La muerte Trujillo fue la coronación de una conspiración tramada en el seno de varias de las más influyentes familias dominicanas, hartas de los excesos del régimen.
Trujillo fue un un militar y político que gobernó como dictador desde 1930 hasta su muerte en 1961. Conocido como “El Jefe” o “El Benefactor”, ejerció la presidencia como generalísimo del ejército entre los periodos 1930-1938 y 1942-1952 y gobernó de forma indirecta durante los periodos 1938-1942 y 1952-1961, valiéndose de presidentes títeres.
Sus 31 años de gobierno son conocidos como la Era de Trujillo, y considerados como una de las tiranías más sangrientas de América Latina.
Su gobierno se caracterizó por el anticomunismo, la represión a toda oposición y el culto a la personalidad. Las libertades civiles fueron inexistentes y se cometieron constantes violaciones a los derechos humanos.
Sumergió el país en un estado de pánico y «respeto», donde una muerte podía ser encubierta como un «accidente» y cualquier persona sindicada como desafecta podía ser encarcelada y torturada en una de las cárceles clandestinas destinadas a esa práctica.
Su ajusticiamiento ocurrió en la avenida George Washington cuando el generalísimo (como también se le llamaba), se dirigía a su casa en San Cristóbal.
En dicha vía fue sorprendido por un complot cuyos integrantes eran: Salvador Estrella Sadhalá, Antonio Imbert Barreras, Antonio de la Maza, Huáscar Tejeda, teniente Amado García Guerrero, Roberto Pastoriza y Pedro Livio Cedeño.
Los antes mencionados alcanzaron el vehículo en que viajaba Trujillo y lo tirotearon, logrando terminar con la vida del tirano, pero su plan no fue del todo perfecto, porque después que se diera a conocer la noticia de que este estaba muerto los agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), se lanzaron a buscar pistas y encontraron a muchos de los integrantes del complot.
La escena donde se produjo el ajusticiamiento de Trujillo no fue limpiada, se dejaron armas registradas a nombre de los conspiradores, el auto de uno de ellos también fue abandonado cerca del lugar del crimen, pero el error que causó la muerte de todos los conspiradores fue el no haber matado a Pedro Livio Cedeño, quien resultó herido de gravedad, aunque no se sabe a ciencia cierta quién le propinó las heridas, y el no preocuparse en matar al chofer de Trujillo Zacarías de la Cruz.
Con la muerte de Rafael Leónidas Trujillo, se puso fin a una de las dictaduras más siniestras del Siglo XX.
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