BARCELONA.
25/03/2018 05:00 PATRICIA GODOY
Cada día desde hace 42 años que murió, el dictador español Francisco Franco tiene flores frescas sobre su tumba. Los artífices de este particular “homenaje” cotidiano son los integrantes de la Fundación Francisco Franco que quieren demostrar que en España aún hay nostálgicos que no lo han olvidado.
El dictador está enterrado en el Valle de los Caídos, un conjunto monumental –con basílica, abadía y una cruz de 130 metros de altura– levantado en el Valle de Cuelgamuros, a 55 kilómetros de Madrid, y que fue construido en pleno franquismo para honrar a los que lucharon y murieron por el dictador durante la Guerra Civil.
La lápida del “generalísimo” está frente al altar mayor de la iglesia. Con menos honores yacen enterrados casi 34 mil cadáveres de combatientes de la guerra, que convierten este lugar en la mayor fosa común de España.
UNA HUELLA SIMBÓLICA
El Valle de los Caídos, para muchos una evidente exaltación del franquismo, es la mejor prueba de que la huella simbólica de la dictadura se resiste a abandonar España.
Es una cosa gravísima que las víctimas de la dictadura pagamos con nuestros impuestos la tumba del dictador, es totalmente anormal”, critica Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.
Este sociólogo y periodista conoce de cerca el sufrimiento que causó la dictadura y las terribles consecuencias que vivieron quienes estuvieron en el bando “de los vencidos”. Su abuelo, Emilio Silva Faba, no corrió con la misma suerte de Franco. A él, un maestro republicano que defendía la escuela pública y laica, nunca nadie le llevó flores. Durante décadas nadie supo dónde estaba su cuerpo después de que un grupo de la Falange española lo matara en octubre de 1936. En el año 2000 se encontraron sus restos en una cuenta de Priaranza del Bierzo, noroeste de España. El abuelo de Emilio Silva se convirtió en la primera víctima de la represión franquista identificada por una prueba de ADN.
Debido a esa experiencia tan cercana, Silva considera “un insulto a la víctimas” que en plena democracia siga habiendo en España espacios y edificios públicos “que homenajean al dictador”.
UNA LEY SIN CUMPLIR
El Valle de los Caídos es quizá el mayor símbolo de uno de los peores episodios de la historia de este país, pero no es el único. Muchos vestigios del franquismo (cruces, monumentos, placas, nombres de calles o escuelas) perviven a pesar de que desde hace 10 años existe una ley de Memoria Histórica que obliga a retirar todas aquellas insignias u objetos “de exaltación personal o colectiva de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.
En los primeros años de aplicación de esta normativa, con el socialista JoséLuis Rodríguez Zapatero en el gobierno, se retiraron de oficinas y edificios públicos más de tres mil vestigios de la dictadura. Pero el ritmo se ralentizó con la llegada del conservador Mariano Rajoy a la Moncloa.
Desde entonces, en gran medida, la erradicación de estos símbolos ha pasado a depender de la voluntad y el color político de ayuntamientos y comunidades autónomas.
SIN UN CENSO
¿Cuántos vestigios franquistas sobreviven? La respuesta a esta pregunta es hoy imposible de responder. No existe un censo oficial, y quienes se han dedicado a reclamar la retirada de la simbología franquista como Emilio Silva no son capaces de aventurar un número. “Hay cientos, miles”, calcula.
Lo que sí es cierto es que todavía hay calles y pueblos en España que se apellidan “del caudillo”. Es como si en Alemania –dice a Excélsior– hubiera un pueblo llamado ‘Múnich de Hitler’, pues aquí existen pueblos así”.
Lo que para Silva resulta más doloroso es aún hay escuelas con nombres de “criminales de guerra”. Según un cálculo hecho por el portal de noticia eldiario.es, en España existen más de 80 centros escolares con nombres relacionados con figuras de la dictadura franquista
Aunque la realidad muestra que hasta hoy la Ley de Memoria Histórica es papel mojado, cada vez más es posible ver casos en los que se intenta cumplir con esta normativa y retirar los vestigios franquistas. Una tarea, que en la mayoría de las ocasiones siempre viene acompañada de controversia.
UNA POLÉMICA CRUZ
El ejemplo más reciente ocurrió en la localidad valenciana Callosa de Segura cuando en diciembre pasado se intentó retirar de la plaza principal la llamada Cruz de los Caídos. El alcalde socialista Fran Macía quiso cumplir la ley y mandó retirar con una grúa el monumento que según dijo “exalta el fascismo y la Guerra Civil española”. Esto provocó el inmediato rechazo y movilización de una parte del pueblo.
Finalmente la polémica cruz franquista, cuyo pedestal llevaba escritos los nombres de 80 franquistas asesinados durante la guerra, fue retirada, pero el incidente demuestra las dificultades para aplicar esta norma. No siempre existe el consenso social.
La ley es para pueblos pequeños como para ciudades grandes. Yo puedo opinar contra una ley, pero estoy obligado a cumplirla”, expone el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.
SIN VOLUNTAD POLÍTICA
Emilio Silva cree que el principal obstáculo para la aplicación de esta normativa es “la falta de voluntad política”; ni el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la formación que impulsó la normativa, ni el Partido Popular (PP), han hecho nada para cumplirla. “Llevamos 40 años de democracia y no ha habido ningún gobierno que haya puesto todos los mecanismos que tiene el Estado para acabar con esa situación”, lamenta.
Para quienes se oponen a la desaparición de estos elementos con el argumento de que son –guste o no– historia, la catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona, Carme Molinero, argumenta que siempre es “necesario distinguir entre un monumento o símbolo que implica homenaje o reconocimiento público a uno que era una construcción que respondía a una finalidad concreta”.
Y añade que “una sociedad democrática no debería normalizar los referentes de las dictaduras y, por lo tanto, no debería mantener el homenaje a esos referentes, pero aclara que en el caso de que algunas construcciones se conserven para ayudar a explicar el pasado dictatorial deben ir acompañadas por la explicación necesaria para las nuevas generaciones”.
ORGANIZADORES DEL OLVIDO
A la pregunta de si cree que alcanzará a ver una España sin símbolos franquistas. Emilio Silva no duda: “eso acabará ocurriendo, está ocurriendo. Lo vemos todos los días en España, es un mecanismo que se ha puesto en marcha y que no va a parar”.
Silva es optimista, sí, pero reconoce que “hay fuertes resistencias”. Nunca olvida la frase del poeta argentino Juan Gelman, quien dijo que “después de los dictadores llegan los organizadores del olvido”. Pues contra esos “organizadores del olvido” luchan desde hace 18 años desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.
Además de recuperar decenas de restos de desaparecidos del franquismo, consiguieron lo que parecía imposible: romper el silencio. “Hace 20 años de este tema no se hablaba, era como si no hubiera ocurrido”, asegura. Ahora el objetivo apunta al Valle de los Caídos: “estoy convencido que Franco saldrá de ahí”.
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