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martes, 6 de marzo de 2018

Caricaturista de revista APSI: “Yo dibujé a Pinochet como lo que era: un asesino, feo, asqueroso”





"El Gato", ilustrador también en publicaciones como Cauce, La Bicicleta y Hoy, y creador del póster de "Los 100 huevones", nos cuenta detalles de su vida y cómo era dibujar al dictador chileno durante los oscuros años de su régimen.
Por Arnaldo Pérez Guerra
“El Gato” toda su vida ha hecho arte. Desde los diez años que quería ser arquitecto. Caricaturista en los 80, en plena dictadura, dibujó portadas de antología en las revistas Cauce y APSI que aún son recordadas, del mismo modo que su póster “Los 100 huevones”. A los 15 años empezó con la publicidad del cierre velcro y fue decorador de Fiorucci. En Barcelona, España, ha trabajado en diseño interior y gráfico, en concursos de mascotas con animación 3D, en pintura y comics… “Todo lo que tenga que ver con arte e ilustración”, nos dice.
Es una pregunta muy interesante, siempre los chilenos me la hacen, es como un tic chileno. Me río mucho cuando estoy en Barcelona, después de vivir ahí tanto tiempo. Hay gente que a veces me pregunta de qué barrio vienes, y yo les digo no sé, llegué el año 88 a España. Mi familia era del barrio Franklin, de San Miguel, por ahí, después yo me cambié al edificio de la Gárgola que ahora es un hotel cinco estrellas, que está en el barrio Lastarria. Después me fui a vivir a Dominica, en el barrio Bellavista. Los chilenos tienden a clasificarte, cuando vives en el extranjero te preguntan en qué barrio vives, cuando tú ya no eres de ninguna parte. Me considero ciudadano del mundo. Hace mucho tiempo que tengo dos pasaportes, pero me da igual eso. Yo quiero ser más siempre, hay que aspirar a ser más, no te puedes quedar en un rincón del planeta o haciendo determinadas cosas toda la vida.
– ¿En qué año te fuiste de Chile y por qué?
Me fui el 88, por varias razones. Una es que conocí a mi chica. Ella había vivido en España, en Suiza, y estábamos trabajando juntos, pero el índice de peligrosidad en esos momentos no era para estar en pareja, sobre todo después de haber hecho lo que hice: dibujar en las revistas Cauce, Humor de Hoy, APSI, La Bicicleta, habiendo dibujado a Pinochet muchas veces cada semana, cuatro portadas en revista Cauce. No era bueno tener una compañía al lado si había que arrancar rápido. Son cosas que te pone el destino y te hace cambiar el rumbo porque el peligro que tú pasas ya no es tuyo, es compartido, entonces era una situación muy desagradable. Chile era un país gris, acababa hace un par de años de egresar de Arquitectura y los primeros planos que tuve que hacer como arquitecto fueron los planos de la matanza de rodriguistas, la Operación Albania, que me pidió el director de aquella época de Cauce, Francisco Herreros. Tuve que dibujar los planos de la casa donde murieron en un supuesto enfrentamiento.
Lo que había era un Chile gris, opaco, que no tenía perspectivas y en el que además como artista no tenías ningún futuro cercano, se veían las cosas de otra manera. Entonces, opté por irme y alejarme de esos peligros, a buscar otras oportunidades y a no tener que vivir toda mi vida del cuento que dibujaba a Pinochet. Ahora lo cuento porque la gente me lo pide, pero he hecho otras cosas en Barcelona, he vivido en Francia y Holanda, he hecho muchas exposiciones de arte y pintura. Y he desarrollado muchas cosas que aquí no hubiese podido, incluso he descubierto mi vena fotográfica también. No me he quedado en el año 88 por suerte, pero todo es un granito de arena que contribuye a hacer una montaña.
– Mucha gente te recuerda por los dibujos en Cauce y APSI. ¿Cómo llegaste a ser caricaturista?
Es una historia larga y pretendo publicar un libro algún día, ya tengo diez capítulos. Desde chico hacía dibujos, caricaturas; incluso, al lado de mi casa llegó una vez un dibujante de Condorito y me enseñó a dibujar, me enseñó dibujos de Hanna-Barbera, cómo se hacían y todo. Y años antes, cuando yo tenía seis años, vi a la Reina Isabel pasar por la esquina de mi casa, estaba de visita en la época de Frei Montalva y fui a dibujarla a la casa, no sabía quién era, me llamó la atención por la pompa, no entendía lo que era un dictador o una persona con gran poder, pero obviamente que ya tenía interés por el dibujo.
Poco a poco, empecé a hacer chistes por todos lados, en el colegio. Con el tiempo, estudié Arquitectura, hice mis primeros trabajos de publicidad con 15 años, del cierre velcro que llegaba por primera vez a Chile, y así empecé a hacer caricaturas, de gente, de amigos, de profesores, me mandaban a todas las salas a dibujar anatomía y murales, la portada de la revista del colegio. Y al final, mis amigos de la universidad me dijeron: ‘date una vuelta que a lo mejor podrías dibujar, hacer chistes en APSI’. Me dieron los datos y llegué ahí, y con mucha suerte empecé a hacer algunos dibujos muy autocensurados al principio, lógicamente, porque nadie se atrevía a dibujar a Pinochet en caricaturas. Yo empecé a dibujarlo en el suplemento La Cacerola de Cauce. Porque bueno, sus dueños contaban con muchos abogados, se manejaban en tribunales, podían defenderte si te acusaban de injurias, pero aun así, por supuesto, como todo el mundo se podrá imaginar, la amenaza constante a los medios de comunicación no era por la vía legal, había lo que todo conocemos: tortura, secuestros, hostigamientos de todo tipo…
– ¿Fuiste amenazado en la universidad?
Sí, yo firmaba mis dibujos como ‘El Gato’, no salía mi nombre. Me amenazaron, pero no lo quiero decir de manera frívola, porque todo el mundo en aquella época lo pasó mal, peor que yo, le llegaron ostias, como se dice en España. Yo tuve la gran fortuna de que no me pasó nada, como muchos me salvé por los pelos. Me amenazaron con fotocopias en que salía un gato que era pisoteado por un militar, los panfletos estaban en los baños de la universidad, también recibía llamados telefónicos por las noches, etc. Yo tenía 25 años y no estaba muy consciente del peligro. En esa época, en la chuchoca en que uno estaba metido, no estaba pensando en otra cosa que luchar por hacer este país menos gris, menos triste, menos sufriente.
– ¿Por qué caricatura política?
Se me daba muy fácil y la caricatura política casi no existía, estaba completamente censurada, no daban permiso las mismas revistas porque sabían que se las podían cerrar. Cauce se atrevió y hubo cuatro números que salieron a los kioscos con mis dibujos en portada. Yo era muy cara de raja o muy inconsciente, porque en esa época estaba De la Barra, ‘El Reyecito’ que hacía Rufino, el Guille… dibujaban a Pinochet pero con mucho cuidado, de manera muy inocente. Yo en cambio lo dibujé como lo que era, un asesino, feo, asqueroso… El abogado me decía: ‘Cuidado, no le hagas las estrellas de militar porque ese es un motivo de injurias, que no se vea que es Pinochet’. Pero inevitablemente se veía. Dibujé a un campesino que estaba sembrando huesos en el campo, calaveras, con la cara de Pinochet. Incluso, creo que fui el único que llamó a un paro. Hice una portada donde el guardaespaldas que llevaba a Pinochet dice en el coche: ‘¿Paro, general?’, y se ve un letrero en la calle: ‘2 y 3 de julio’. O sea, era una imagen totalmente directa para llamar al paro. De otra manera no se podía, porque te metían en la cárcel. Esas son las ventajas del comic, puedes mostrar la realidad tal cual.
– ¿Sufriste querellas de fiscalías militares?
Sí, el entonces Procurador de la República, Ambrosio Rodríguez, una vez vio un dibujo que le hice. Estaba Pinochet revolviendo el caldero con forma de demonio y le decía Ambrosio, que era el abogado de casos de terrorismo: ‘no se preocupe jefecito, que yo lo defiendo aunque el Papa le haga un exorcismo’. Había visto la caricatura, obviamente era él, y le dio una advertencia al director de Cauce cuando se lo encontró en tribunales, imagínate… Las advertencias no solo eran de ese tipo. A veces nos llegaba una carta del general Gordon, firmada, diciendo que hasta cuándo estábamos dándole con todo en las informaciones y caricaturas; seguro que les molestaban. Pero claro, al mismo tiempo, eran válvulas de escape que la dictadura dejaba ser. Esa valvulita pequeñita la soltaba, pero luego iban y requisaban todas las revistas en los kioscos, en la imprenta, perseguían a los periodistas, a todo el mundo.
Complicada. Hay gente que sufrió, que lo pasó mal, secuestros, de todo. Puedo decir que no me puedo comparar con nadie. Yo me lo pasé bien, me reí, tomé un avión y me fui, cosa que mucha gente no pudo hacer.

LOS 100 HUEVONES Y ALGO MÁS

– Cuéntanos de tus caricaturas, ¿hiciste un libro?
Sí, un recopilatorio, a ver si alguna vez se puede reeditar, porque la gente se olvida. Imagínate que hice la primera caricatura de la Lucía Hiriart de Pinochet que se publicó. Incluí algunas caricaturas publicadas y otras inéditas. Un afiche de publicidad de Sernatur que decía: ‘visite Chile, atendido por sus propios dueños’, Pinochet y la Lucía, que estaba al interior de la revista, no aparece ningún otro dato, salvo las caras de los personajes. Otra en que está Pinochet en un laberinto, como si fuera el Laberinto de Creta, del Minotauro, y todos los casos de asesinatos que directamente van con una flecha hacia él: el caso Leighton, Tucapel, Prats, José Carrasco.
En esos tiempos había gente que aún dudaba de los crímenes de la dictadura. Incluso hice comics con Pinochet, Francisco Javier Cuadra, comics incipientes porque claramente Chile tenía una gran tradición de comics, pero el comic político se quedó en la época de la revista Topaze, en los años 50, 60. Yo retomé el comic político, pero más no se podía hacer, era imposible. Pero bueno, ahí quedó para la historia y alguna vez, a lo mejor, se puede rescatar. Ya se han hecho algunos pequeños resúmenes en exposiciones en el Museo de la Memoria… Yo he rescatado originales, los tengo guardados, los saqué del baúl de los recuerdos, y hoy tienen un valor incalculable. Incluso otras cosas, que ya forman parte de la cultura chilena, porque hay gente que no me conoce físicamente, que no me asociaba con esas caricaturas, o con el póster de los 100 huevones.
– ¿Lo hiciste tú también?
Con un colega de la universidad estábamos aburridos, cabreados. Yo iba mucho a visitar a Nicanor Parra a su casa, cuando nadie lo pescaba. Nicanor estaba aburrido en su casa de La Reina. Recuerdo que yo llegaba un fin de semana y me decía: ‘No te preocupes, que estoy solo, qué bien que hayas venido, acompáñame al supermercado’. Y yo me partía de risa con él analizando la cultura chilena. Y por ahí salieron dos cosas: un libro de poesía, La Gallina Clueca, que presenté en el Colegio de Arquitectos, y éste poster donde clasificamos gráficamente a los huevones. Y bueno, mi amigo no tenía mucho entusiasmo y al final me dejó a mí con todo el póster, lo pagué, lo imprimí y empecé a distribuirlo. Y fue muy divertido porque vendí doscientos, al final hice unos mil, y se vendían en el barrio Bellavista, y por todos lados. Hasta que me fui a España y todo el mundo me empezó a decir: ‘oye, tu póster lo he visto en Australia, en Suecia, está en las manifestaciones, han hecho huevitos, calcomanías, figuras, de todo’. Se transformó en un boom del diseño gráfico. En esa época lo único que había similar era una clasificación de Lucas, con palabras, modismos, de uso folklórico chileno, pero nunca nadie había cogido a los huevones y los había clasificado. Hice dos versiones, una segunda parte, porque había tantos…
– De esa época, ¿qué otros dibujantes recuerdas?
Guillo, Rufino, Hervi… Tuve la suerte de conocer a mis ídolos: Themo Lobos, que hacía Mampato. Aquel personaje misterioso que nunca supe -porque yo era muy niño- no me recuerdo el nombre, que fue un dibujante de Pepo, trabajaba con Pepo haciendo Condorito, y fue él quien me enseñó a dibujar a Condorito, quedó en mi historia, me influenció a dibujar y hacer comic. He recibido influencias de todo tipo. Después de vivir en Barcelona tanto tiempo, he recibido influencias a otro nivel, más universal. Tuve la suerte de conocer al secretario de (Salvador) Dalí, he estado de vacaciones en su casa.
Viví cerca de donde nació van Gogh, en la Villa de Zundert, me he empapado de los paisajes que vio van Gogh desde niño. Después me fui al sur de Francia. Salía al patio y tenía la villa de Lautrec, origen de la familia de Toulouse-Lautrec, entonces, esas experiencias también me han influenciado para seguir en pintura, hago una mezcla, es una arquitectura genética de edificios plantas, de edificios vegetales, que tienen un carácter gráfico que viene de la ilustración, del comic, y pasa por los paisajes de todo lo que te he nombrado; o sea, no me he quedado en la caricatura de Pinochet.
He hecho tres concursos de diseño de mascotas a nivel internacional. Uno no lo puedo nombrar porque lo tengo prohibido, me hicieron firmar un contrato tremendo y se reservan los derechos de eso; otro fue que me invitaron entre 17 personas a hacer el diseño de la mascota de la Expo 2000 en Hannover, Alemania. Ahí presenté un diseño en 3D, a muy buen nivel. Había gente que trabajaba con Steven Spielberg haciendo historieta, animación, de todo, gente de Japón. Yo era el único latinoamericano, y quedé por los pelos en el segundo lugar. Era un concurso bastante dirigido al señor que ganó el primer lugar… También he estado haciendo un concurso de diseño de mascotas en los Juegos Ecuestres Mundiales, llegué en cuarto lugar entre cien personas de todo el mundo. Descubrí la animación en 3D, que está relacionado con todo, con diseño gráfico, comic, con cine, publicidad.
– ¿Vienes a Chile de vacaciones?
Mi familia, casi a punta de pistola, me obligado a venir. He estado dos veces antes en Chile y he visto el proceso de decantación de este país. Cómo ha entrado el consumismo, cómo han llegado todos los males que sucedieron en España, y se repiten: drogas, delincuencia, corrupción, políticos mentirosos, etc.”.
– Viviste allanamientos en revista Cauce…
Sí, fue en calle Merced, fue la policía de Pinochet, la CNI o vete tú a saber. Mostraban un documento y empezaban a allanar… Yo estaba en la puerta de la revista, y creo que la policía se creyó que yo era el cabro de los mandados o el de la limpieza. Estaba leyendo el diario y debajo tenía todas las caricaturas de Pinochet para entregar ese día… Y bueno, pasaron olímpicamente de mí, se metieron a la oficina a registrar, a pedir documentación, no sé qué ni en qué andaban, quizás solamente era para molestar. La secretaria estaba frente a mí y me pasa una agenda con todas las direcciones y teléfonos de gente, de familiares de detenidos desaparecidos, de casos de todo tipo, me la tuve que meter debajo del abrigo y salir… Tomé el ascensor y salí a llamar a lo que en esa época era lo único que te salvaba, la Radio Cooperativa. Dieron la noticia en directo, ‘están allanando Revista Cauce en esos momentos’… para que se tomaran todas las medidas legales por si había detenidos o robo de documentación… Son gajes del oficio, pero como te decía, yo era muy joven entonces, y sigo siéndolo, pero de otra manera.

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