Andrés Candela
Todos los dictadores han sido seductores por excelencia, y los plomos de la realidad caen como condenas cuando la seducción se desenmascara.
Siempre me ha encantado la “libertad” que brindan meses como diciembre y enero para escribir y relatar algunas historias diferentes, es –por llamarlo de alguna forma– una tregua o pausa que nosotros mismos les imponemos a la desmesurada realidad y a todos aquellos personajes que siempre –más por sus defectos que por sus virtudes– son los indiscutibles “reyes” del imperio editorial durante todo el año.
En la víspera de las fiestas me encontraba hablando con el escritor cubano William Navarrete, y como consulta casi obligada le pregunté en qué texto o artículo estaba trabajando; me respondió: “Estoy escribiendo un cuento: ‘Pan con Ulises’. Simplemente con el título quedé intrigado, tentado y con la necesidad de saber de dónde carajos se le había ocurrido un título tan llamativo, aunque muy digno de su estilo y su prosa. “No te mostraré aún el cuento, pero sí te contaré quién es Ulises en aquella Cuba que a mí me tocó vivir antes de partir”, me compartió para calmar mi curiosidad.
“Cuando una dictadura de corte comunista se instaura en un país, lo primero que desaparece, como por arte de magia, es el papel de baño, pero sobran los folletines de propaganda del régimen, que al final terminan siendo usados para lo mismo. Venezuela, como lo sabes, ya tuvo su primera crisis de papel y muy pronto tendrán las siguientes, porque es como una especie de plaga o maldición del universo que siempre recae sobre estas dictaduras, incluso, con orden cronológico. En mi casa los rollos de papel llegaban gracias a un contacto que tenía mi madre en la embajada española, y desde allí nos suministraban el acariciador papel; luego, en su respectivo orden, comenzó una disminución acelerada en el transporte público, ¡por eso Cuba tiene tan buenos corredores y atletas! Así, progresivamente, van desapareciendo diversos productos y de igual forma las personas tienen que echar mano del ingenio para proveerse de lo más esencial.
En Cuba nadie supo cuándo ni en qué momento desapareció por completo la mantequilla, y cuando la volvimos a ver habían pasado casi veinte años; o sea, casi el mismo tiempo que necesitó Ulises para regresar a Ítaca; por eso, durante algún tiempo, en cuba las personas te ofrecían pan con Ulises y muchas cosas volvieron a prepararse con el legendario viajero”.
* * * *
Lo absurdo de esta historia nos divierte y puede hacernos pasar un buen rato, como me ocurrió a mí; no obstante, lo lógico sale a flote, hiere y se despierta como una sospecha anestesiada o como un futuro amenazador: ¿Nos puede llegar a ocurrir lo mismo a nosotros? ¿Podemos terminar contagiados desde Venezuela o –incluso– nos pueden infectar desde la lejana Cuba? Pero nos dicen, nos afirman y nos repiten que no, ¡eso jamás nos ocurrirá! Son temores que no tienen que despertarse entre nosotros porque “somos la democracia más estable del continente”.
Sin embargo... ¿Desde dónde nos llegan tan “apaciguadoras” palabras, quién es el evangelizador y dueño de tan seductor discurso? Todos los dictadores han sido seductores por excelencia, y los plomos de la realidad caen como condenas cuando la seducción se desenmascara como una tiranía inundada de absoluta egolatría; después, ¡los esclavos lloran y pululan por doquier porque “Ulises y no sé cuántas cosas más han partido”!
P. S.: Dios, una plegaria, un café y una palabra para todos ustedes en este nuevo año.
Andrés Candela
No hay comentarios:
Publicar un comentario