Querida Nicaragua: América Latina ha venido cambiando y casi nunca para bien. Esta es una región cambiante por excelencia. En los años cincuenta, estaba llena de dictadores, las castas militares eran privilegiadas y se exhibían en grandes paradas militares en las plazas pública latinoamericanas.
Un Juan Domingo Perón, en la Argentina, cuyos ecos heredados en el partido justicialista se están viendo ahora reflejados a todo color en la nación que era todo un orgullo para Latinoamérica. Veíamos un Perón endiosado, dueño del mundo, hablándole a los descamisados desde los balcones de la Casa Rosada, con Evita a la par, otra populista incorregible que una vez en el poder, empezó a ensañarse con los mejores artistas argentinos, tan solo porque ella había querido ser actriz sin tener el talento para ello. En la Argentina había corrupción en aquel tiempo y la hay ahora en abundancia, hasta tal punto que cuando un fiscal se atreve a denunciar la complicidad de la señora presidenta en gruesos asuntos de corruptelas, aparece muerto en el baño de su apartamento con un balazo en la sien derecha. Hasta dónde ha llegado la corrupción en la tierra de Sarmiento, de Borges y de Carlitos Gardel.
En los mismos años cincuenta veíamos a un Pérez Jiménez en Venezuela, haciendo y deshaciendo, no tanto como Maduro que está matando de hambre al pueblo, pero corrupto y dictador al fin. Eso sí, Venezuela era un país solvente y millonario que progresaba cada día, sin embargo, la corrupción hizo caer a Pérez Jiménez. Igual cosa ocurrió en el Perú con el dictador Odría, y en Paraguay con Stroessner y en Brasil con tantos y tantos corruptos como Collor de Mello, y en Panamá con Remón, y en Nicaragua con Somoza y en República Dominicana con Trujillo, y en Cuba Fulgencio Batista. Dictadura y corrupción caminaban de la mano hasta que llegó la rebelión, ya fuera cívica o armada. A nosotros en Nicaragua nos tocó luchar contra Somoza, y surgió el movimiento armado del mal llamado sandinismo que, cabalgando sobre el heroísmo del pueblo, llegó al poder. Un año más tarde despertamos de la euforia revolucionaria, habíamos caído en una trampa. La historia todos la conocemos.
Surgen movimientos revolucionarios, golpes de Estado, cambios democráticos, pero continúan las aberraciones latinoamericanas con un populismo de nuevo cuño que “quedando bien con sombrero ajeno” regala bonos, comida, o cualquier chuchería en nombre del partido al que pertenece el nuevo dictador. Por eso decimos que la América Latina ha cambiado pero no siempre para bien. Solo tenemos algunos países como modelos más o menos claros de democracia: Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica y México.
Cualquiera diría que los llamados “revolucionarios” luchan en las montañas fusil en mano para liberar a los pueblos, y traer paz, pan, libertad, derechos humanos, tranquilidad y sosiego, que luchan porque odian a los dictadores corruptos. Pero no es así. Fijémonos en Fidel y Raúl Castro. Supuestamente lucharon para quitar al dictador Batista y darle libertad a Cuba, pero no fue así. Ellos lucharon para ser ricos como Batista y para vivir mejor que Batista. Igualmente en Nicaragua. Se supone que lucharon para derrocar a Somoza, a quien odiaban por dictador, dinasta y corrupto. Pero no. Los muchachos “revolucionarios” no lucharon para botar a Somoza, lucharon para ocupar el lugar de Somoza, para ser como Somoza. Somoza nunca alquiló aviones de 40 mil dólares para viajar con su familia.
Estas aberraciones de la América Latina son contagiosas, son como un mal ejemplo, como una plaga que no conoce fronteras y que está alentada, la mayor de las veces, en el narcotráfico. Creímos que en el siglo XX terminaban las dictaduras militares, pero las vemos ahora más amenazantes que nunca en Cuba, Venezuela, y otros países que han recibido toneladas de cargamentos de armas. Hagamos esfuerzos por mejorar el futuro. Enseñemos a nuestros niños los valores de la democracia.
El autor es gerente de Radio Corporación. Excandidato a la Presidencia de la República en 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario