10 de agosto de 2016 - 12:09 am -
Pero resulta que lo que puede ser muy meritorio para sus asociados, es un peligroso dato si se piensa en la democracia. Los partidos en cambio aspiran a gobernar, y aun cuando tengan los problemas que tienen no es posible imaginar la democracia sin ellos
“Un hombre que oculta lo que piensa
o no se atreve a decir lo que piensa,
no es un hombre honrado”
Leonel Fernández
Tratar de observar el acontecer social y político en el marco de la democracia no es nada fácil. Me puse a echarle una mirada a la base de datos de la JCE “Resultados Electorales 2016 NIVEL A” y me encontré con una lista de 175 colegios electorales con la misma numeración (9999), sin registro de inscritos ni tampoco la cantidad de votos emitidos. Las que sí aparecen en la lista son las preferencias por los distintos partidos. Y eso sale a relucir sólo con una miradita.
Por eso insisto en que no es posible mantener los análisis políticos sólo a nivel de coyuntura. Como la tele no es suficiente para comprender lo que está sucediendo en el país, el acontecer va tornando imperativas las miradas nuevas.
Empecemos por lo más reciente. Lo ocurrido acerca del llamado “Pacto de oro” es un monumento que sólo sigue el rumbo inevitable de la decadencia y que se sigan cayendo los santos de sus altares. El acuerdo, especialmente útil para favorecer la corrupción a nivel municipal, no puede ir en el sentido contrario a lo que los resultados electorales han determinado en el orden municipal. Si a ello le sumamos la amenaza de que va a correr sangre, estamos definitivamente frente a un recurso trujillista para mantener el control de la chequera. La fama del creador de tal adefesio solo demuestra que equivocarse es humano y que lo que se pretendía ya no es posible, gracias a Dios.
Si en la vida política las transiciones son siempre conflictivas, un cambio de gobierno que no es tal no debería ser motivo de mayor preocupación. Pero evidentemente lo es. A nivel local el proceso tampoco debería tener ningún impacto urbano, aunque parece que el “más de lo mismo” ya tiene lugar y fecha de comprobación.
Pero al fin y al cabo es en el contexto de un Estado que no favorece la aparición de condiciones sociales y políticas para construir la esquiva democracia dominicana donde se debe hacer hoy la política.
La ideología neoliberal propone una nueva fórmula de roles entre Estado, mercado y sociedad. “La ética de la responsabilidad social del Estado se debilita, mientras que los ciudadanos deben cubrir los vacíos dejados por éste. En el discurso neoliberal se utilizan conceptos progresistas, pero despojados de su potencialidad política. Al conjunto de ideas que promueven una cultura ciudadana funcional con el modelo neoliberal las he llamado cultura de autogestión para el desarrollo.” (Ortiz Gómez, 2014)
Localmente se utiliza mucho más el término de “emprendedor”. Queda mejor, ése es el ciudadano de hoy, el que desde el twitter exhibe sus recetas de cocina y condena en forma decidida, valiente, las injusticias que se cometen a miles de kilómetros de su teléfono inteligente, aunque su cámara nunca vio al mendigo que espera a la salida de su estacionamiento.
“La ética de la responsabilidad del Estado” debilitada propone a cambio privatización de derechos y responsabilidades individuales: después de una visita sorpresa y de recibir el crédito, si siguen pobres es porque les faltó calidad para emprender. Equivocaron el “nicho” del negocio y a lo mejor les hace falta un “coaching”.
Por otro lado, la anunciada muerte de los partidos (negada por Weber y Sartori y salvada por Katz y Mair con su anuncio de la aparición del “partido cartel”) hace sonar las alarmas cuando la siempre conflictiva relación entre partidos y “sociedad civil” no solo no se resuelve, sino que no se comprende. La consecuencia que veo claramente es que no habrá cambios políticos significativos en nada.
Tal pronóstico -si quieren me lo cobran después- se puede hacer sin mucho temor al error. Citábamos antes que “En el discurso neoliberal se utilizan conceptos progresistas, pero despojados de su potencialidad política” y ese es el caso de las frecuentes asociaciones de la “sociedad civil” con organizaciones empresariales. Lamentablemente no existe un registro de los intentos anteriores, pero hasta donde me informo por los periódicos, la OISOE sigue funcionando, las elecciones fueron muy cuestionadas a pesar de la observación militante que no ha logrado que la voluntad soberana del pueblo se exprese sin lugar a dudas, la corrupción parece que sigue sin ser sancionada… y conste que no se me olvidó ni el 4% ni Los Haitises.
El tema es cómo y quiénes deben liderar el proceso de construcción democrática. El periódico dice que la tarea la han asumido un listado de organizaciones cuyos objetivos son asuntos bastantes lejanos, como la defensa de la propiedad privada, el libre mercado, etc. Y la confusión (¿será confusión?) se establece porque nadie se atreve a reconocer que las llamadas organizaciones de la “sociedad civil” (que están formadas por ciudadanos con las mismas características que aquellos que lo intentan en la “sociedad política”) defienden intereses privados y sectoriales. Pero resulta que lo que puede ser muy meritorio para sus asociados, es un peligroso dato si se piensa en la democracia. Los partidos en cambio aspiran a gobernar, y aun cuando tengan los problemas que tienen no es posible imaginar la democracia sin ellos, por lo tanto deben tener especial cuidado de no caer en el gancho, aunque al final la historia reciente nos haga pensar que la iniciativa no va a llegar mucho más allá que la discusión del “pacto fiscal”.
Para muestra a diario nos llegan las noticias de lo ocurrido en la discusión del pacto eléctrico. Con esos botones, tenemos bien claro el mapa de un Estado que no genera ‘ciertas condiciones’ y que controlado por un partido cartel ha conseguido que la democracia se convierta “en una manera de alcanzar estabilidad social, y no tanto el cambio social”, y que las elecciones se conviertan “en ‘solemnes’ procedimientos constitucionales”.
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