pueblo que se defiende de una oposición antidemocrática que lo único que pretende es usurpar el poder de forma ruin a unos modestos bolivarianos que son la verdadera voz del pueblo. No hay más que leer las palabras de Vanessa Angustia, la senadora de En Marea por Pontevedra que asistió a la pantomima de votación de la Constituyente. Para ella, los muertos recaerán sobre las conciencias de los manifestantes e, incluso, según sus palabras, podría decirse que alguno de los muertos se lo buscó. «La jornada electoral arroja una cifra de 13 muertos, provocados por los guarimberos», dijo.
¿Y Franco? ¿Cuándo nos vamos a librar de su alargada sombra? La figura del dictador español no es para tomarla a broma. Causó un daño tremendo a este país. El suyo fue un régimen criminal e ilegítimo, que aplastó con puño de hierro cualquier disidencia. Y fue una dictadura que sumió a España en un retraso con respecto al resto del mundo desarrollado que aún hoy en día estamos pagando muy caro. ¿Por qué 42 años después de su muerte a cierta derecha (no precisamente residual) le cuesta desmarcarse definitivamente de todo lo que significó Francisco Franco?
Casi la mitad de los españoles no habían nacido cuando murió. Pero este país todavía no ha curado del todo sus heridas de la guerra. Y, en buena medida, se debe a la torpeza de un sector del PP al que le cuesta soltar amarras y que da alas a la izquierda para mantener viva la idea de un partido de corte fascista o que, cuando menos, simpatiza con el facherío del pasado.
Obviamente, el PP actual nada tiene que ver con el franquismo, pero parece perezoso a la hora de esforzarse para que no quede ninguna duda al respecto. La Guerra Civil y Franco jamás deben ser olvidados en España. Deben ocupar un lugar en la historia y servir de ejemplo de los graves errores que nunca más han de cometerse en este país. Pero que tanto tiempo después se siga hablando de la dictadura y del dictador y que sean parte de la agenda política, no es como para sentirse orgullosos.
Es deleznable el entusiasmo que nos encontramos en la izquierda española con el abuso de poder de Maduro en Venezuela. Y es inaceptable la tibieza en parte del PP a la hora de abordar los asuntos del franquismo. La democracia ha de ser ese punto de encuentro en el que confluyamos todos y que nos ayude a desenmascarar tanto a los franquistas como a personajes delirantes como Maduro. Si la democracia no vale para eso, seguiremos teniendo sobre nuestras cabezas la sombra del caos, la violencia y el adiós a la libertad.
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