Fuente:jingleelectoral.com
La música ha sido una de las expresiones más antiguas del hombre que junto con el lenguaje, han dado forma a la sociedad humana en cuanto a su evolución y desarrollo intelectual. Culturas primitivas han utilizado esta forma de expresión para invocar lo sagrado, para transmitir sus creencias a otras generaciones, para reafirmar las jerarquías del poder de ciertas castas ante un determinado grupo social; y hasta para prepararse para la guerra.Cuando Hitler gobernó durante la Alemania nazi, la música clásica fue utilizada como una poderosa herramienta de sugestión. Al finalizar un discurso público, el ambiente era impregnado de cantos germánicos nacionalistas como el “Deutschland über alles” que afianzaban el sentimiento de patriotismo y resurgimiento del poder entre sus tropas y demás presentes (Cartier, 1976).
El ministro de propaganda nazi, Goebbels, tomó el control del contenido de la radio en 1933, que al final de ésta década dos tercio de la programación consistía exclusivamente en música (Burleigh, 2005). El contenido ideológico para estimular la participación de la audiencia en actos de masas era alternado con el contenido musical, especialmente composiciones de Wagner y Beethoven.
La práctica de conjugar la música en un ambiente discursivo ya había sido presenciada por Hitler como espectador en su juventud, alrededor de 1920, en mítines de diferentes partidos alemanes: Demócrata, Nacionalista Alemán, Partido Popular Alemán, entre otros. La canción patriótica, en este caso, contiene una carga simbólica que conlleva un ideal de unión e identificación con respecto al movimiento al que se pertenece. En el libro ”Mi lucha” escrito por Hitler en 1924, éste sostenía que:
“Los oradores hacían lo posible por levantar aquella pacífica atmósfera (…) Al cabo de tres cuartos de hora, todo el concurso se hallaba en suspenso, como en un éxtasis interrumpido una que otra vez por el ruido que metía uno que se marchaba (…) Terminado el acto, el presidente suplicaba se entonase alguna canción patriótica alemana”.
A continuación, se presentan imágenes de la obra maestra del documental propagandístico, “El triunfo de la voluntad” (Triumph des Willens) de 1935, de la cineasta alemana Leni Riefenstahl, propuesta revolucionaria en todas sus técnicas de filmación, postproducción y musicalización; en el cual se utilizaron como scores del filme, la música de Herbert Windt y de Richard Wagner.
Particularmente, muchas de las obras de Wagner fueron inspiradas en historias germánicas antiguas en las que Hitler, tal vez, encontró refugio y consuelo, donde albergaba sus ideales épicos, que posteriormente pudieron inspirar sus manejos en la política. Burleigh (2005) observa al respecto:
“El objetivo de Hitler al irse a Viena era estudiar en la Academia de Bellas Artes. Después de suspender en las pruebas de acceso se quedó en la ciudad, donde gracias al dinero que le enviaba su familia subsistió como pobre ocioso. Contrajo un interés obsesivo por las óperas de Richard Wagner (…) Las obras de Wagner le aportaban un mundo de fantasía heroica marcadamente distinto de la vida que estaba llevando; lo cual hace que resulte sumamente difícil de entender su carrera en las categorías políticas convencionales”.
Aquí se escucha: ”La Valkiria” de Richard Wagner.
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