Por Rocío Montes
Los fuegos artificiales que han explotado pasadas las ocho de la noche en el Estadio Nacional de Santiago, que se han podido observar y hasta escuchar desde diferentes lugares de la capital, han sido el corolario de una victoria futbolística esperada que a esta hora los chilenos festejan en las calles con una inédita alegría nacional. El triunfo de la selección en la Copa América, la mayor conquista deportiva de la historia de Chile,deja imágenes entrañables para muchas generaciones que hasta ahora se habían tenido que conformar con algunas discretas hazañas pasadas. La victoria de esta noche, por penales ante Argentina, de paso ha contribuido a cambiar la imagen del principal recinto deportivo de este país sudamericano. Si hace 41 años fue utilizado por la dictadura como uno de sus principales centro de detención del bando vencido, la izquierda de Salvador Allende, este 4 de julio se ha transformado en un símbolo de unión para un pueblo alegre que hace un paréntesis en sus conflictos políticos y sociales y, simplemente, celebra.
El jugador chileno Jean Beausejour lo ha explicado después del partido: "En un lugar donde hubo tanta tristeza y muerte, hoy le dimos una alegría a este pueblo".
La presidenta Michelle Bachelet, socialista, víctima en carne propia de las atrocidades del régimen de Augusto Pinochet, ha observado el partido en el mismo estadio, como lo hizo durante toda la Copa América cada vez que jugó Chile. Dieciséis meses después del golpe de Estado, en enero de 1975, a los 23 años fue detenida junto a su madre por la policía secreta del régimen. Durante ese mes las mujeres pasaron por Villa Grimaldi y Cuatro Álamos, dos centros de tortura comandados por la temida Dirección Nacional de Inteligencia (DINA) y, luego, tuvieron que partir al exilio durante cuatro años. Los abrazos que la mandataria ha repartido esta noche en el Estadio Nacional, luego del triunfo de la selección, son un buen síntoma de que Chile ha cambiado de época. Pese a que se vive una crisis política generalizada, la mayor desde el retorno a la democracia en 1990, las heridas profundas del pasado parecen lejanas y los nuevos problemas, menos graves.
La Comisión Nacional sobre prisión política y tortura, el Informe Valech, relata que el Estadio Nacional de Santiago sirvió como centro de detención entre septiembre y noviembre de 1973, en los meses inmediatamente posteriores al Golpe de Estado. El recinto estaba a cargo del Ejército y, de acuerdo a un informe de la Cruz Roja Internacional, el 22 de septiembre albergaba a unos 7.000 detenidos, entre los que había unos 300 extranjeros de diferentes nacionalidades. Los prisioneros eran ubicados en las gradas y sectores como el velódromo fueron utilizados por los militares como lugar de interrogatorios.
El Informe Valech indica que los detenidos recibían maltratos desde el momento en que ingresaban al Estadio Nacional y que, una vez eran registrados, se les ubicaba bajo la marquesina: “Posteriormente eran trasladados a los camarines, en donde pasaban las noches. Los pasillos de distribución se ordenaban a izquierda y derecha. Unos seis camarines fueron utilizados como celdas masivas. La primera sala del ala derecha fue utilizada como sala de interrogatorios y torturas. Las escaleras que daban a la cancha también servían como recinto de encierro. La vigilancia estaba a cargo de conscriptos que se ubicaban a cinco metros de cada puerta de los camarines. En cada entrada a los pasillos se había instalado una ametralladora punto cincuenta”.
En los camarines los detenidos estaban hacinados, sin abrigo ni condiciones higiénicas mínimas, incomunicados. Muchas de las prisioneras embarazadas sufrieron abortos producto de las torturas. Los hombres pasaban la mayor parte del día en las graderías del Estadio Nacional, el mismo lugar que esta noche ha albergado a miles de chilenos que portaban las 40.000 banderitas donadas por el excéntrico empresario Leonardo Farkas. Hace 41 años, un encapuchado se paseaba entre los detenidos, identificando a los que militaban en partidos de izquierda. En los interrogatorios se les infringía torturas como golpes de pies y puños, aplicación de electricidad, ahogamientos en estanques con agua y vejaciones sexuales, que eran presenciadas por otras víctimas. Los colgaban del techo, los quemaban con cigarrillos y sufrieron permanentes simulacros de fusilamiento.
“Fui obligado a jugar a la ruleta rusa, con una pistola apuntada en la sien”, contó a la Comisión Valech un hombre que estuvo detenido en septiembre de 1973. Una mujer que permaneció recluida en la misma época relató: “Estando embarazada fui torturada, violada y manoseada por un grupo de efectivos militares”.
Un hombre señaló que, en octubre, lo torturaron e interrogaron durante tres sesiones en los camarines y baños del velódromo del Nacional: “Estando con los ojos vendados, me golpeaban por todos lados, mientras me decían que no volvería a ver a mis hijos y esposa y que les harían daño sobre todo al menor, que tenía tres años. Estando de pie me pegaban al parecer con el dorso de la mano cortándome la respiración y haciéndome vomitar. Me pateaban estrellándome contra la muralla, haciéndome a veces sangrar de la nariz. Sentado me tocaban donde decían que me aplicarían corriente. Con tremendos golpes de mano me aplaudían los oídos”.
Se estima que cerca de 40.000 personas estuvieron prisioneras en el Estadio Nacional, que en 2003 fue declarado monumento histórico con siete espacios de protección especial para preservar la historia reciente. Esta noche, sin embargo, el recinto parece haber cambiado un poco de piel. El minuto de silencio que se realizó antes del partido en honor al piloto chileno Carlo de Gavardo, que falleció por la mañana a los 45 años por una parada cardiorrespiratoria, a esta hora se ha transformado en una algarabía insólita que hace predecir que esta noche de sábado será larga en Chile.
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