Alberto Molina Flores
El Congreso de Nicaragua, controlado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), totalmente obsecuente con el Presidente Daniel Ortega, modificó la Constitución eliminando el límite a los períodos presidenciales, es decir, se aprobó la Presidencia vitalicia; la minoría parlamentaria, en la que se incluyen antiguos guerrilleros; ante la impotencia, la oposición alcanzó a denunciar que estos cambios ilegales e inmorales a la Constitución era “un traje a medida del dictador Ortega, que aspira a morir en el poder”.
La Iglesia de Nicaragua, coincidiendo con la minoría parlamentaria, sus autoridades, a través de un comunicado, expresaron que las medidas adoptadas por el Parlamento favorecen “el establecimiento y perpetuación de un poder absoluto a largo plazo”, ejercido por “una persona o un partido de forma dinástica”.
Tras el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza (Tachito) en 1979, Ortega y otros cinco miembros del Frente Sandinista formaron la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. En 1985 fue elegido Presidente, cargo que ejerció hasta 1990; intentó reelegirse, pero fue derrotado por Violeta Chamorro, esposa de Pedro Joaquín Chamorro, periodista asesinado durante la dictadura de Somoza; Chamorrro ocupó la presidencia de Nicaragua entre 1990 y 1997.
Ortega intentó llegar a la presidencia, representando al FSLN, durante las elecciones de 1996 y 2001, pero fue derrotado en las dos elecciones; sin embargo, en las elecciones de 2006 es elegido nuevamente, a pesar de que la Carta Magna solo contemplaba una reelección, y no para mandatos sucesivos; la Corte Suprema -integrada por magistrados sandinistas- falló a su favor en 2009, al aducir que la Constitución violaba sus derechos civiles. Aquella decisión le permitió presentar su candidatura en 2011 para ser reelegido en unos comicios calificados como fraudulentos.
Ortega no solo ha reformado la Constitución para perpetuarse en el poder y constituirse en el émulo de los Somoza; además, ha conseguido del Parlamento que a los militares se les permita tener responsabilidades en la vida política y económica del país; abriéndoles el camino para que intervengan en la redacción de leyes, que ocupen cargos civiles en el Gobierno, que ofrezcan servicios de seguridad a la empresa privada, etc.
La reelección indefinida para perpetuarse en el poder, es decir la presidencia vitalicia ya la ejercieron los Duvalier, Trujillo, los Somoza, los Castro, Stroessner, etc. Esta franquicia de los feroces dictadores está siendo practicada con todo el descaro en los países de la Alba.
Las sentencias de Juan Montalvo, cobran actualidad: “Todo tirano es mesiánico y el peor de los tiranos es quien se escuda en el escrutinio electoral”.
La Iglesia de Nicaragua, coincidiendo con la minoría parlamentaria, sus autoridades, a través de un comunicado, expresaron que las medidas adoptadas por el Parlamento favorecen “el establecimiento y perpetuación de un poder absoluto a largo plazo”, ejercido por “una persona o un partido de forma dinástica”.
Tras el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza (Tachito) en 1979, Ortega y otros cinco miembros del Frente Sandinista formaron la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. En 1985 fue elegido Presidente, cargo que ejerció hasta 1990; intentó reelegirse, pero fue derrotado por Violeta Chamorro, esposa de Pedro Joaquín Chamorro, periodista asesinado durante la dictadura de Somoza; Chamorrro ocupó la presidencia de Nicaragua entre 1990 y 1997.
Ortega intentó llegar a la presidencia, representando al FSLN, durante las elecciones de 1996 y 2001, pero fue derrotado en las dos elecciones; sin embargo, en las elecciones de 2006 es elegido nuevamente, a pesar de que la Carta Magna solo contemplaba una reelección, y no para mandatos sucesivos; la Corte Suprema -integrada por magistrados sandinistas- falló a su favor en 2009, al aducir que la Constitución violaba sus derechos civiles. Aquella decisión le permitió presentar su candidatura en 2011 para ser reelegido en unos comicios calificados como fraudulentos.
Ortega no solo ha reformado la Constitución para perpetuarse en el poder y constituirse en el émulo de los Somoza; además, ha conseguido del Parlamento que a los militares se les permita tener responsabilidades en la vida política y económica del país; abriéndoles el camino para que intervengan en la redacción de leyes, que ocupen cargos civiles en el Gobierno, que ofrezcan servicios de seguridad a la empresa privada, etc.
La reelección indefinida para perpetuarse en el poder, es decir la presidencia vitalicia ya la ejercieron los Duvalier, Trujillo, los Somoza, los Castro, Stroessner, etc. Esta franquicia de los feroces dictadores está siendo practicada con todo el descaro en los países de la Alba.
Las sentencias de Juan Montalvo, cobran actualidad: “Todo tirano es mesiánico y el peor de los tiranos es quien se escuda en el escrutinio electoral”.
Que se puede esperar de este discípulo de dictador, apadrinado por los asesinos Castro y su pandilla de ladrones. Los países del Alba se han convertido en cuevas de dictadores tapiñados.
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