La historia nos da muchos elementos de juicio para probar la relación entre sicópatas y líderes, especialmente dictadores. Lo curioso es que las diferencias entre los perfiles de dictadores y políticos de países democráticos no son tan diferentes como pareciera.
Al ojear la prensa cotidianamente nos invade un terrorífico sentido de lo absurdo ¿cómo es posible que el mundo funcione tan mal?, nos preguntamos. Corrupción generalizada, gobiernos que ocultan datos sobre sustancias nocivas, partidos políticos que mienten sin escrúpulos sobre las promesas electorales, impunidad por el paquidermo accionar de las instituciones encargadas de impartir justicia, corporaciones que compran congresos enteros y una falta de transparencia total, anarquía y abrumadora violación de los más elementales derechos humanos, ¿cómo es posible que este mundo – sociedad funcione tan mal? Será cierto que estamos gobernados por sicópatas.
Iniciemos definiendo el término. La sicopatía es un trastorno antisocial de la personalidad. No es en sí una enfermedad sino más bien una “forma de ser”, hecho que arroja algunos problemas en cuanto a su tratamiento. Especialmente porque, para este trastorno no se conoce cura posible. (Dee – politics, 2004).
Pero ¿qué rasgos caracterizan esta forma de ser antisocial? Entre ellos, no pueden empatizar ni sentir remordimiento (para ellos las personas y los objetos tienen el mismo valor). Suelen ser encantadores, hábiles socialmente, simpáticos y atrayentes. Son carismáticos porque mienten constantemente para conseguir los fines sin que importe nada otra cuestión.
Un rasgo bien puntual del sicópata, no tiene la capacidad de sentir emociones. Aparentan ser gente preocupada por el prójimo, los animales y el medio ambiente. La realidad es otra, en realidad son “desalmados”.
anipulan a las personas para su propio beneficio; creen que tienen derecho sobre los demás; no sienten ningún remordimiento. No aceptan sus errores, si lo hacen es para lograr otro propósito. Rehúsan las normas, son impulsivos, deshonestos y demuestran despreocupación por la seguridad – orden.
Psicópatas y la sicopatía de los líderes
Los sicópatas se encuentran en todo el mundo. Hay algunas profesiones en particular que atraen más a los sicópatas (Kevin, Dutton, 2013).
Los sicópatas se encuentran en todo el mundo. Hay algunas profesiones en particular que atraen más a los sicópatas (Kevin, Dutton, 2013).
Entre las profesiones de los sicópatas se encuentran: directores de empresas, abogados, vendedores, cirujanos, policías, clérigos y empleados públicos, entre otras. Son puestos donde se requiere la habilidad para tomar “decisiones objetivas, frías, desapegada de sentimientos, drásticas o duras”. Según el periodista británico Jon Ronson (quien establece las relaciones entre estructuras de poder y los sicópatas sociales), muestra que las grandes estructuras de poder, como grandes empresas, gobiernos, organizaciones, etc., son el campo perfecto para los sicópatas. Allí encuentran el ambiente ideal donde pueden medrar y promocionar. La naturaleza de estas estructuras premia los rasgos psicopáticos (ambición, falta de empatía, ascender a cualquier precio, etc.). El producto de esta simbiosis entre psicópatas y estructuras de poder es que con el tiempo estas estructuras terminan dirigidas por sicópatas.
La política y la economía no son extrañas a este fenómeno (sicópatas). El sector bancario basa su éxito en explotar a sus clientes. En el mundo de la política, campa a sus anchas, sencillamente porque el sicópata ama el poder.
Se llega así a la sicopatía de los líderes (políticos y dictadores). Si buscamos acontecimientos para probar estas afirmaciones, sin duda muchos países han tenido dirigentes que no han vacilado en exterminar, asesinar, torturar y hacer desaparecer su propio pueblo.
La historia trae muchas evidencias de esta irracional forma de gobernar. Cifras importantes: Uganda, 1971 a 1979, entre 300 y 500 mil víctimas; se cuenta que el dictador Idi Admín, alimentaba sus cocodrilos con la carne de sus adversarios políticos. Chile, 1973 a 1990, 35 mil víctimas, entre ellas, 3.400 violaciones de mujeres, muchas usando perros entrenados para ello. El Salvador, 75 mil muertos y desaparecidos en la década de los 80. Actos cometidos por las Fuerzas Armadas y escuadrones de la muerte. Camboya, 1976 a 1978, el dictador Pol Pot al frente de los “Jemeres Rojos”, exterminó un tercio de la población del país, más de 2 millones de personas. Colombia, 2005 a 2011, la Fiscalía de la Nación publica un informe: 173.183 asesinatos; 1.597 masacres; 34.467 desapariciones y al menos 74.990 desplazamientos forzados. Durante este período se usaron hornos crematorios para hacer desaparecer cadáveres o para quemar personas vivas; Estados Unidos, no practica desapariciones ni torturas en su propio territorio, pero tiene cárceles secretas (ejemplo: Guantánamo, Cuba). Lo que sí hace es apoyar el terrorismo de Estado en otros países para impulsar sus intereses. Proporcionó armamento y financió escuadrones de la muerte en El Salvador, los contras de Nicaragua, a futuro miembros deAl-Queda en Afganistan (contra los soviéticos). Apoyó el golpe de Pinochet en Chile, etc. (Angel R., Miguel, 2014).
La lista es interminable de miles de testimonios de este capitalismo psicópata.
Sin embargo, para tener una mayor fundamentación, como es el mundo en que vivimos, es de imperativo compromiso ciudadano, observar el documental “Corporaciones. Instituciones o Sicópatas” (Canadá, 2003), el cual de manera objetiva nos da a conocer, a partir del “Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales” (DSM-IV), los criterios co-sustanciales de los sicópatas: “Cruel indiferencia por los sentimientos de los demás”, “temerario desprecio por la seguridad de los demás”, “falsedad: mentir y engañar… para conseguir un beneficio”, “incapacidad para ajustarse a las normas sociales… cumplimiento de las leyes”.
Igualmente, es oportuno señalar, que frente a estas conductas sicópatas de líderes y políticos, se han producido a nivel mundial históricos movimientos de masas, para impedir y hacer derogar leyes y normas que violan los más elementales derechos ciudadanos (económicos, culturales, de opinión ylibertad de pensamiento, de servicios públicos, de protección y seguridad del medio ambiente, y la vida….).
Frente a este nefasto panorama, indudable, la gran víctima es la sociedad en general. Lo que se intenta dentro de este fenómeno de sicopatía de la sociedad (consumo, producción e información), es que pensemos que vivimos en Estados de derecho, donde el poder emana del ciudadano; cuando la realidad es que solo podemos votar una vez cada cuatro años generalmente a partidos corruptos. El Estado se vende al dinero en detrimento del electorado (ciudadano). En una economía como la actual (Neoliberal), los procesos de privatizaciones de las empresas públicas son generalmente una forma de erosión del ejecutivo, ya el Estado pierde el poder regulador en la economía y los servicios públicos, y las empresas tienen una mayor influencia en las decisiones del mismo (Angel R., Miguel, 2014).
Los líderes y políticos (sicópatas) nos hacen ver procesos convenientes y necesarios (privatizaciones, guerra, inseguridad, pobreza…) como algo normal – natural, y siempre nos manipulan con el miedo, con el cual convivimos a diario (¡!).
Como lo expresa Robert Hare: “Los sicópatas de a pie destruyen familias. Los sicópatas corporativos, políticos y religiosos destruyen economías y sociedades enteras”.
Por Fáber Pérez1
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