Tomado del periodico la Hora de Ecuador.
El silencio impuesto, en cualquier época, ha sido el recurso más a mano de las dictaduras, las seudodictaduras, las paradictaduras y los aspirantes a dictadores. Se le puso en vigencia a través de leyes draconianas y la manipulación sicológica de las masas. El silencio obligatorio o impuesto recibió el beneplácito de parlamentos y tribunales, de medios de comunicación oficialistas o sometidos al oficialismo.
Con el sistema educacional en sus manos y el sometimiento de todas las instituciones culturales y sus más notorios actores, el silencio impuesto u obligatorio en los regímenes totalitarios es, aparentemente, inamovible. Se sustenta en el miedo y la represión y llega a alcanzar categoría de institución sagrada en la que solo ofician quienes detentan el poder. Es una pared contra la que chocan, inútilmente, los reclamos de justicia. Pero la Historia se encarga de poner todo en su sitio, cuando menos se piensa y cuando más confiados están quienes imponen el silencio y el sometimiento. Entonces quienes fueron obligados a callar gritan las injusticias y atropellos que con ellos se cometieron y la justicia libre y, en consecuencia, con la credibilidad recobrada, vuelve por sus fueros. Entonces los dictadores, seudodictadores, paradictadores y aspirantes a dictadores se victimizan y son capaces de reclamar para ellos los derechos y la justicia que antes conculcaron y pisotearon. Así pasó cuando se hicieron polvo el fascismo y el estalinismo, con las dictaduras de Stroessner y Videla, de Pinochet y Trujillo, de Batista y Somoza. Todo es cuestión de paciencia. |
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