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jueves, 24 de mayo de 2018

“En esta casa el jefe soy yo, no Trujillo”

RAFAEL AUGUSTO SÁNCHEZ HIJO AFIRMA QUE CON APENAS 10 AÑOS DE EDAD SE HIZO HOMBRE ANTES DE TIEMPO, PORQUE SU PADRE CONSTANTEMENTE ERA INTERROGADO Y APRESADO POR EL SIM

Jurista. Rafael Augusto Sánchez hijo gesticula en un momento de la entrevista para LISTÍN DIARIO.
Juan Salazar
juan.salazar@listindiario.com
Santo Domingo
En el año 1956, cuando apenas tenía diez años, su padre Rafael Augusto Sánchez Sanlley le habló de lo que significaba para el país la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. A tan temprana edad tomó conciencia de la realidad que atravesaba el país con el oprobioso régimen y, cuatro años después, Rafael Augusto Sánchez hijo pudo vivirlo en carne propia cuando su progenitor fue apresado, asesinado y su cuerpo desaparecido dos días después del ajusticiamiento del sátrapa.
“Era el mayor, y con el único que se atrevió a hablar y a explicarle lo que era la dictadura de Trujillo fue conmigo. Yo me había portado mal ese día, entonces me llevó a la acera, y ahí me explicó que él estaba luchando por la libertad y la democracia del país”, recuerda sobre ese momento tan inusual en la vida de un niño.
Sánchez Sanlley le dijo a su hijo que Trujillo era un asesino selectivo al que si alguien le estorbaba lo eliminaba, además de que fue más allá de la mera información, pues le recalcó que si él desaparecía tenía el compromiso de continuar la lucha por la preservación de la libertad.
“Es lo que yo he hecho, yo desde joven he estado interesado en el funcionamiento correcto de la democracia”, indicó.
Como niño le resultó impactante enterarse de esos detalles de la dictadura y de los planes de resistencia, pues llegó a interactuar con el coronel Juan María Lora Fernández, el mayor Antonio Mueses, el teniente Toñín Rojas y otros militares desafectos al régimen.
En ese tiempo Sánchez hijo estudiaba en el colegio De la Salle junto a Ramfis Rafael, el nieto del tirano hijo de Ramfis Trujillo que estaba seminternado, y con los vástagos del general de la dictadura, Fausto Caamaño, cuya vivienda estaba ubicada frente al centro educativo.
“Mi hermano y yo comíamos con Ramfis Rafael”, dijo al recordar cómo fueron testigos de toda la aureola en torno a Trujillo, lo que lo llevó a preguntarle un día a su padre por qué en su casa no había una placa que dijera “Trujillo es el jefe”, a lo que él le respondió porque “en esta casa el jefe soy yo, no Trujillo”.
Con apenas diez años se hizo un hombre antes de tiempo, debido a las ausencias de su padre, quien fue frecuentemente encarcelado e interrogado en el Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
Define a su progenitor como un hombre valiente, a tal punto que se negó a hablar, a petición de Trujillo, en un mitin en contra de los expedicionarios del 14 de junio de 1959 y llevó a la embajada de Venezuela en el país a las dos primeras personas que se asilaron en una sede diplomática por la persecución de la dictadura.
Su padre, a quien apodaban Papito, fue el cuarto hijo del jurista, historiador e intelectual, Rafael Augusto Sánchez Ravelo, quien en varias ocasiones se negó a aceptar la propuesta del dictador de aceptar la cartera de Relaciones Exteriores. Trujillo siempre quiso incluir profesionales de prestigio en su gobierno para revestirlo de capacidad y eficiencia.
Sin embargo, se vio obligado a aceptarle luego el cargo de senador por presiones del régimen dictatorial para preservar la vida de su sobrino e hijo de crianza, Rafael Ramón Ellis Sánchez, quien se involucró en el primer complot para eliminar a Trujillo.
Sánchez hijo precisa que cuando su padre cayó preso tuvo como compañero de celda a Segundo Antonio Imbert Barrera, quien lo puso al tanto de todos los detalles sobre la conjura contra Trujillo. “Eso le costó la vida”, añadió, pues refiere que el secretario de las Fuerzas Armadas, José Román Fernández (Pupo), quien estuvo involucrado en el complot del 30 de mayo de 1961 contra el sátrapa, decidió matar a Segundo Imbert y a su padre en un intento de borrar cualquier pista que lo vinculara a la trama, pero que terminó siendo inútil.
A Sánchez hijo le molesta que se hable de la dictadura de Trujillo como una “Era”, pues asegura que en realidad se trató de una cruel tiranía. “No me vengan con Era, fue un período muy oscuro, hay que llamarle a las cosas como son, fue una dictadura”.
El jurista relata que su familia siempre padeció las presiones de la dictadura por su resistencia al régimen. Un auto Volkswagen, de los llamados cepillo en aquella época se mantenía constantemente frente a la vivienda familiar y en las noches sus ocupantes penetraban hasta el patio de la casa ubicada en la avenida Bolívar esquina Abraham Lincoln.
Destaca que su padre era un hombre honesto, sensible y sin apego a lo material, a tal punto que en una ocasión le prestó a un amigo su automóvil Mercury del año 1955, prácticamente nuevo, y se lo devolvió destrozado, y ante los cuestionamientos de su esposa por la situación, solo se limitó a decirle: “Para eso son los amigos”.
Diezmado
Sánchez hijo refiere que su progenitor infundía aliento a sus compañeros de cárcel cruelmente torturados, algunos tan desmotivados que ni siquiera querían comer el único “alimento” que les servían: harina con agua.
Sánchez Sanlley era antes de ingresar a la cárcel un hombre de 6 pies de estatura y con cerca de 180 libras, pero su hijo precisa que cuando logró verlo luego de un encierro de ocho meses pesaba unas 100 libras, el color de su piel había cambiado y parecía un cadáver. “Eso fue un momento muy traumático cuando lo vi, yo me puse a llorar”, refiere sobre las crueles torturas y muertes indignas a que fueron sometidos los opositores al régimen dictatorial, de las que solo se “salvaron” Antonio de la Maza y Juan Tomás Díaz, porque murieron peleando.
Durante una visita a su padre en la cárcel La Victoria, pudo escuchar cuando Sánchez Sanlley le dijo a su madre que había tenido un roce con el coronel Horacio Frías, de quien asegura que finalmente ejecutó la orden de matarlo, y ante su advertencia de que eso le podría traer consecuencias, solo respondió: “Me han aplicado todas las torturas, más de ahí no me pueden hacer, solo falta que me maten”.
Con satisfacción expresa que “mi papá fue un valiente” al que no lograron doblegar con las inenarrables torturas y quien nunca habló demás y siempre protegió a los que estaban encerrados con él.
“Fueron torturas muy fuertes, no quiero mencionarlas porque me apena, pero todas las torturas que se inventaron se las aplicaron a él”, expresó Sánchez hijo, quien asegura que casi seis décadas después todavía no logra reponerse de crecer sin la presencia de su padre.
Se enteró de la muerte de su progenitor por el periódico en noviembre de 1961, debido a que su madre Josefina Padilla no quería darles la información a sus hijos para no arruinarles la Navidad. “Fue muy fuerte enterarme por el periódico. Ella nos sentó a mis hermanos y a mí, nos explicó y todos lloramos”, añadió sobre ese instante en que quedó definitivamente aniquilada la esperanza del anhelado reencuentro con su padre.
Amenaza
“Tenemos ahora la amenaza real de que un trujillito quiera alzarse con el santo y la limosna”, expresa al referirse a Rafael Domínguez Trujillo, el nieto del dictador que aspira a la Presidencia de la República.
“Eso no se puede permitir por dos razones, porque aunque no tuvo culpa, defiende las actuaciones de su abuelo, y segundo porque está violando la ley 50-82 de 1962 que prohíbe las loas y actividades trujillistas, y este muchacho lo está haciendo”, agregó.
Lamentó que Domínguez Trujillo reciba el apoyo de una juventud que no conoció la dictadura y de personas que se beneficiaron de ese régimen. “Este muchachito nieto de Trujillo e hijo de Angelita dice que no tiene que pedir perdón por lo que hizo su abuelo, cuando hasta el Papa pidió perdón por lo que hicieron los curas hace 500 años”, declaró.
Su madre biológica Carmen Pérez falleció cuando Sánchez hijo tenía tres años y, Padilla, la segunda esposa que tuvo su progenitor, se encargó de levantarlos sin odios ni rencores, aunque él dice que siempre tuvo el anhelo de encontrarse cara a cara con el asesino de su padre.
Criticó que la mayoría de los asesinos y grandes torturadores de la tiranía de Trujillo murieran tranquilos en sus camas y otros se pasean sin ninguna consecuencia por las vías públicas.
“La Comisión de la Verdad hay que darle vigencia, en otros países existe y se le han dado facilidades para averiguar qué pasó, quiénes son los muertos y quiénes los mataron”, declaró Sánchez hijo, quien ha seguido los pasos de su padre y hoy es un prominente jurista.  
Refiere que su tío Homero Hernández Almánzar aportó parte de las armas usadas en el ajusticiamiento de Trujillo y de su casa en la calle Josefa Perdomo fueron sacadas para colocarlas en el carro de Juan Tomás Díaz.
Hubiera preferido crecer con su padre, pero con el tiempo ha asimilado que su signo era morir por la patria. “Yo hubiera preferido que estuviera aquí, tenerlo con vida, y el país hubiera conseguido mucho con mi papá vivo, porque fue un líder”.
Consideró que el legado de su padre lo compromete a llevar una trayectoria limpia y contribuir a la preservación de la libertad que se alcanzó con el ajusticiamiento de Trujillo.
Su mayor anhelo es que salga a relucir la verdad y que se haga realidad la construcción de un monumento a los desaparecidos a orillas del mar Caribe, en la autopista Las Américas, donde arrojaron la mayoría de los cadáveres de personas asesinadas por la dictadura.
PRESIONES
Su abuelo mostró firmeza contra el dictador Trujillo

Su abuelo firmó el primer tratado de delimitación fronteriza con Haití, en 1929, siendo canciller del gobierno de Horacio Vásquez. Con Trujillo ya en el poder se negó a aceptar ese mismo cargo al dictador en varias ocasiones, pero por presiones porque su sobrino Ramón Rafael Ellis Sánchez fue apresado por participar en el primer complot contra el sátrapa, le aceptó el puesto de senador, en 1935.
Cuando le renunció a Trujillo como legislador a raíz del apresamiento de su padre, mandó la placa de su vehículo al dictador con la renuncia y éste se la devolvió con tres funcionarios diciéndole que no la aceptaba, pero su abuelo se mantuvo firme. “Díganle a Trujillo que no puedo servirle a un gobierno que me tiene un hijo preso y me mató otro”, le mandó a decir al tirano con sus emisarios.

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