Diario Libre
Se excusaron el uno con la otra, y la otra con el uno, y los dos con la población, pero sin verse la cara, como si el arreglo fuera forzado y no a voluntad.
Nada raro, pues siempre será incómodo asumir vergüenza ajena, y mucho más cuando se comparte atropello. Ni la fiscal adjunta ni el agente de AMET actuaron adecuadamente, en el marco de sus respectivas jurisdicciones. El desbordamiento fue evidente, y no importa si uno se pone a favor de la funcionaria judicial y o del oficial de tránsito, pues la conducta de ambos dejó que desear.
De ahí que las excusas no sean suficientes para cambiar el orden de los factores, o borrar el punto de discordia. El incidente no fue entre un hombre o una mujer, el problema no fue de género, de falta de caballerosidad.
Lo que se puso en cuestión fue el principio de autoridad, sin que quede claro si la autoridad del agente o de la fiscal, pues AMET manda en las calles y en las aceras, pero el Ministerio Público es otra fragancia.
Por ejemplo, fuera bueno saber si a partir de ahora, ese intimidante “¿usted sabe quién soy yo?” desaparecerá de la faz de la Tierra. De ser así, el agente merece ascenso.
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