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domingo, 4 de mayo de 2014

Amores de dictadura

Crueles, autoritarios y violentos, pero alguna vez ellos amaron y así los amaron ellas: sus fanáticas, sus esposas, sus amantes. Así ha sido el amor para algunos “hombres fuertes”



Muchas de las mujeres que se acercaron a Adolfo Hitler se suicidaron o intentaron hacerlo. Su amante más famosa, Eva Braun, con quien convivió nueve años, lo intentó dos veces al inicio de la relación. Finalmente, se suicidó junto con él en el búnker




Por Arlen Cerda

En el amplio piso de la Prinzregentenplatz, de Munich, donde ella vivía con su madre, dos hermanos y su tío Alfie o Alf, que no era otro más que Adolfo Hitler, ella encontró el arma Walther calibre 6.35 mm de él, se apuntó al pecho y se suicidó. Era 19 de septiembre de 1931 y ella tenía 23 años de edad. Su nombre: Ángela María Raubal, pero la mayoría la conocía como “Geli”, la sobrina consentidísima de Hitler, a quien él mismo llevaba al teatro, el cine, a la ópera y hasta la acompañaba a ir de compras, con una inusual cercanía de parte de quien en un par de años se convertiría en el poderoso canciller alemán, que incluso se asegura que ambos en realidad eran amantes o que al menos él así lo deseaba.

Según distintos historiadores, “Geli” no era una muchacha con una belleza excepcional, pero sí era hermosa y jovial, con el cabello corto y ondulado que le enmarcaba un rostro coqueto.

Hitler la había recibido ocho años antes de aquella tarde, cuando le pidió a su hermanastra Ángela Hitler que se mudara con él como su ama de llaves, ya que hace años ella había enviudado.

Cuando “Geli” cumplió 19 años, Hitler ya le doblaba la edad, pero él la exhibía orgulloso, aunque ella se aburría en las actividades y prefería la música y el canto. Fue justamente por unas clases de música en Viena que discutieron aquel día durante el almuerzo. Ella preguntó: “Entonces, ¿no me dejas ir?” y él le respondió con un “no”. Porque no le gustaba que nadie más la viera y sabía que su chofer personal la pretendía. Por la tarde, con una carta de despedida a medias, la joven se suicidó.

Varios biógrafos de Hitler aseguran que “Geli” fue el único y verdadero amor del Führer y aunque él siempre desmintió furioso los rumores de un romance, la relación con ella era muy cercana y posesiva, e incluso se cuenta que ella llegó a decir a una amiga: “Mi tío es un monstruo, nadie puede imaginarse las cosas que me exige”, aunque no se sabe realmente a qué cosas se refería.

Años después, durante los juicios de Núremberg, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el comandante supremo de la Luftwaffe y amigo de Hitler, Hermann Wilhelm Göring, declaró que tras la muerte de “Geli”, Hitler quedó devastado y nunca permitió que las mujeres con quienes estuvo en los siguientes años rompieran el molde de bajo perfil que él les exigía, mientras repetía que él no se casaba, porque su deber no estaba con una mujer, sino con Alemania, para la cual se consagraba. Y las mujeres sí lo perseguían bastante.

Según la escritora francesa Diane Ducret, autora del libro Las mujeres de los dictadores , que lleva dos ediciones desde 2011, Hitler recibía en su despacho una correspondencia tan copiosa de admiradoras que fácilmente superaría las del cantante británico Mick Jagger y The Beatles juntos.

“Cuanto más se proyectaba el Führer en Alemania, más seguidores ganaba y más mujeres intentaban caer en sus brazos”, relata Ducret en un capítulo entero dedicado a Hitler bajo el título de “Un Führer llamado deseo”.

“Quiero tener un hijo suyo; es mi mayor deseo”, “Mi amor le pertenece a usted”, “Solo quiero ser tuya”, son algunas de las líneas extraídas de esa correspondencia a la que Ducret tuvo acceso, igual que a otras similares recibidas por el italiano Benito Mussolini o detalles descubiertos en la vida amorosa de otros polémicos líderes políticos como el comunista chino Mao Tse-Tung (1893-1976), el portugués Antonio de Oliveira Salazar (1889-1970), el emperador de la República del Congo, Jean-Bédel Bokassa (1921-1996), el político y militar iraní Saddam Hussein (1937-2006), el norcoreano Kim Jong-il (1942-2011) y hasta el cubano Fidel Castro, entre otros.

Según Ducret, la correspondencia que personajes como Hitler y Mussolini recibían de sus admiradoras, al igual que las numerosas experiencias íntimas de otros líderes: “Revela una característica desconocida de los sistemas dictatoriales: su poder se basa tanto en la coerción como en el potencial de seducción del dictador”.

SEDUCIDAS POR EL REVOLUCIONARIO


Joven y barbudo, Fidel Castro bajó de Sierra Morena en 1959 a la cabeza de una revolución que atrajo la atención del mundo, al mismo tiempo que él, con su aspecto desaliñado y su personalidad rebelde resultó atractivo y enigmático para muchas mujeres.

Un artículo publicado en el 2008 por Saikat Basu en New York Post, titulado Fidel Castro bedded 35,000 women, asegura que a sus entonces 82 años Castro se habría acostado con unas 35,000 mujeres según el cálculo del cineasta Ian Halperin, quien sostuvo a la publicación que desde que llegó al poder, Castro habría tenido al menos dos mujeres distintas al día y a veces hasta tres, en un plazo que para aquel año ya superaba las cuatro décadas.

Sin embargo, dos años antes, la periodista Raquel Martori ya había publicado uno de los trabajos más precisos que existe sobre las mujeres de Castro, cuando ella se propuso acercarse a la vida privada del entonces presidente cubano, que para esa fecha cumplía 80 años.

Damas de la alta sociedad, algunas de ellas rubias y de grandes ojos azules; otras mujeres sencillas, activistas de la insurrección... varias mexicanas, otras españolas, una inglesa e incluso una alemana que se enamoró perdidamente de él y años más tarde aceptó un trabajo de espía para matarlo... o modelos, actrices y periodistas. Las mujeres de Castro no caben dentro de una sola categoría y según Martori el tema “es un enigma” y “casi uno de los secretos más cuidadosamente guardados durante más de cuatro décadas, de tal manera que son escasos los detalles que en algún momento han logrado traspasar la espesa malla del silencio oficial del régimen comunista”.

Querido Fidel: mi vida, mi amor, mi traición , de Marita Lorenz, es una de esas excepciones que permiten conocer de primera mano una de las relaciones del líder cubano justamente con la joven alemana que años después aceptó el encargo de matarlo.

Lorenz y Castro se conocieron en 1959, cuando ella tenía 19 años y llegó a bordo de un buque crucero junto con su padre. Según Jesús Yáñez Pelletier, que para entonces era ayudante personal de Fidel, “la muchacha quedó fascinada por el revolucionario y el comandante encandilado con la belleza de la alemanita. Fue uno de esos fenómenos fulminantes que los hombres conocemos bien”.

Lorenz asegura que durante su noviazgo con Castro ella tuvo que competir por la atención de él contra la actriz Ava Gardner, quien visitó la isla exclusivamente para conocer al líder guerrillero. “Una vez me encontré con la Gardner en el elevador del hotel, aunque él (Castro) nos colocaba en diferentes hoteles para evitar problemas. Estaba borracha y me dio una bofetada. Evidentemente, se sentía celosa de mí”, aseguró Lorenz a la revista mexicana Proceso , en 2001.

En su libro, Lorenz también revela que años después del fin de su relación con Castro, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos la reclutó para que volviera a Cuba y se acercara a seducir al líder cubano con el fin de asesinarlo.

Según Lorenz, al verla Castro le preguntó: “¿Has venido a matarme?”. Ella le respondió que sí y él le entregó su arma y le ordenó que lo hiciera, pero la examante alemana dice que el amor de su juventud renació con ese contacto, tiró el veneno al inodoro y se marchó.

PASIÓN, OBSESIÓN, TRAICIÓN Y MUERTE


Cuando no fueron numerosas y efímeras, las relaciones amorosas de algunos de los dictadores más famosos de la historia, se caracterizaron entonces por ser enfermizas y desquiciantes.

El dictador de la República Popular China, Mao Tse-Tung (1893-1976), se lleva la palma de los cataclismos amorosos, según la escritora francesa Diane Ducret, quien relata en su libro Las mujeres de los dictadores como la segunda mujer de este, llamada Yang Kaihui, murió a manos de sus enemigos políticos porque ella eligió la muerte antes de traicionarlo. Sin embargo, luego él se volvió a casar y esta la tercera, He Zizhen, la dejó por la ambiciosa Jian Qing, quien quiso heredar su poder en el Partido Comunista y lo habría conseguido si los militares no le hubieran negado el apoyo.

De morir por amor supo también Clara Petacci, la famosa amante del dictador italiano Benito Mussolini durante más de doce años.

Casado oficialmente con Rachele Guidi con quien procreó cinco hijos, Mussolini fue un mujeriego incorregible que además de Petacci tuvo cientos de amantes, aprovechando la copiosa correspondencia de miles de admiradoras y simpatizantes fascistas que le rogaban por un solo minuto de su tiempo, aunque después de estar con ellas, él siempre volvía a los brazos de su amante casi treinta años más joven.

Con Petacci estaba aquel 27 de abril de 1945, cuando intentaba huir a Suiza al final de la Segunda Guerra Mundial y fue descubierto por una patrulla de la resistencia italiana.

Los rebeldes decidieron que Mussolini debía ser ejecutado y le ofrecieron a su amante la posibilidad de abandonarlo, pero Petacci les aseguró que ella moriría junto con él y así, cuando se descargó la primera bala contra il Duce, Petacci se interpuso para recibirla y ambos murieron fusilados. Más tarde, sus cadáveres fueron colgados de cabeza en una plaza pública, donde decenas los golpearon y escupieron.

El líder bolchevique Iósif Stalin tampoco escapó al amor. En 1903, catorce años antes de la Revolución de Octubre, se casó con Yekaterina Svanidze, de quien enviudó cuatro años después, porque ella enfermó de tifus y colitis ulcerosa.

Tras su muerte, Stalin aseguró que, además de su madre, Yekaterina fue la única persona a quien él realmente amó. Sin embargo, Stalin no solo abandonó al hijo que tuvo con ella, sino que también se quedó de brazos cruzados cuando este fue capturado por los alemanes e incluso rechazó la oferta de un canje que le hubiera salvado la vida.

Su segundo matrimonio no fue mejor. En 1917, Stalin se casó con Nadezhda Allilúyeva, quien era 23 años menor que él, y de quien se cuenta sufría graves ataques de migraña y esquizofrenia, por los celos que le provocaban las salidas de Stalin con otras jóvenes.

Las escritora francesa Diane Ducret y la periodista española Rosa Montero coinciden en que la relación de Stalin con Allilúyeva fue de amor-odio, pues públicamente ella nunca ocultó su admiración por su marido, pero en la vida íntima discutían constantemente.

Quince años después de su boda con Stalin, Allilúyeva fue encontrada muerta de un tiro en su habitación, sin que a la fecha se haya definido si su muerte se trató de un suicidio o de un disparo del propio Stalin, todo con un revólver Walther, del mismo tipo con el que se habría disparado la joven sobrina-amante de Hitler, allá en Alemania, apenas un año antes.

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