Juan Manuel Castulovich |
Por segunda vez nuestro país será anfitrión de una cumbre de los jefes de Estado y de Gobierno de las Américas. A la primera de ellas, en 1956, convocada para conmemorar el aniversario 130 del Congreso Anfictiónico de 1826, concurrieron 19 mandatarios, entre ellos, los dictadores de turno. Estuvieron invitados Fulgencio Batista, de Cuba; Pedro Aramburu, de Argentina; Alfredo Stroessner, de Paraguay; Marcos Pérez Jiménez, de Venezuela; Carlos Castillo Armas, de Guatemala; Anastasio Somoza, de Nicaragua; Héctor Trujillo (hermanísimo de Rafael), de República Dominicana; Manuel Odría, del Perú, y Gustavo Rojas Pinilla, de Colombia.
También estuvieron mandatarios que no eran dictadores: Adolfo Ruiz Cortines, de México; Juscelino Kubitschek, de Brasil; José Figueres, de Costa Rica; José Velasco Ibarra, de Ecuador; Carlos Ibáñez del Campo, de Chile; Alberto Zubiría, de Uruguay.
La estrella y el referente ideológico de la reunión fue el presidente Dwight Eisenhower, de Estados Unidos. Eran los tiempos de la Guerra Fría y en el mundo imperaba la confrontación entre anticomunistas y el bloque comunista, liderado por la Unión Soviética.
En una reunión como la de 1956, solamente de manera retórica se podía hablar de valores democráticos y de derechos humanos, pues esos temas no ocupaban un lugar de importancia en la agenda de la política exterior de Estados Unidos, nadie osó arriesgar.
Es llamativo que para la segunda ocasión en que nuestro país será anfitrión de una cita que congregará a los jefes de Estado y de Gobierno de las Américas también se hablará, retóricamente, como ocurrió en 1956, de los valores democráticos y de los derechos humanos. Nadie osará señalar con un dedo acusador a Venezuela y a Cuba, los países en los que se vulneran abiertamente.
En 1956, cuando tantos de los protagonistas eran los representantes de crueles y sanguinarias dictaduras, puede entenderse que temas tan vitales no fueran abordados; pero ¿cómo se explica que en el presente de América, cuando casi todos los países se precian de proclamarse de democracias, se haya impuesto una conspiración de silencios cómplices? ¿Cómo se le explicará a los hermanos venezolanos y cubanos, sojuzgados y perseguidos por sus gobiernos, que en una “cumbre de la equidad” ningún jefe de Estado o de Gobierno abogue por ellos?
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