Por JOSE FLANDEZ
De acuerdo a su mas socorrida definición, el nacionalismo no es más que “el Apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece”. Esto no quiere decir que ese sentimiento de apego a nuestro terruño, nos deshumanice hasta el punto de convertirnos en unos fanáticos locos que en su supuesta defensa nos lleve a cometer demenciales crímenes de lesa humanidad como los cometidos por el sicópata criminal, ex dictador, Rafael Leónidas Trujillo Molina contra miles de haitianos y dominicanos.
Que se resalte un supuesto carácter nacionalista de un hombre, porque asesinó según versiones históricas, a 37,000 extranjeros, por un rencor histórico o por su negritud, debe crear en los seres humanos, en vez de entusiasmo, un fuerte sentimiento de repulsión y gran estupor. Proferir loas a un codicioso y corrupto dictador que cometió un genocidio de esa magnitud, lo que refleja en esas “personas” que las expresan, es que no poseen en su interior ningún asomo de humanidad y una ignorancia y tergiversación extremista de lo que es defender la nacionalidad.
Debería llenarnos de preocupación, el hecho de escuchar a algunos dominicanos, especialmente a los más desquiciados y a otros por fanática ignorancia, alabar el supuesto “nacionalismo y la gran obra de gobierno”, del que se hacía llamar mesiánicamente, “benefactor y padre de la patria nueva”.
Resulta repugnante e ingratamente sorprendente, que cuando el hijo de Angelita Trujillo, L. Ranfis Domínguez Trujillo, escribe un artículo en defensa abierta a la “obra” tiránica de su abuelo, se desate a opinar a su favor una extensa ola de comentaristas, y entusiasmados apologistas adeptos al temido troglodita y sanguinario dictador.
Así como esos fanáticos trujillistas hay “nacionalistas” –y hasta se dicen llamar “revolucionarios”–, que se complacen en alabar a Hitler, el enajenado dictador fascista, porque en su régimen genocida y totalitario quiso exterminar –y de hecho lo logró en gran medida–, con toda la comunidad judía residente en Alemania en esa aciaga y nefasta época. Llegando el degenerado criminal a torturar, humillar y asesinar, a 5 millones de israelíes.
Esta forma de pensar de muchos dominicanos, es una luz roja ignominiosa, que nos advierte, de que en el futuro el numero de personas con esos peligrosos sentimientos “nacionalistas”, pueda multiplicarse en términos geométricos. Y en consecuencias, crear una coyuntura funesta que permita la consumación ominosa de proyectos políticos, que den al traste con el ensayo democrático que, con aciertos y grandes defectos, el pueblo dominicano ha estado llevando a cabo después de la desaparición violenta y justiciera del innombrable tirano, que desgobernó durante 31 largos años de oprobio a la patria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón.
Sin embargo, lo expresado anteriormente, no significa, que no defendamos con energía nuestra soberanía nacional y que se apoye que extranjeros penetren al país de manera ilegal.
Es claro que somos una nación que no necesita mano de obra extranjera, ya que nuestra pequeña y pobre economía carece de las suficientes fuentes de empleos, para satisfacer las necesidades de nuestros nacionales. Por lo que sufrimos de un crónico y enorme desempleo que se ha incrementado, precisamente, por esa invasión de haitianos, que penetran como pedro por su casa, a través de nuestra desprotegida frontera, y se quedan anónimamente en nuestro país, consumiendo una parte importante de nuestro exiguo presupuesto nacional.
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