Fuente El pais.
Pese a contar con todos los resortes del Estado a su favor y carecer de oposición, Nicolás Maduro no ha logrado que los venezolanos legitimen su votación para perpetuarse en el poder.
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Una mayoría de venezolanos con derecho a voto, el 54%, se abstuvo el domingo de participar en la convocatoria. Eso según fuentes oficiales: la oposición estima que la cifra real alcanzó el 70%. Maduro pretendía alcanzar 10 millones de votos y apenas —y con polémica— llegó a seis. La jornada, boicoteada por la mayor parte de la oposición democrática, fue un cúmulo de irregularidades que llevaron incluso a uno de los candidatos tolerados por el régimen, el exchavista Henri Falcón, a exigir al cierre de las urnas la repetición de los comicios.
Ya sea por convicción o por error de cálculo político, Maduro viene actuando en los últimos meses como si destruir la institucionalidad democrática de su país no tuviera consecuencias. Ayer mismo empezó a comprobar su error. Los Gobiernos del llamado Grupo de Lima —constituido en esa ciudad para hallar soluciones a la crisis de Venezuela—, formado por Argentina, Brasil, Canadá, Colombia y México, no reconocerán la reelección de Maduro, llamarán a consultas a sus embajadores en Caracas y presentarán en la Organización de Estados Americanos (OEA) una nueva resolución planteando medidas sancionadoras contra la Administración chavista.
Por su parte, 21 exmandatarios de países iberoamericanos —entre ellos, los expresidentes españoles Felipe González y José María Aznar— han denunciado las elecciones como “una farsa electoral”. España, además, estudiará en el marco de la Unión Europea “medidas oportunas”, según ha declarado Mariano Rajoy.
Ese repudio debería llevar a rectificar al expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, que apoyó la convocatoria y predijo un nuevo comienzo después de los comicios. Los silbidos que escuchó en Caracas no pueden pasar inadvertidos.
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