El general Horacio Vásquez fue el presidente más popular que tuvo el país. Sus parciales proclamaban "Horacio, o que entre el mar", significando que era el líder insustituible del país. Los más fervorosos lo llamaban "la virgen de La Altagracia con chiva", refiriéndose a su bien cuidada barba blanca. Horacio era alto y buen mozo. Un político curtido. Pero no tomaba decisiones. Todo lo dejaba al tiempo, y al designio de sus ministros, y se han documentado numerosas fortunas que surgieron a la sombra de las obras públicas y otros asuntos del Estado. Cometió dos errores graves en su administración del 1924-1928: intentó prorrogar su mandato, y no prestó atención a su "leal" jefe del ejército, Rafael Leónidas Trujillo Molina. Horacio fue elegido en 1924 por un período de cuatro años, pero sus parciales, haciendo una lata interpretación del mandato constitucional, pretendieron, y lograron prolongar el período hasta 1930. La historia es larga para contarla aquí. Eso dio motivo a las conspiraciones en las cuales el oscuro brigadier Trujillo encontró la ocasión para alzarse con el poder. Horacio tenía el capital político y la experiencia de mando, pero le faltaba decisión para enfrentar los problemas que se le acumularon al punto que se perdió el capital político, y la experiencia de mando le sirvió de poco. De paso, el partido Nacional de Horacio, el del vibrante gallo canelo de amplia cola, desapareció de la arena política. El resto es historia y lección para el presente.
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