La disidencia sexual durante el franquismo recibió un crudo castigo. Sin compasión. Una historia invisible, de dolor latente, que rescata el documentalBones of Contention. La película, de Andrea Weiss (Estados Unidos), es la primera que explora la memoria histórica bajo el prisma de la represión contra lesbianas y homosexuales, conectando estos hilos a través de la figura del poeta español más universal: Federico García Lorca.
Tras la guerra civil, miles de personas fueron perseguidas por su condición sexual, y Lorca es "el símbolo tanto para el movimiento de la memoria histórica como para el movimiento LGBT", dice la autora sobre su documental estrenado en la 67º edición del Festival Internacional de Cine de Berlín y ahora en el festival madrileño LesGaiCineMad 2017 antes de pasar por salas comerciales.
"Hasta 1985 en este país hubo represión contra los homosexuales", explica en la película el presidente de la Asociación de ex convictos sociales, Antoni Ruiz. Con este colectivo tratan de obtener reconocimiento para estas vidas LGTBI ocultas bajo Franco. El mismo objetivo que pretende el largometraje de no ficción de Andrea Weiss bajo el subtítulo Pero que todos sepan que no he muerto.
"A los homosexuales se le pasaban imágenes masculinas y se les daban descargas eléctricas, estímulos negativos, con la supuesta idea de que se rehabilitaran o curaran", reafirma en la cinta Silvia Reyes, artista de cabaret arrestada y encarcelada en numerosas ocasiones por ser una mujer transgénero.
Los 5000 "homosexuales" detenidos por Franco
Y todo con la fuerza de la ley en la mano. Como explica la activista feminista Empar Pineda, represaliada en la dictadura, la ampliación del 14 de julio de 1954 de la Ley de Vagos y Maleantes cita "a los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten a menores de edad, enfermos mentales o lisiados".
Durante el franquismo fueron detenidos "unos 5.000 homosexuales", cuenta Pineda en la presentación del trabajo en Madrid. "Pero nadie sabe cuántos tuvieron que exiliarse, se suicidaron o regresaron al armario", subraya. La influencia del régimen en la cotidianidad era absoluta. A los disidentes sexuales se les podía prohibir la residencia "en un determinado lugar o territorio" o quedar internados "en un establecimiento de trabajo o colonia agrícola".
"Las colonias agrícolas eran verdaderos campos de concentración" y trabajo forzado, recuerda la activista. Con episodios como la "tristemente famosa" narración de quienes pasaron por el centro de internamiento en Fuerteventura. "Eran objeto de todo tipo de vejaciones. Pasaban hambre y les daban la comida que enviaban sus familias cuando los alimentos ya estaban podridos. No fueron tratados como personas".
La represión de género, siempre, fue doble. "Las lesbianas no existíamos para el régimen, era impensable que una mujer pudiera tener sexo con otra mujer", describe Pineda. Era una represión sutil, invisible, sin referentes que canalicen una salida. Muchos preferían, apunta Silvia Reyes, "tener un hijo drogadicto, o un asesino".
La "despolitización consciente" de Lorca
La cineasta estadounidense Andrea Weiss entrelaza estos hilos memorialistas y de represión al colectivo LGTBI con Lorca, el poeta "asesinado por un escuadrón de fuego de la derecha en las primeras semanas de la Guerra Civil española". Alinea y zurce los trapos rotos de un país sembrado de olvido.
"Todavía hay aproximadamente 120.000 personas desaparecidas, enterradas en fosas comunes sin identificar en las cunetas de las carreteras españolas. Estos depósitos invisibles contienen las víctimas de los pelotones de fusilamiento de Franco", señala el documental. Y esto es "una metáfora adecuada para el enigma de la memoria histórica": ¿cómo hace España para excavar un pasado que está activamente reprimido?
"Lo que retrata Andrea Weiss es una enorme anomalía", afirmaba en la presentación el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y una de las voces del documental, Emilio Silva. Caso de la "despolitización consciente" de la figura de Federico García Lorca que critica como "una de las grandes victorias del franquismo".
"Cuando se comete un crimen, un familiar no puede decidir que no se investigue", continúa Silva. "Ni hoy ni ayer ni mañana, y buscar a Lorca y a los otros 114.226 civiles asesinados por el franquismo es un asunto de Estado y no la opinión de alguien". La propia sobrina del poeta y presidenta de la fundación a su nombre, Laura García Lorca, es una de las entrevistadas en la película junto a la escritora Isabel Franc o el poeta Fernando Valverde.
"A mucha gente se le destrozó la vida y tuvo que desaparecer", resume Emilio Silva. Y hasta que la desmemoria "no nos violente seguiremos siendo parte del franquismo cultural inoculado en este país, alguien nos ha educado para que todo esto no nos indigne". Porque "detrás de las fosas hay un manto de impunidad que atraviesa esta sociedad de cabo a rabo".
"Cuando vivía en Barcelona, a menudo paseaba por sus calles antiguas y un día tropecé con una manifestación política en la plaza Sant Jaume", relata Andrea Weiss en el material enviado a los medios que explica el proceso de creación de la película. La "multitud" clamaba por 'memoria histórica' y el reclamo "de lo que sucedió" hace décadas caló en la documentalista.
Y pensó "que la historia LGTB puede servir como un sitio de resistencia contra las narrativas oficiales". Por eso la película "tuvo que ir más allá de las lucha del movimiento de memoria histórica para obtener algún tipo de justicia para los desaparecidos".
Saber qué ocurrió a homosexuales y lesbianas bajo Franco, "y colocar esa historia firmemente en el contexto de la lucha más grande por los derechos humanos". Explorar los rincones borrados de la historia, alinear los caminos enmascarados de España. Como una forma de recordar todo aquello que escribía el propio Lorca: "un muerto en España está más vivo que un vivo en cualquier lugar del mundo".
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