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lunes, 19 de marzo de 2018

Comentarios al libro de Angelita Trujillo (6)

Nemen Hazim Bassa

Nemen Hazim Bassa

Comentarios al capítulo VI del libro “Trujillo, mi padre en mis memorias”, de la madre de Rafael Dominguez Trujillo.  República Dominicana, CxA” 
Comentarios al capítulo VI
Este sexto capítulo de “Trujillo, mi padre en mis memorias” es uno de fiestas, reinados y actividades que rayan en lo indecoroso, ridículo y abusivo por la irrespetuosa forma como habla la autora -con lujo de detalles- acerca de sus vestimentas, joyas y regalos familiares de los que disponía para “honrar” las celebraciones o festividades de las que era objeto -o en las que participaba sin ser necesariamente “la atracción principal”-, realizadas con la frecuencia particular de las grandes monarquías europeas.
La insensibilidad mostrada, ante el derroche de recursos por parte de ella y de su familia, expone el desprecio y la burla a una sociedad esclavizada que era la que aportaba los mismos -con sudor y sangre- para esas grandes celebraciones. “Las empresas de mi papá, que con los años habían llegado a englobar un enorme Potosí”, son las palabras que encuentra para representar ese sudor y esa sangre. Esas empresas, de acuerdo a su apreciación, se habían convertido “en un acicate adicional para los opositores… se les hacía agua la boca, y les agitaba el morbo del asalto al poder a la usanza primitiva, ya que, en adición del asalto al poder, se alzarían también con las riquezas de mi padre” (Pág. 286, Cap. VI, 1ra Edición, 2009).
Trujillo había subyugado al pueblo y asesinado decenas de miles de seres humanos -dominicanos, haitianos, españoles, puertorriqueños, norteamericanos…-; se había alzado con toda la riqueza de la nación y Angelita sólo atina a decir que la misma provocaba en los opositores -a quienes “se les hacía agua la boca”- un “morbo” que estimulaba la toma del poder y propiciaba que se “alzaran” con ella. Su capacidad para mentir, fabular e invertir el orden de los acontecimientos es infinita; la descripción que da sobre los “criminales y morbosos opositores”, respecto a las intenciones de robarle a Trujillo “su riqueza”, es la misma conducta a la que apela para resaltar la celebración del veinticinco aniversario de la dictadura: “el hito histórico de haber sobrevivido mi papá, para plagar el país de obras…”.
Las patrias de Duarte y Louverture perdieron miles de sus hijos ante una dictadura sin ejemplo en la historia americana; dura e implacable, con el control absoluto de los poderes político, militar y económico, siendo decisivo este último para la permanencia en el poder por tan largo período de tiempo, y el que le confirió a Trujillo la categoría de empresario, convirtiéndolo en el propulsor del desarrollo capitalista en un país que venía transitando a través de la historia con un significativo atraso. Sembró la geografía nacional de terror, torturas, asesinatos y otras barbaridades que sirvieron para avasallar al pueblo y ponerlo al servicio del consorcio llamado “República Dominicana, CxA”.
Gracias al valor y al coraje de Amado García Guerrero, Juan Tomás Díaz, Antonio De la Maza y otros -valientes hijos de la patria que sacrificaron sus vidas en la proeza de arrebatársela al criminal y déspota de su padre-, pudo repetirse el “conchoprimismo” que alude, no ya “como un atentado de esa época” sino, como la expresión fiel de una gesta heroica que liberó al pueblo del “conchoprimo mayor”: el engendro que abortó la primera intervención norteamericana, con la que se pretende cerrar el período de los caciques que proliferaban en toda la geografía dominicana. (La época de conchoprimo es el período que va desde la muerte del presidente Mon Cáceres, en 1911, hasta la intervención norteamericana de 1916. Representa el generalato que proliferó en los alzamientos civiles, y el atraso político de los diversos “jefes” que, por regiones, controlaban el país).
Plagar el país de obras, y llevarlo a su lugar entre las naciones civilizadas”, es lo que la autora quiere proyectar como logro fundamental de su padre. “Era la exaltación de la Patria Nueva”, dice en la página 286. Encumbrar a Trujillo por haber iniciado el desarrollo capitalista, al margen de la represión y el terror con que ejerció su despiadada tiranía, es irrespetar la angustia y el dolor del pueblo dominicano. Su obra fue de importancia y el cambio a la situación de atraso total visible, pero donde pretende llevarnos discrepa, aún, de la realidad actual. Si en pleno final de la primera década del siglo XXI la miseria y la insuficiencia de desarrollo son manifestaciones fehacientes en la mayoría de las provincias, imaginemos lo que era el país en 1955 -hace 55 años-, con una pobreza 25 veces mayor a la de ahora; y no hablemos del “grado de civilización” al que supuestamente su padre lo llevó, “insertándolo en su lugar entre las naciones civilizadas”.
El ambiente en el que Angelita desarrolló la poca vida que hizo en República Dominicana tenía que circunscribirse a cuatro o cinco calles en la Capital y quizás dos o tres en Santiago; dudamos que haya pisado con sus propios pies la fértil tierra dominicana. Su vida transcurrió en barcos, yates, aviones, caballos, carros de lujo y alfombras rojas, desde donde todo se ve “color de rosa”. “Tal vez los que hayan vivido en el país su vida entera no se daban cuenta de esa miseria, pero nosotros, los que volvíamos del exilio y conocíamos Venezuela, México, Costa Rica –cualquier país de América, en fin- nos sentíamos espantados. En nuestra entrevista en Curazao, por el mes de agosto, Miolán me había dicho que me figurara lo peor, y todavía no llegaría a imaginarme cuánta hambre había en el país; y tuvo razón. La República se había quedado atrás no sólo los treinta y un años de la tiranía, sino muchos más. En varios aspectos se vivía en pleno siglo XIX, sólo que con los problemas del siglo XX: y según pude alcanzar a comprobar más tarde, había gente que vivía en el siglo XVIII” (Juan Bosch, Crisis de la democracia de América en la República Dominicana, Pág. 45, 1era Edición dominicana, 1991, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).
Esas palabras del profesor Bosch expresadas a su retorno a República Dominicana -después de un largo exilio- describen la verdadera situación del país, no “la Suiza” que se nos quiere mostrar. “Había gente que (en 1961) vivía en el siglo XVIII (1701-1800)”, dice Bosch, y todavía hoy -49 años después (al 2010)- hay personas, familias y pueblos enteros que viven en el siglo XVIII. Su padre plagó de obras el país y supo llevarlo a “su lugar entre las naciones civilizadas…“. ¡Cuánto descaro! (Paréntesis míos, NH).
Dentro de los tantos deslices que se encuentran en la obra hay una joya que ha sido institucionalizada de por vida en el ejercicio del poder –salvo los siete meses durante los cuales gobernó con pureza inmaculada el profesor Juan Bosch-, que en la actualidad ha alcanzado niveles alarmantes: el nombramiento en el exterior de amigos y allegados, sin la rendición de servicio alguno, con la finalidad de juntar familias, pagar favores o permitir el cuido o tutoría de alguien mediante la remuneración con fondos del erario. En su viaje a Estados Unidos, específicamente a Washington, para cursar estudios internos en un colegio privado, “mi papá habló con mi prima Ligia y le comunicó sus planes: que él quería que ella me acompañara durante mi jornada de estudios, y que con esa finalidad, el Doctor Ramón Bergés Santana, su esposo, sería nombrado Primer Secretario de la Embajada Dominicana en Washington, D.C., oportunidad que podía aprovechar el doctor Bergés, para hacer la especialidad de su agrado en un hospital…” de la capital norteamericana (Pág. 287). El desconocimiento de las normas más elementales del funcionamiento del Estado lleva a la autora a expresarse sin mostrar un mínimo de respeto por el pueblo dominicano. “Mi papá, generoso y previsor, encargó a mi prima para que abriera una cuenta de banco, que él se encargaría de mantenerle un balance, suficiente para que, durante mis salidas los fines de semana, o cualquier otra circunstancia, yo no careciera de las cosas que quisiera o necesitara. Y se lo enfatizó: que nada me faltara”. ¿Cómo podría faltarle algo a “La Princesa”, casi coronada reina, si su padre disponía, cuando le daba la gana y como le daba la gana, de los fondos del tesoro público?
En la página 288 retornamos al juego del tirano “fuera del poder” –según ella y los neotrujillistas que propagan esa teoría-, al señalar que “mi papá fue nombrado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario ‘at large’ y Representante de la República Dominicana ante la OEA”. O sea, El Generalísimo, Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, fue nombrado “Embajador Extraordinario y Plenipotenciario ‘at large’ y Representante de la República Dominicana ante la OEA, y nos preguntamos: ¿por quién? De todos es sabido que era el dueño absoluto de la República Dominicana. Se repite la irreverencia a sus compatriotas dominicanos y a los ciudadanos del mundo, que bien sabían que el Estado era propiedad de su padre.
En Estados Unidos, y con todos sus títulos, Trujillo “recibió una demostración de simpatía de dominicanos residentes en los Estados Unidos, entre los que figuraban ex combatientes de la Legión del Caribe, que llegaron a Washington para demostrarle su adhesión y simpatía” (Pág. 292). De nuevo estampa Angelita otra de sus mentiras al aludir una agrupación fantasma que sólo existió en la mente de los norteamericanos, quienes, confabulados con algunos dictadores del área -dentro de los que pudo estar Trujillo-, la concibieron para presionar los sectores de poder económico y comprometer sus fortunas con las tiranías por temor al supuesto despojo de sus riquezas. “En política: Teoría y Acción (número 44, página 27), dijimos que algunos periodistas norteamericanos convirtieron en Legión del Caribe el nombre de Legión Caribe, y explicamos que Horacio Julio Ornes le había puesto ese nombre al grupo de combatientes del levantamiento armado costarricense de 1948… y con esa denominación de Legión del Caribe ciertos periódicos de Estados Unidos hicieron mucha bulla a la vez que contribuían a fortalecer dictaduras repugnantes de las que por esos años había varias en la región del Caribe, porque ese nombre de una fuerza armada fantasmal que nunca tuvo existencia despertaba en los sectores derechistas de la región sombras horripilantes que dormían en los recuerdos de aquellos que habían conocido en la historia de nuestros países las hazañas feroces de la piratería” (Juan Bosch, 33 artículos de temas políticos/La Legión del Caribe, un fantasma de la historia, Pág. 244. Editora Alfa y Omega, 1era Edición, 1988, Santo Domingo, RD). En la página 245, aludiendo la no existencia de dicha Legión, Bosch manifiesta que, en relación con los archivos de los dictadores, “ojalá” aparezcan, “porque sólo así se sabría si la invención de ese fantasma fue o no un ardid para asustar a los núcleos de poder”.
Expresa Angelita que el Concordato -firmado por su padre el 15 de junio junto a “Monseñor Domenico Tardini, Prosecretario (Vicesecretario, NH) de Estado para Asuntos Extraordinarios”- establecía “la fe Católica como la religión oficial del Estado, y las enseñanzas en las escuelas públicas serían en lo adelante orientadas por los principios de la doctrina y moral cristianas, que hasta entonces habían sido fundamentalmente hostonianas” (sic). Este “contrato”, exclusivista e interesado, tenía la intención de limpiar la imagen de terror y represión del régimen, e instauraba la compra de la conciencia religiosa del país al entregar al catolicismo “los templos construidos por el gobierno. (Págs. 306-307).
Trujillo “quebró los resortes de la moral colectiva y destruyó la unidad familiar”, propiciando un ambiente de chismes e insultos que arropó todas las instituciones del país. “La Iglesia Católica no escapa a esa atmósfera; los sacerdotes truenan sus sermones en discursos políticos favorables al régimen, bajo las bóvedas de las iglesias… o sirven de emisarios diplomáticos encubiertos… (Además,) la escuela ha sido convertida en una agencia de propaganda trujillista… (en la que) los niños inician sus clases cantando un himno a Trujillo” (Juan Bosch, Póker de espanto en el Caribe, Págs. 67-68, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD. Paréntesis míos, NH). Las bóvedas bajo las cuales los sacerdotes expresaban los discursos de adhesión al régimen eran “los templos construidos por el gobierno” (que les fueron otorgados a la Iglesia por Trujillo); y las escuelas públicas, cuyas “enseñanzas serían orientadas por la doctrina y moral cristianas”, eran las agencias “de propaganda trujillista” que moldeaban la mentalidad de los niños con el culto a la personalidad y el endiosamiento al déspota y criminal.
El incremento de la represión y los asesinatos contra la juventud opositora al régimen llevaría a los líderes religiosos, seis años después, a expresarse con una responsabilidad que no exhibieron durante más de 20 años. [Los privilegios sobre otras iglesias, los vicios adquiridos -de políticos y militares- y la injerencia en asuntos de Estado que el Concordato engendró en la cúpula de la Iglesia Católica fueron anulados por la Constitución de 1963, generando una ola de acusaciones sobre el presidente Bosch (de comunista) y una sucia campaña en la que se adjudicaba al gobierno “actuar en contra de Dios y de la Iglesia”, que vio su punto culminante con el golpe de Estado que arrancó de raíz dicha Constitución, y a quien la hacía cumplir, el 25 de septiembre de ese mismo año].
El 12 de julio (de 1954, NH) mi papá fue informado de un lamentable hecho escenificado en la Embajada Dominicana en Londres… El Agregado Aéreo… Mayor Octavio de la Maza… disparó y asesinó al Sr. Luis Bernardino, Primer Secretario de nuestra sede Diplomática… El Mayor de la Maza fue enviado a la República Dominicana para ser juzgado. Hallado culpable, recibió condena de cárcel (sic)” (Pág. 309). Hasta aquí el austero relato de la autora sobre Octavio de la Maza. Los asesinatos de Jesús de Galíndez (profesor de la Universidad de Columbia, NY, y delegado del Gobierno Vasco en el exilio ante Estados Unidos -hizo su tesis doctoral en contra de Trujillo-) y Gerald Murphy (piloto norteamericano que trajo a Galíndez al país), ordenados por Trujillo, lo llevaron a ejecutar también a Octavio de la Maza (hermano de Antonio; ajusticiador del tirano y ¡HÉROE NACIONAL!), a quien se le acusó por la muerte de Murphy “porque era necesario convencer a los funcionarios de la Legación de Estados Unidos de que él y Murphy tuvieron diferencias provocadas por antagonismos en problemas de su trabajo pues los dos eran pilotos de la Compañía Dominicana de Aviación, y que esos antagonismos provocaron un enfrentamiento en el cual de la Maza resultó matador de Murphy, y arrepentido de haberle dado muerte a su compañero y amigo, de la Maza se suicidó ahorcándose en la celda de la prisión donde se le había encerrado” (Juan Bosch, Las dictaduras dominicanas, Págs. 178-179, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).
Según Euclides Gutiérrez Félix, en “Crónica del Presente” del 7 de junio de 2010, esos asesinatos provocaron que el instinto criminal de Trujillo comenzara a “perder el sentido de la prudencia que en sus reacciones siniestras le había acompañado durante más de 25 años al frente de los destinos del pueblo dominicano“. A Tavito -como le llamaban familiares y amigos- lo torturaron, simulando un suicidio por ahorcamiento, con la finalidad de “quitarse de encima la seria acusación y la investigación que con motivo de la muerte del piloto Gerald Murphy hacía el gobierno de los Estados Unidos” (Isabel Cristiana Rosario de la Maza, Academia de la Historia, 27 de mayo de 2009).
En este capítulo Angelita termina coronada reina, por lo que la “sangre azul que corre por sus venas” alcanza el esplendor máximo, y la tierra del país que nunca fue tocada por sus pies se postra ante el glamour desproporcionado que exhibe y publica en muchas de las páginas de esta siniestra obra, llena de fábulas y mentiras, que refleja como única verdad el derroche del dinero que sudaba y sangraba el pueblo (y que aún no acredita).
…Embargada por la emoción, pronuncié unas breves palabras de aceptación, y dándole las gracias por tan distinguida designación les dije: La Asamblea de todos los organismos de la Feria y fuerzas vivas del país en decisión libérrima y gentil han querido elevarme a la categoría de Reina de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. Yo acepto tan honrosa distinción abrumada por el agradecimiento. A todos les expreso mis gracias, emocionada desde lo más profundo de mi corazón” (Pág. 319). En este corto párrafo dice dos grandes mentiras: que la elevaron a la categoría de reina en “decisión libérrima y gentil”, y que tal coronación se da en la “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. No puede haber “decisión libérrima y gentil” en un país subyugado por el terror y la opresión, como tampoco puede haber simbolismo en una feria que se niega en sus orígenes, porque ni es de paz ni es de fraternidad; el “mundo libre” en que se desarrolló no existió nunca en los treinta y un años de “tiranía sin ejemplo” que ejerció su padre, que hizo de La Feria “un barril sin fondo, en términos de dinero, y, aunque nunca se hizo pública la suma invertida, se comentó que rondaba los 35 millones de pesos de esa época, cuando la moneda dominicana estaba a la par o algo más del valor del dólar” (Euclides Gutiérrez… Ibíd.).
El 20 de diciembre de 1955 Angelita Trujillo es entronizada. Para que el río retome su cauce le recordamos que “en los días de Trujillo… cuando un obrero pedía diez centavos de aumento en el jornal, se le mataba por comunista” (Crisis de la democracia de América…, Pág. 117); y que “Santo Domingo ha progresado, pero no como pueblo sino como empresa económica; no ha aumentado el número de hombres sino el de esclavos; no se ha extendido la cultura general sino el conocimiento indispensable para servir con eficiencia a la organización capitalista de Trujillo. El país se ve limpio, pero como propiedad privada, no como colectividad humana. El hombre es allí un bien semoviente del dueño de la nación como lo es la vaca; la vaca es enviada al matadero cuando el amo desea recibir beneficios… y el hombre es enviado al matadero cuando pone en peligro ese poder” (Juan Bosch, Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo, Pág. 160, 9na Edición, 2002, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

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