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Rafael Leonidas Trujillo nació, creció y se hizo hombre en medio de las precariedades propias de la pobreza cuando la sociedad dominicana era muy pobre. Las vueltas del destino lo convirtieron en el hombre más poderoso de su tiempo en el país, y más allá.
Sus vicios y taras morales lo llevaron a tiranizar, desde la vida pública, al pueblo dominicano. Sus hijos no escaparon a su influencia viciosa, de la que todavía hoy debemos lamentarnos quienes, sin haber vivido su era, reconocemos su marca en el autoritarismo, la necesidad del reconocimiento, de la loa desmesurada y de la apropiación por los particulares de la vida, los bienes y los espacios públicos.
A sus hijos, en medio del privilegio, les tocó también la de joderse o no haber nacido. El haberlos convertido en objeto de su delirio, en el juguete del que careció, malogró la personalidad de Ramfis, quien no fue el hijo del Presidente, sino el coronel de cinco años ante el cual se cuadraba un soldado de verdad; Angelita no fue la hija del Dictador, sino un juguete, una muñeca para adornarla con sus fantasías al punto de coronarla reina, con su corte incluida, en una ceremonia onerosa y ofensiva.
Uno de sus nietos, hijo de Angelita Primera, ha hecho pública su intención de ser Presidente. En esto es dominicano como el que más, aunque no haya nacido aquí.
Es este un vicio de nuestra naturaleza del que hablamos sin sonrojo, como si los presidentes le hayan servido hasta hoy para algo positivo al pueblo dominicano.
Y uno puede preguntarse, ante el atrevimiento del nieto, ¿estará este hombre abusando de nuestra ignorancia y debilidad o es víctima de una tara visceral? Otra de las marcas de nuestra sociología pasa por el impulso irrefrenable de estar pegados al Presupuesto por cualquiera de las vías dejadas a nuestro alcance.
Un Presidente es entre nosotros, ante todo, dueño del Presupuesto y gerente de los privilegios derivados. Eso es todo cuanto tiene entre ceja y ceja este señor que ahora se nos presenta con el expediente de ser el nieto del más grande de los expoliadores tenido por Presidente entre nosotros.
Si el pueblo dominicano fuera de fiar, si desde la sangre de 1961 al día de hoy hubiera servido de algo el mentado desarrollo capitalista, la condición de nieto del jefe sería, en realidad, un demérito para no pisar esta tierra levantando como una virtud su segundo apellido.
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