Dr. Rafael Molina Morillo, director de El Día.
Como quien no quiere la cosa, hace ya más de cincuenta años que mataron a Trujillo. Poco a poco van cayendo en el olvido los pequeños detalles que caracterizaron aquella “era” de terror y de ridiculeces, y los más jóvenes nos escuchan incrédulos a nosotros los más viejos cuando les contamos en qué forma se vivía en aquel entonces.
La omisión se consideró una ofensa al dictador y una conspiración por parte de los asistentes al susodicho ágape, todos los cuales cayeron automáticamente en desgracia, perdieron sus empleos y fueron públicamente denostados. De ahí salió el refrán “Acuérdate del Matum”, que sirve para recordarle a alguien un detalle indispensable en una que otra actividad.
Los periodistas de entonces, por nuestra parte, nos regíamos forzosamente por un código no escrito o nomenclatura natural cada vez que nos teníamos que referir a las personalidades del régimen. Recuerdo algunas de las formas más usadas:
“Ilustre Generalísimo y Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva”. (También, en las inauguraciones, éstas se debían a la “mano taumaturga del ilustre Jefe”, y según fuera la ocasión, al tirano se le denominaba “Primer Maestro”, “Paladín del Anticomunismo en América”, “Benefactor de la Iglesia”…).
“La culta y distinguida Primera Dama de la República” era la esposa de Trujillo, María Martínez, y la madre del dictador era “La Excelsa Matrona”.
A Ramfis se le conocía como “El distinguido jurisconsulto y militar”, y a Hector B.Trujillo “El aventajado discípulo”.
Se me quedan en el tintero del olvido muchas otras expresiones clichés por el estilo, pero es bueno recordar ese pasado, para que ridiculeces como esas no se repitan en el presente ni en el futuro.
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