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lunes, 7 de julio de 2014

Coronel Caamaño: Entre su ADN y la patología social


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Por 
j.gomez[@]hoy.com.do 
2:00 amPsiquiatra Jose Miguel  Gómez.
José Miguel Gómez.
Lo predecible políticamente es que las personas respondan a su ADN genético y a los hábitos que le refuerzan el placer y las satisfacciones de su “Yo” personal. Pero aquí, después del tiranicidio del jefe pasaron cosas bastante extrañas, diría poco explicable, pero al menos incongruentes con el estado ánimo de los cuarteles y de la política.
El primero que abortó su ADN fue el coronel Fernández Domínguez, el hijo de Ludovino Fernández, aquel hombre que le servía a la dictadura y a la oligarquía. “Coño, pero ese muchacho es uña y deo de nosotros, se decía por lo bajo en la guardia, lo formamos, le pusimos las botas y le enseñamos a marchar con el pie zurdo” -en la guardia de antes no se usaba la palabra Izquierdo-. El coronel Rafael con apenas 31 años organizaba el llamado Grupo Enriquillo para oponerse al golpe de Estado del profesor Juan Bosch. La guardia no entendía el proceso, decía “se le metió el diablo a ese coronel”, no podían entenderlo. Aquí, en la política y en la vida militar, hasta el 65 nadie negaba su ADN. El hijo del capitán Pedro Santana, Pedrito de Hincha, se portó como tal, defendió la causa, le sirvió a la colonia y anexó el país, pero no entregó la guardia a los liberales, “para que ahora vengan estos muchachos a pensar como comunista o pro-castristas coño”; “pero se van a joder, decían los viejos generales, lo siento por el general Ludovino”. El nieto de Silverio Váldez tampoco negó su ADN. “Trujillo Molina defendió su guardia y el poder para que ahora dos de sus costales salieran arrematao, coño”. Se refería a Ludovino Fernández y al viejo Fausto Caamaño; generales fieles y de armas a tomar para defender la dictadura, la oligarquía y el poder sin vacilaciones y sin pestañeo. Apenas pasaron los meses, y el domingo 25 de Abril de 1965 en horas de la tarde el otro hijo de un guardia de pura cepa tomaba el Puente Duarte. “El Coronel Francisco Alberto Caamaño Deño, no se podía creer, el hijo de Fausto, sangre de la guardia, el propio paquete arteria-venoso, el ADN de Fausto; el muchacho que había dado demostración de “lealtad, disciplina y cumplir con su deber como debe ser en los cuarteles coño”. Así hablaban Rivera Caminero, Milo Jiménez, Wessin y Wessin. “El Coronel Caamaño, el hijo de Fausto”. El mismo hombre negaba y abortaba su ADN. Los generales no sabían que el desapego, la crisis de los vínculos y la negación de la Identidad con la figura del padre se produjo años antes; cuando aquella media tarde sonó el disparo dentro de la propia casa de Fausto Caamaño, y uno de los suyos, con la propia pistola, se había quitado la vida, -aquel silencio prolongado- por las palabras que dijo, habían afectado al Hermano Francis, de temperamento colérico-saguíneo y de carácter decidido, fuerte, confrontativo”. El coronel de abril abortó su ADN; rompió con el entreguismo, la corrupción, el colonialismo y la complicidad de una sociedad que tradicionalmente irrespetaba las normas, la constitución y las leyes. Lo hicieron con Duarte, Espaillat, Hostos, Bíllini, Bosch, ect. Alguien tenía que romper con la patología, pero se había ocupado las calles sin suficientes armas, sin fuerza política organizada y sin una confrontación nacional que dispersara la guardia nacional y el ejército invasor.
El Coronel Caamaño Deño fue un hombre de carne, huesos y debilidades, pero fue noble en lo que asumió y defendió. Murió como mueren los Héroes: los que no negocian, ni claudican sus ideas, ni principios. La Patología Social Dominicana sabía que era de sangre caliente, que como el hurón entraría por su propio terreno. Allí los esperaron los mismos que pedían su ADN. Sólo se entendieron entre ellos. “Aquí no hay cárcel para ese hombre, carajo”, mientras golpeaba el escritorio de la centenaria caoba; debajo de la mesa, la niña Carmen, de 7 años, jugaba sin entender el discurso de la vieja guardia y de la patología. Al Coronel Caamaño hay que presérvale su ADN, su historia y su rostro. La derecha siempre lava sus trapos en la miel del poder. Los liberales siempre se arrancan la piel y se traicionan entre sí, para reproducir la patología social dominicana.

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