Las llamadas democracias, supuestamente basadas en un humanismo cristianoide disfrazado de cristiano hasta en su acabada versión satánico-vaticanista, y en general las fuerzas contrarias a todo principio trascendente, espiritual y realmente cristiano, han sido incapaces de solventar la vida colectiva, de hacerla cuando menos llevadera, sometida en cambio al ego de sus dirigentes, a los vaivenes socio-culturales y políticos y a la dictadura de los grupos financieros que los gobiernos se muestran incapaces de controlar o de los que son aliados incondicionales.
Y no digamos ya cuando estos gobiernos son dictaduras. Aunque estas, con el paso del tiempo y la mala prensa que suscitan van adquiriendo nuevos estilos dictatoriales, pero con disfraz democrático, como es el caso de las políticas neoliberales.
Para los gobiernos de los ricos, el terrorismo fanático islamista les viene como anillo al dedo para ejercer poderes impensables hasta ayer mismo pero -abracadabra- con el disfraz democrático correspondiente.
Y como estas falsas democracias no funcionan y todo va a peor, habría que mirar en profundidad y acercarnos a la conciencia prevalente en la humanidad para averiguar por qué soportamos estas imposturas y tiranías de dictadores y banqueros unidos.
Pero las gentes -oh, cruel paradoja-admiran al poder, ansían ser ricos, y desprecian a los que piensan que están por debajo en cuestiones como la raza, el sexo, la clase social, el dinero, etc.
Las gentes, mayoritariamente no son bondadosas, ni altruistas, y no quieren más bien que el propio. Eso del bien común les deja fríos mientras les vaya bien a ellos.
Esta es la raíz podrida del mundo y que debe ser renovada si queremos poner fin a este estado general del sufrimiento, la injusticia y todas esas lacras que caracterizan a este engendro de civilización que hemos creado. Pero tal cosa no la va a solucionar ninguna ideología, ni doctrina política ni humanista, porque desde el momento que una persona renuncia al autoanálisis de su propia conciencia para ver si descubre en ella esos mismos defectos que se hacen patentes en la vida social con la intención de corregirlos, renuncia a la vez a verlos corregidos en el colectivo humano. Pues ¿quién podría hacerlo? ¿Los extraterrestres?
Se hace preciso un cambio de conciencia, un salto cuántico desde la frontera del ombligo egoico a la vastedad de la conciencia planetaria, y ya es más que urgente ahora que estamos en caída libre al abismo colectivo económico, social y climático. Y es una caída irreversible. Ya no hay vuelta atrás.
Urgente: un salto cuántico de la conciencia
Cientos de manifestaciones contra esto y aquello se realizan en todo el mundo diariamente. Se protesta contra la falta de libertad, contra la privación de derechos y muchas cosas más. Y eso desde hace cientos y cientos de años.
Sin embargo, la humanidad está peor que nunca. ¿Por qué?
Podríamos hacernos entonces la pregunta: ¿Cómo pueden lograr éxito miles de manifestaciones por la libertad si cada uno en la medida de sus posibilidades coarta la de cualquier otro de una u otra manera en su medio social, en su trabajo o en su familia?
¿Cómo pueden lograr éxito miles de manifestaciones por la justicia si uno es injusto con sus semejantes buscando el propio bien?
¿ Cómo se puede manifestar alguien contra los abusos de los bancos y los ricos cuando esos mismos manifestantes desean ser ricos en el fondo de su corazón y juegan a quinielas y loterías cuando no invierten el juego de la Bolsa sus pocos o muchos ahorros esperando alcanzar el estatus de ricos?…
¿Cómo pueden lograr éxito miles de manifestaciones por la paz, si en el corazón de los manifestantes, uno a uno existe odio hacia alguien, rencor, rechazo, desprecio con uno u otro argumentario, lo que es muy frecuente?
La libertad es antes conquista personal que social. La justicia es antes conquista personal que social. La paz, una conquista personal antes que una conquista social.
Un mundo nuevo será posible como consecuencia de las actitudes de miles de millones de gentes que lo realizan primero en su interior, y que se basa en aplicarse a sí mismos reglas tan sencillas como esta de “No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti”, o, “lo que quieras que te hagan a ti hazlo tú primero”.
Esta es la Regla de Oro. Una sencilla regla no religiosa del cristianismo originario, pero sí espiritual, y revolucionaria.
No es necesario leer El Capital, ni ninguno de esos libros de las religiones institucionales para estar en el lado correcto que es el lado del futuro de la humanidad. De la humanidad, porque el de este Planeta está asegurado por su propio Creador.
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