Venezuela avanza a pasos agigantados hacia una dictadura. El fantasma de una guerra civil, de un enfrentamiento entre hermanos está lamentablemente más presente que nunca. El mundo entero reclama y algunos países y organismos internacionales actúan. Muchos son los que callan en un silencio vergonzante.
Podrían darse muchas explicaciones que intentaran justificar este avance peligroso del régimen de Nicolás Maduro hacia el autoritarismo, con asfixia a las libertades individuales y violaciones fragantes a los derechos humanos. Desde el punto de vista ideológico, el sucesor de Hugo Chávez podría estar dando un paso más hacia la instauración utópica del "socialismo del siglo XXI". Como lo indica la historia, en la Rusia convirtiéndose en Unión Soviética, en Europa del Este, en Vietnam, Corea del Norte y hasta en la propia Cuba, el camino siempre fue el mismo. Poco importaba cómo se llegaba al poder, si por un golpe, por una revolución, por la fuerza de los tanques rusos o por el voto popular.
En todos estos casos, al poco tiempo y para destruir a la sociedad liberal precedente y avanzar hacia la utopía socialista, se instauraba esta "dictadura del proletariado". Un período calificado de excepcional en donde en nombre del pueblo un grupo de elegidos endurecía métodos y procedimientos. El drama es que siempre esa excepcionalidad, esa supuesta transición, se convertía en un estado permanente. Así se consagraron en el poder algunos de los dictadores más sangrientos y autoritarios del siglo XX. Stalin en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Mao en China, Erich Honecker en Alemania del Este, Nicolae Ceaușescu en Rumania, los delirantes Kim en Corea del Norte y hasta los Castro en Cuba, son sólo pruebas de este destino inexorable. Tal vez el zarpazo de Maduro vaya en este sentido y sea una nueva versión caribeña de aquella película ya vista varias veces y en prácticamente todos los idiomas.
De ser así, menudo esfuerzo le espera al pueblo venezolano para tratar de seguir forzando la realidad en la búsqueda de algo que nunca se alcanza y que termina justificando las mayores atrocidades. A esta altura, un sacrificio algo extemporáneo y estéril si tenemos en cuenta la triste imagen de los revolucionarios con camisetas del Che y que cantando a Silvio Rodríguez mendigan por la instalación de hamburgueserías norteamericanas en las calles de La Habana. Tanta sangre derramada, tanta internacionalización de la revolución, tanto terrorismo exportado para terminar en este degradante y decadente final de escena.
También podría ser que el animal herido, para algunos de muerte, esté dando zarpazos desesperados. Jaqueado por la inflación, el desabastecimiento, los conflictos sociales, con un escuálido respaldo popular, con presos políticos en sus cárceles y poniendo en práctica una verdadera ocupación militar de ciudades, pueblos y calles, Maduro podría estar entrando en una fase terminal. En ese caso, hay que prestarle mucha atención a lo que hagan las diferentes facciones del régimen bolivariano y a si se evidencian fisuras en el hasta ahora monolítico respaldo del aparato militar, la única fuente real de poder que le queda al ex chofer de colectivos que sucediera a Chávez en lo alto del poder.
En los próximos días se irán revelando estas incógnitas y podremos ver cómo sigue esta tragedia. Historia que tiene como principal víctima a todo un pueblo hermano, que supo tener una democracia bastante consolidada y la renta per cápita más alta de toda la región. Todo eso fue, se lo llevó el viento de la revolución bolivariana.
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