Editorial Periódico Eljaya.com
El temor del dominicano común es la cada vez mayor cantidad de haitianos que entran y circulan por calles y veredas del país.
Para tranquilidad y sosiego de quienes se preocupan por este tema cabe afirmar que, la relación de República Dominicana con Haití la define muy bien la primera estrofa de la canción Ni contigo ni sin tí.
Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, contigo porque me mata sin ti porque yo me muero...
Quienes utilizan la mano de obra haitiana en el corte de caña, fincas agrícolas y en la industria de la construcción, entre otros sectores de la economía por ejemplo, no temen ni les preocupa la masiva entrada de haitianos a territorio dominicano porque los necesitan.
La incontrolada migración haitiana es un asunto político de exclusiva competencia del estado Dominicano. Es decir, sólo el gobierno de turno a través de los poderes que lo componen: Legislativo, Judicial y Ejecutivo puede frenar, limitar o erradicarla.
No olvidemos sin embargo que los compromisos de los políticos con los sectores que les financian la campaña para llegar al poder, determina la forma y niveles de tolerancia de cómo gobiernan.
En octubre de 1937 el dictador Rafael Leonidas Trujillo, ordenó a su ejército la Masacre del Perejil, un intento de erradicar la masiva población de origen haitiana que residía en República Dominicana.
Se estima que miles de personas murieron asesinadas con diferentes tipos de armas como pistolas, fusiles, escopetas, machetes, cuchillos y hachas; matanza que ejecutó con evidente propósito de hacer una limpieza étnica.
El holocausto haitiano fue responsabilidad de Trujillo, primera figura política y conductor del Estado Dominicano. Imagínese el repudio internacional que generó ese acontecimiento y el pago económico que tuvo que hacer al estado haitiano.
Un hecho inhumano y horroroso como ese no podrá cometer ni justificar ningún gobierno dominicano. Lo que sí debe y tiene que hacer es aplicar las leyes migratorias, es decir, poner en ejecución las normas que regulan la entrada y permanencia de extranjeros al país.
Por tanto resulta en vano todo empeño individual o de grupos de personas, preocuparse e intentar detener la caudalosa marea de migrantes al país sean estos haitianos, venezolanos, chinos o de otras nacionalidades.
Tenemos que decir que la migración como fenómeno social y humano la impulsan la necesidad, el derecho a la vida y la esperanza de mejorar las condiciones materiales.
Es entendible que los nativos de un país pobre siempre se arriesgan a alcanzar el territorio que le ofrezca mejores oportunidades.
Por ejemplo a los haitianos les resulta cómodo cruzar a República Dominicana, los nicaragüenses a Costa Rica, los mexicanos a Estados Unidos; los dominicanos a Puerto Rico y más reciente a Chile donde llegan en cifras cada vez más altas luego de riesgosas travesías pese a la enorme distancia que separa a República Dominicana de aquel país suramericano.
En razón de que el flujo migratorio de haitianos al país ha sido, es y será imparable, usando como único método apresar y deportarlos, EL JAYA cree que la decisión más inteligente y aconsejable es que a lo largo de la frontera el gobierno dominicano y los sectores privados dominicanos y haitianos inviertan y desarrollen proyectos agropecuarios e industr iales aprovechando los inmensos recursos existentes de tierras fértiles, agua potable abundante para reguío y la creciente población que deambula en busca de empleo.
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