De
la Rosa nunca se arrepintió de haber participado en el cuádruple asesinato, que
dejó a nueve hijos en la orfandad, ni tampoco procuró el perdón de sus
víctimas, a quienes, por el contrario, solía referirse en términos crudamente
insultantes
Lawrence,
Massachusetts,Estados Unidos.( Alexander Peña/Acento.com.do).- Ciriaco de la
Rosa, uno de los confesos asesinos de las hermanas Patria, Minerva y María
Teresa Miraabl, y del joven Rufino de la Cruz, vivió tranquilamente por más de
tres décadas en esta ciudad de apenas 19 kilómetros cuadrados y que alberga a
una vasta comunidad dominicana, con hondas raíces en la provincia Hermanas
Mirabal (antes Salcedo).
El
ex militar, vinculado a numerosos crímenes de Estado durante la dictadura
trujillista (1930-1961) “huyó” de la prisión donde purgaba condena junto a los
demás coautores del hecho -en 1965-, radicándose posteriormente en Estados
Unidos hasta su muerte, acaecida en 2002 ó 2003, según diversas fuentes.
De
la Rosa nunca se arrepintió de haber participado en el cuádruple asesinato, que
dejó a nueve hijos en la orfandad, ni tampoco procuró el perdón de sus
víctimas, a quienes, por el contrario, solía referirse en términos crudamente
insultantes.
Se
sentía seguro e impune; a salvo de cualquier reclamo o ajuste de viejas
cuentas. Tanto así, que pasaba buena parte del día jugando al dominó en un
local identificado justo con el nombre “Hermanas Mirabal” del Partido
Revolucionario Dominicano (PRD), irónicamente una organización fundada por
exiliados antitrujillistas.
“Me hice amigo del hombre, no del asesino”
José
Luis de León, ex dirigente del PRD y amigo de CDR
José
Luis de León conoció a “Don Chago” a comienzos de los noventa en algún lugar de
este dinámico pueblito, donde las típicas bodegas, las barberías, los “pica
pollo” y todo lo que huela a dominicano proliferan casi tanto como en el Alto
Manhattan.
Pocas
semanas bastaron para que forjara una sólida amistad con aquel septuagenario
jugador de dominó, que en público era muy reservado, pero en privado revelaba
sus dotes de conversador, impenitente lector y generoso donante al momento de
hacer favores o algún oportuno “serrucho”.
De
León, entonces activista y secretario de Prensa del PRD en Lawrence, ignoraba
aún lo que cinco años después vino a darle la sorpresa –y acaso también el
susto- de su vida.
Y
no era para menos. Un buen día descubrió que Don Chago, el mismo señor que
siempre le obsequiaba mentas -como para endulzar aún más el afecto y los
constantes diálogos- era también Ciriaco de la Rosa, el temible agente y
coautor del crimen más emblemático de la dictadura.
“Fue
un viernes, en noviembre, cuando leí en El Nacional que quien mató a las
Mirabal vivía aquí, y le pregunté a un compañero ‘¿pero dónde es que vive
Ciriaco?’. Él pensó que yo estaba relajando, pero luego se dio cuenta que
hablaba en serio, que en realidad no sabía y me reveló que era el mismo Chago”,
relata De León a este reportero.
Cuenta
que al cabo de varios días volvió a encontrarse con el ex militar trujillista.
“El problema era que ya la amistad era bien fuerte, así que seguí siendo su
amigo”.
Ese
día, por primera vez en cinco años, le preguntó a “Don Chago” sobre Ciriaco de
la Rosa, las Mirabal y su ardiente fervor, que nunca disimulaba, hacia el
‘jefe’ Rafael Leónidas Trujillo.
Recuerda
que “cuando le preguntaba (sobre las Mirabal), él negaba su participación
directa en el hecho”, al tiempo que admitía haber liquidado a “miles” de
disidentes políticos.
“Caballero,
yo mataba gente a diario (en RD) y nadie me los reclama; pero a esas mujeres yo
ni les puse la mano, y ese es el crimen que el pueblo me reclama”, decía el ex
agente del extinto Servicio de Inteligencia Militar (SIM), organismo al que se
le atribuyen miles de asesinatos y desapariciones.
Sin
embargo, según sus propias declaraciones en el histórico juicio contra los
verdugos de las Mirabal y su chofer Rufino de la Cruz (1962), Ciriaco admitió
haber matado a palos a “la más gordita” (Refiriéndose así a Patria) y dirigido
en el terreno todos los detalles del siniestro “operativo”.
“Nunca militó en el PRD”, pero “cooperaba”
Fernando
Muñoz, presidente de la Zona “Hermanas Mirabal” del PRD
Otra
amistad que cultivó Ciriaco en el PRD fue la de Fernando Muñoz, actual
presidente de la zona Hermanas Mirabal, que para entonces tenía su sede en el recinto
homónimo, localizado en la calle Franklin de esta ciudad.
Señala
que conoció al personaje en 1987 “por medio a su hijo (Conocido como “Cirito”)
y al dominó”, aunque aclara que éste nunca militó ni llegó a ser miembro del
partido blanco.
Muñoz
conocía de las acusaciones que pesaban sobre “Chago” mucho antes de conocerlo
en persona, pero eso no impidió que entre ambos surgiera “una buena relación de
amistad”.
“Claro
que sabía. Yo soy de Tenares y milité en el 14 de junio, después en el PRD,
incluso fui al velorio de las Mirabal teniendo 14 ó 15 años. Para mí él era un
hombre servicial, que hacía muchos favores, aunque se dijera otra cosa de él.
Si él brindaba su amistad y uno veía que era sincera, uno no podía rechazarla”,
aduce.
Señala
que De la Rosa “cooperaba algunas veces para el pago de la renta o la luz del
local; ‘miren estos cincuenta dólares, porque yo vivo aquí’, decía; e inclusive
su hijo (Conocido como “Cirito”) fue tesorero de la zona (Hermanas Mirabal)”.
Impune y desafiante, en la mayor colonia salcedense
Durante
sus primeros años en Lawrence, De la Rosa salía poco a la calle y andaba
siempre “chivo”, como se dice en buen dominicano. Es decir, con los ojos bien
abiertos ante cualquier eventualidad.
Permanecía
casi siempre en su apartamento, tal vez a sabiendas de que justamente aquí
reside la mayor colonia de inmigrantes oriundos de Tenares, Salcedo y otros
municipios de la que después sería rebautizada -en el 2007- como la provincia
Hermanas Mirabal.
Allí,
en la sección Ojo de Agua, crecieron en familia las tres heroínas apaleadas y
estranguladas por Ciriaco y sus hombres, a las que éste, en las contadas
ocasiones que tocaba el tema, solía llamar despectivamente “los cueros”.
Con
el paso del tiempo, el otrora hombre fuerte del SIM fue perdiendo el temor a
represalias y hasta se daba el lujo de retar en público a sus “detractores”.
Perredeístas
reunidos en su local.
Miguel
Tavárez, ex titular de la zona Hermanas Mirabal (PRD) y actual presidente del
Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD), narra que “había gente que lo
denunciaba, que protestaba en programas de radio, y él también llamaba y los
desafiaba; llamaba, y decía ‘ven, párate en el parque, vamos, cuando tú
quieras’”.
Para
Consuelo Polanco, hija de crianza de doña Dedé Mirabal –única sobreviviente de
aquella tragedia familiar-, la presencia de Ciriaco por estos predios fue una
amarga sorpresa.
“Cuando
llegamos aquí, en el 1974, me dijeron ‘mira, ahí vive Ciriaco de la Rosa’, y yo
me asusté. Nunca tuve contacto con él, gracias a Dios, porque para mí, él era
un enemigo de nosotros”.
Subraya
que la gente de la comunidad “sí vivía con su rencor, con su dolor. Hablaban,
comentaban, a mí me decían ‘él vive ahí mismo, cerca de donde tú vives’. Nadie
le daba el frente, pero sí se le cuestionaba”.
También
Domingo Mejía, dirigente del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y amigo
de la familia Mirabal, sostiene que “ese señor solo visitaba ese local (del
PRD), no salía por las calles de Lawrence porque sabía que no era bien visto
aquí; la comunidad lo repudiaba, aunque dos o tres compartieran con él”.
“Una ficha muy importante del SIM”
Mejía
corrobora las versiones de que al menos tres de los matadores de las Mirabal
arribaron en los setenta a Lawrence, pero solamente el asiduo visitante del
local perredeísta optó por quedarse. Los demás habrían partido hacia otros
estados, como New Jersey.
Y
es que De la Rosa no era un represor común y corriente del régimen. Pertenecía
a la élite y por ello le encomendaron los pormenores más puntuales y
sanguinarios del horrendo crimen.
Luisa
de Peña Díaz, directora del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana
(MMRD), lo describe como “uno de los asesinos y torturadores más terribles” al
servicio de la tiranía.
“Él
no era cualquier asesino, era una ficha muy importante del SIM; tenemos
muchísimas pruebas y testimonios de personas que están vivas, de que era de los
principales torturadores de la 40 (una de las prisiones más temidas del
régimen)”.
De
la Rosa –según consta en los archivos del MMRD- también intervino activamente
en la cacería contra los ajusticiadores de Trujillo, y en la muerte balazos, en
combate desigual, de tres de ellos: Antonio de la Maza, Juan Tomás Díaz y Amado
García Guerrero.
Lamenta
que no se les hiciera justicia a las Mirabal, a pesar de las confesiones y
pruebas abrumadoras aportadas “en el único juicio por crímenes de la dictadura
que pudo celebrarse” en la República Dominicana.
Entrevistada
por vía telefónica, De Peña comenta que “todos ellos vivieron y murieron
protegidos en los Estados Unidos, cuatro de los cinco autores y Alicinio (Peña
Rivera)”, jefe operativo del crimen y quien murió en Puerto Rico.
Apunta
que éste último “fue también ejecutor material, porque Minerva no murió de una
vez; cuando se la llevaron, ella estaba viva, todavía respiraba, y la
ahorcaron”.
Dos
hijos de Patria Mirabal –entonces de 16 y 19 años- vivieron el trauma de ver
los cuerpos desfigurados de su madre y sus tías, así como las huellas de las
manos homicidas en el cuello inerte de Minerva, madre de la hoy diputada Minou
Tavárez Mirabal.
“Minerva
tenía la lengua mordida y los dedos marcados en el cuello; Patria tenía una
lágrima de sangre producto del derrame del cráneo, y María Teresa tenía el
cráneo hecho pedazos por la cantidad de palos” que le propinaron.
En
1962, los cinco autores directos del hecho fueron sancionados con 30 años de
prisión, la pena máxima según las leyes dominicanas. Excepto Ciriaco de la
Rosa, condenado a solo 20 años por haber “colaborado” con el proceso judicial.
Finalmente, ninguno pasaría más de dos años tras las rejas.
Trujillista hasta la muerte
Parcialmente
oculto, Joaquín Balaguer, un cura católico, Rafael Trujillo, y su hermano
Negro.
Rafael
Gutiérrez siempre vio a De la Rosa como “un buen vecino” que “hacía muchos
favores, ayudaba a las personas”, y que subsistía con dinero producto de sus
ingresos y de la venta de algunos inmuebles que tenía en la República
Dominicana.
“Él
no hablaba de política con nadie, pero era trujillista hasta muerte, eso sí; el
que le hablara contra Trujillo sabía que tenía que irse de su casa”, en donde
conservaba y exhibía fotos de su otrora benefactor, recuerda Gutiérrez.
Hay
quienes afirman que hasta tenía un altar, en el que encendía velones en honor
al venerado “jefe”, que le tuvo siempre como uno de sus hombres “de confianza”
para las acciones represivas.
De
Ciriaco se sabe que murió en febrero de 2002 o de 2003 en el Lawrence General
Hospital, a causa de complicaciones de salud, y que también fue enterrado en el
estado de Massachusetts.
Además
de su esposa, quien falleció tiempo después, le sobrevivieron dos hijos:
“Cirito”, que fue oficial de la Policía de Lawrence y posteriormente de la
Policía Nacional dominicana, en la década pasada.
Y
la hija mayor, que perdió la vida dos ó tres años después que su padre, en un
accidente de tránsito ocurrido en una de las vías céntricas de la ciudad.
Curiosamente,
se llamaba Minerva.
“Jaime David venía mucho aquí y nunca hizo nada”
José Luis de León, ex dirigente del PRD
El
local se llamaba así, pero esas son las cosas contradictorias de la vida. No es
que una cosa justifica la otra, pero Jaime David (Fernández Mirabal) vivió aquí
y venía e iba cerca de donde él vivía. Ninguno de los Mirabal ni teniendo el
poder del Estado lo enfrentaron; entonces yo siendo un ciudadano simple,
tampoco tengo que estar en eso. A Chago ninguna autoridad lo persiguió nunca.
Él estaba viviendo aquí con un permiso, en condición de refugiado.
“A un partido puede ir todo el mundo, y más si es dominicano”
Fernando Muñoz, presidente de la Zona Hermanas Mirabal del
PRD.
A
él (CDR) nunca lo objetaron. Hubo gente que hablaba, dirigentes que decían,
inclusive hubo uno un dirigente que trató de objetarlo y nosotros le dijimos
que no podíamos sacarlo de allá, porque un partido puede visitarlo todo el
mundo, y más si es dominicano. Yo siempre dije que si Jaime David fue hasta
Vicepresidente (1996-2000) y estaba aquí a cada rato y no decía ni hizo nada, o
los mismos dirigentes del PLD ¿por qué nosotros teníamos que hacerlo?
“Él nunca debió entrar a un local que llevara ese nombre”
Consuelo Polanco, amiga cercana de la familia
Mirabal
Yo
pienso que él era el primero que no debería ir ahí, si ese lugar tenía un
letrero que decía Hermanas Mirabal. Pienso que él tenía que respetar, parece
que no tenía conciencia. Porque es una cosa muy grande lo que ellos hicieron,
fueron tres mujeres. Donde quiera que tú vas lo que tú has hecho, eso va
contigo; eso no es que está perdonado. Él se fue pero todavía esa historia va a
quedar para siempre.
“A su casa entra quien usted quiere que entre”
Domingo Mejía, dirigente del PLD y amigo de la familia
Mirabal
Es
penoso que aquí existió un local del PRD que el señor De la Rosa visitaba
frecuentemente, donde jugaba dominó, donde habían cuadros de las hermanas
Mirabal, del coronel Caamaño, del doctor (José Francisco) Peña Gómez. Yo me
pregunto ¿por qué tanto los miembros de ese partido, como los demás que iban a
ese lugar, aceptaban la presencia de ese señor? Nosotros teníamos nuestro local
ahí cerquita, en la otra esquina, y él nunca se atrevió a ir.
“Deberían sentir vergüenza de juntarse con asesinos”
Luisa de Peña Díaz, directora del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana
Es
una vergüenza, jamás debieron permitirlo. Yo en lo personal no me junto con
asesinos, no me siento a beber un trago con asesinos, porque el hombre que le
cae a palos a una mujer para matarla porque lo mandaron, es capaz de cualquier
cosa. Quienes
permitieron eso deberían ser llamados a capítulo por la dirigencia de su
partido, que de seguro no aplaude eso. Reconocer a las Mirabal no es poner un
letrero en un local, es actuar en consecuencia y defender su legado.
“Debimos haber hecho lo que correspondía, y no lo hicimos”
Víctor Jarvis, Comisionado de los Derechos Humanos de
Lawrence.
Víctor
Jarvis, Comisionado de los Derechos Humanos de la ciudad de Lawrence
Definitivamente
es una incongruencia nuestra, como comunidad, el no haber hecho nada cuando ese
señor aún estaba en vida; el no haber hecho lo que correspondía por ley. No
solo los salcedenses, los dominicanos de acá, sino el Estado dominicano como
tal, que no siguió una persecución, que no pidió una extradición. Lo del local
fue algo inaceptable, y ojalá aprendamos de estos hechos bochornosos que tanto
daño han traído a nuestro país.
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