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PARAQUENOSEREPITALAHISTORIA .Para los interesados en el tema y los olvidadizos de sus hechos, aquí están para consultar múltiples artículos escritos por diversas personalidades internacionales y del país. El monopólico poder de este tirano con la supresión de las libertades fundamentales, su terrorismo de Estado basado en muertes ,desapariciones, torturas y la restricción del derecho a disentir de las personas , son razones suficientes y valederas PARA QUE NO SE REPITA SU HISTORIA . HISTORY CAN NOT BE REPEATED VERSION EN INGLES

lunes, 8 de agosto de 2016

Otra vez, de la sartén a las brasas Nicaragua


Hemos sido espectadores de esa parte de la historia y nos preocupa que la tentación de reproducir estos esquemas llegue a esta tierra, por lo cual las actuales y nuevas generaciones tienen que dejar la indiferencia y estar alerta.

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El 22 de agosto de 1978, un comando guerrillero sandinista asaltó el Palacio Nacional de Managua, poniendo en jaque al régimen de Anastasio Somoza Debayle, el tercero de una dinastía que gobernó al país por 45 años.

Las sociedades latinoamericanas, hastiadas de los abusos y las imposiciones de los regímenes militares de la época, vieron con simpatía y romanticismo la figura de Edén Pastora, el “Comandante Cero”, abriéndose paso a tiros con sus compañeros y reteniendo a importantes figuras del somocismo hasta lograr que se cumplieran sus demandas, doblarle el brazo al régimen y salir airosos hacia el exterior.

Un año después, los sandinistas derribaron la dinastía y se hicieron con el poder. El 19 de julio de 1979 los guerrilleros entraron victoriosos a Managua, en medio del júbilo de los nicaragüenses que no se esperaban que en pocos meses enfrentarían un régimen que los sumiría en la peor de las miserias y montaría un Estado policial, enfrentado con la Iglesia Católica y que llegó al extremo de cerrar el diario crítico La Prensa, en 1985.

Los mismos que tanto denunciaron a la dictadura de los Somoza montaron en 1980 un régimen dictatorial, que perseguía y expulsaba a curas y opositores acusándolos de “contras”, en referencia a la guerrilla que se alzó en armas contra ellos con el apoyo de Estados Unidos.

Primero defenestraron a los representantes de la empresa privada y de la sociedad civil de la Junta de Reconstrucción Nacional que se estableció para gobernar. Luego aplicaron mano de hierro, con Daniel Ortega al frente, hostilizando con la Seguridad del Estado a todos por igual. La economía cayó en los peores niveles, al punto que, como ahora en Venezuela, no había ni papel higiénico y la moneda, el Córdoba, se devaluaba diariamente al extremo de que un dólar costaba millones de Córdobas o Nuevos Córdobas. Es decir, los nicaragüenses llegaron a ser pobres millonarios.

El mismo “Comandante Cero” que asaltó el Palacio Nacional pocos años antes se alzó en armas en contra de sus excompañeros y estuvo a punto de morir por una bomba que le mandaron a poner en una conferencia de prensa.

Cuando en 1990 todo parecía perdido para ese país y Ortega estaba más que seguro de que ganaría las elecciones presidenciales, los nicaragüenses, hastiados de represión y miseria, le dieron la sorpresa de su vida: eligieron presidenta a doña Violeta Barrios de Chamorro, viuda del periodista Pedro Joaquín Chamorro, director de La Prensa asesinado en 1978.

El triunfo de doña Violeta marcó el rumbo del despegue de Nicaragua en los 90, pero la descomposición y el debilitamiento institucional, más un cogobierno entre sandinistas y sectores liberales acusados de fomentar la corrupción, llevó nuevamente a Ortega al poder, con el apoyo del chavismo venezolano.

De la misma manera que reprimió a la oposición y llegó a cerrar un diario, en el mejor estilo de los dictadores militares, ahora el régimen se acaba a la oposición en la Asamblea.

El Tribunal Electoral, controlado por los sandinistas, despojó a la oposición de sus 28 curules en la Asamblea, dando paso a establecer un régimen de partido único. Esto significa que el régimen de Ortega “asume el control total de la Asamblea y consolida así todo el poder en su figura, con tintes cada vez más autoritarios”, publicó el diario español El País.

Como en Venezuela y más antes en Cuba y Camboya, ya sabemos lo que pasa siempre: falsos redentores que llegan al poder capitalizando las esperanzas de cambio de los pueblos, pero que después instauran regímenes autoritarios. En seguida, decretan que ellos son el dios único, que en ese momento crean el universo y que se inicia el año cero, establecen Estados policiales, les lavan el cerebro a los niños y a los jóvenes y matan de hambre a millones.

La destitución masiva de diputados y el nombramiento de Rosario Murillo, la esposa de Ortega, como su compañera de fórmula para las elecciones presidenciales parecen no acaparar la atención de los nicaragüenses y el empresariado no muestra mucha preocupación.

Pero a futuro esta clase de desenlaces políticos se revierte en contra de la misma gente. Es el rumbo de los gobiernos populistas, que son aprobados hasta que comienzan a volverse en contra de la misma sociedad, como ha ocurrido en Venezuela, Brasil y Argentina.

Todo lo que he relatado no nos lo han contado. Hemos sido espectadores de primera mano de esa parte de la historia y nos preocupa que la tentación de reproducir estos esquemas llegue a esta tierra, por lo cual las actuales y nuevas generaciones tienen que dejar la indiferencia y estar alerta. Sabemos cómo comienzan estas historias y cómo terminan: regímenes dictatoriales o dinásticos que acaban con todas las libertades y convierten a sus países en sus haciendas, como ocurrió en Nicaragua con los Somoza, en Haití con los Duvallier y en Cuba con los Castro, para mencionar tres ejemplos.

Después los pueblos se cansan, vuelven a luchar y los sacan del poder con alto costo de sangre o se resignan, como los hebreos en Babilonia, cantando sus tristezas a la orilla de los ríos y esperando un día recuperar su libertad.
*Editor subjefe de El Diario de Hoy.

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