Publicado el: 10 septiembre, 2009
Tiempo atrás leí una denuncia del dirigente político Narciso Isa Conde, donde decía el veterano dirigente de izquierda que unos colombianos tenían a su cargo un macabro plan, que se encargaba de desaparecerlo del mundo de los vivos. Esos pandilleros cumplirían una tarea homicida. ¡Labor deletérea propia de mercaderes de la muerte!
Al escuchar lo divulgado por el amigo Narciso, a mi cabeza acudieron viejas vivencias y evocaciones, donde a mis mientes se presentaron algunos colombianos que a esta tierra arribaron como acompañantes del ex-presidente general Gustavo Rojas Pinilla. A mi me tocó conocer a algunos de esos colombianos aquí entonces asilados.
Pero creo que debo hacer un relato algo esencial. En esos tiempos laboraba de manera cotidiana en los servicios noticiosos de La Voz Dominicana. Por eso tenía conocimiento, de que los ganaderos colombianos en cierta ocasión le regalaron a1 presidente Rojas Pinilla diez mil cabezas de ganado vacuno, por la seguridad que experimentaban, gracias a 1a lucha del ejército contra 1os cuatreros y matreros, de 1os llanos que riega el río Magdalena.
También debo decir que un militar colombiano, que escuchaba la radioemisora, me escribía acerca de algunos programas radiales que él allá escuchaba.
Yo le contestaba las cartas, sabía que Rojas Pinilla había perdido el poder; pero ignoraba que se encontraba aquí, bajo la tutela amparatriz de Trujillo. Aunque no eran iguales, no guardaban similitudes; porque Trujillo era un tirano de más avérnicos quilates que ''Los Treinta Tiranos de la Historia de Grecia''.
En cambio Rojas Pinilla representaba a un militarote que sin dar un ''Coup D´ etat'' llegó a la poltrona palaciega. Poltrona maléfica que aquí, allí, allá y acullá, daña a los hombres mansos y correctos que se ''aculotan'' en ella.
Y aquí van pruebas al canto, de que no era un malvado redomado, como su anfitrión de ocasión. Cuando Rojas Pinilla retornó a su patria, compareció por ante las barras del Senado. Asistió solamente a responder por dos cosas. La primera: que había utilizado camiones del ejército, para transportar ganados de sus haciendas.
Y la segunda: que había empleado soldados para cuidar las casas, de algunas damiselas que le ayudaban a él (a Rojas Pinilla) a hacer la vida más llevadera.
Reitero que no sabía que el ex-presidente se encontraba aquí, hasta que un día recibí una carta del militar que me escribía y yo le contestaba. El militar me pedía que le informara si era cierto que su general Rojas Pinilla se encontraba aquí. En esa época esa carta era un ''gancho''. Se la llevé al director Santamaría, él se la presentó al general J. Arismendi Trujillo, éste se quedó con ella y a los cinco días hubo una cabal noticia periodística al respecto. El general Gustavo Rojas Pinilla estaba residiendo aquí. También su hija María Eugenia junto a su esposo Samuel Moreno. Por igual el ex-ministro de Economía Víctor Vergara Lara y el coronel Becerra. Pero como el que le sirve a1 diablo, juega con Candela y se quema, un agente de la Seguridad de allá se incorporó a la “Seguridad'' de aquí. Parece que vio mucho, se iba para Guatemala y lo mandaron a la Catedral de servicio. Lo mataron en el sacro recinto y dijeron que ese colombiano quería ultimar al Señor Arzobispo, Nuestro Reverendísimo Monseñor Ricardo Pittini. El difunto catedralicio se llamaba Jairo Alberto Calderón Forero.
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