La opinión de Aquiles Julián
“La necesidad de la muerte de Trujillo
surgió como surge en una comunidad cualquiera la necesidad de matar una alimaña
que se convierte en un peligro para todos sus miembros.”
Ángel Severo Cabral
Escribo
esto el martes 18 de diciembre del 2012, aniversario del asesinato en 1965,
hace 47 años, del héroe de la gesta del 30 de Mayo Ángel Severo Cabral.
Fue un
crimen pagado, como tantos, a cargo de esbirros, que permanece convenientemente
olvidado porque develaría muchas verdades y desenmascararía falsas proceridades
de reales canallas.
Esa
muerte robó al país a uno de sus héroes más probos y de vida más ejemplar. Que
supo resistir las seducciones del trujillismo y se negó a servirle. Que supo ir
con dignidad a la cárcel y nunca renunciar a su determinación de quitarnos de
encima a aquel tirano. Que supo reunir hombres y coordinar anhelos hasta que se
produjo el golpe maestro que inició el fin de la tiranía.
Admiro
a todos los héroes del 30 de mayo.
Todos
tienen mi respeto, mi admiración y mi gratitud.
Pero
admito que uno de mis favoritos lo es Ángel Severo Cabral Ortiz.
EL MITO DE LA “REVOLUCIÓN DE ABRIL”
Ángel
Severo Cabral fue asesinado delante de su esposa y sus dos hijas. Del crimen
hay fuertes indicios que comprometen a uno de los falsos héroes de la falsa “revolución” de abril: Manuel Ramón
Montes Arache, quien sirvió a la causa de Ramfis Trujillo hasta el último día
que aquel respiró y que hoy se nos vende como un prócer, cuando toda su vida
fue un rufián.
De
gente como él está llena nuestra fementida proceridad, sobre todo aquella de
las últimas décadas.
Héroes
verdaderos, como Ángel Severo Cabral, terminan ignorados y arropados por “héroes” de conveniencia, fruto de la
infame alianza entre el trujillismo y, asómbrese, el perredeísmo y la
seudoizquierda, que toda la vida le han hecho el trabajo sucio a aquellos.
Montes
Arache, el que soltó y permitió escapar a la ira popular al criminal del SIM y
uno de los asesinos de las Mirabal, Alicinio Peña Rivera, acción que lo revela
y pone en evidencia sus intereses y valores, los motivos que motorizaban sus
acciones encubiertas como “constitucionalistas”,
era el mismo que había participado en el complot para asesinar al presidente
venezolano Rómulo Betancourt y el mismo que luego traicionaría a su amigo
Francis Caamaño Deñó, cuando aquel dio un giro a la izquierda.
Sin
embargo, murió en olor de santidad, condecorado como héroe nacional.
¿QUÉ INTERESES MOTORIZARON LA
LLAMADA “REVOLUCIÓN DE ABRIL”?
Aquel
movimiento no tuvo nada de constitucionalista ni de patriótico, pese a toda la
parafernalia retórica que perredeístas e izquierdosos han montado para encubrir
la verdad profunda de aquel acontecimiento.
Se
trató, en realidad, de un intento de una parte de las FF.AA. comprometida con
Ramfis Trujillo para reponerlo en el poder.
La ida
de Ramfis Trujillo en noviembre de 1961 era una última y desesperada jugarreta
para lograr que la OEA y los norteamericanos levantaran las sanciones al país.
Sin
embargo, esa acción terminó por resquebrajar el férreo control
policíaco-militar y generó la primera ruptura significativa en las fuerzas
armadas de la tiranía (que no de nuestra nación, porque era un ejército local
de ocupación contra los propios dominicanos, como fue constituida desde sus
orígenes por los interventores norteamericanos), al insubordinarse la Base
Aérea de Santiago y reclamar la salida del país de todos los Trujillo.
Aquello
escapaba a los planes urdidos y dio un giro a la situación. El entonces
presidente titular, Joaquín Balaguer, se vio obligado a pactar con los líderes
de la Unión Cívica Nacional, UCN, un gobierno colegiado, con representación de
la iglesia y de los dos sobrevivientes conocidos de la trama que dio fin a la
vida de Trujillo, formándose el Consejo de Estado.
En
enero de 1962 Balaguer fue sacado del poder. La intentona de golpe de Estado
que montó Rodríguez Echavarría fracasó. Dos coroneles: Rafael Fernández
Domínguez y Elías Wessin y Wessin, liberaron a los miembros del Consejo de
Estado retenidos en el Palacio Nacional y les devolvieron la autoridad.
Ramfis
Trujillo vio frustrado sus planes de retornar en pocos meses al país y los
sectores más proclives al trujillismo en las Fuerzas Armadas se vieron
relegados a un segundo plano, mientras jerarcas militares de segunda categoría
se aliaban a los cívicos para alcanzar nombradía y promoción jerárquica.
Y fue
ese sector repentinamente venido a menos de los antiguos cofrades de Ramfis los
que conspiraron para alcanzar que aquel retornara al país.
Esa y
no otra es la real historia de la “revolución”
de abril. Lo demás es retórica barata para engatusar incautos. Y lo han logrado
en muy buena medida.
UNO DE MIS HÉROES FAVORITOS
Ángel
Severo Cabral Ortiz nació en el 21 de febrero de 1910 en San José de Ocoa. Su
padre era Heriberto Cabral Tejeda y la puertorriqueña Segunda Ortiz, nativa de
Ponce.
Los
Cabral es una familia de origen portugués, en que han sobresalido militares,
políticos, educadores y profesionales, emparentada con una gran cantidad de
familias dominicanas.
Estudió
en el Colegio Santo Tomás de Aquino y luego en la Escuela Normal.
Concluido
el bachillerato hizo carrera universitaria en la entonces Universidad de Santo
Domingo, graduándose de agrimensor y también de doctor en Derecho, en 1952.
Desde
sus años universitarios las inquietudes políticas y patrióticas le procuraron
sinsabores, siendo apresado por ellas durante la tiranía.
En San
José de Ocoa fue de los fundadores de la Sociedad Teosófica, aquel movimiento místico
que forjaran Helena Blavatsky y otros y
que culminó con Krhisnamurti.
Trujillo
buscó, como lo haría con otros, incorporar a Severo Cabral dentro de su
maquinaria de cortesanos. Nunca le aceptó un cargo, con todos los riesgos e
inconvenientes derivados de esa entereza suya.
Y
resistió hasta el máximo el afiliarse al Partido Dominicano, lo que le tachaba
de inmediato de desafecto al régimen.
NOMBRE EN CLAVE: “PLUTARCO”
A
sabiendas de que arriesgaba no sólo su cuello, sino la suerte de su esposa e
hijas, pero igual por ellas (era imposible sustraer sus hijas a la libinosidad
de Trujillo, quien no sólo satisfacía sus instintos sino que también
aprovechaba para humillar y rebajar a las familias con esa acción infame),
Ángel Severo Cabral se lanzó a organizar la resistencia interna al dictador.
Obtuvo
para esos fines “La Palmita”, el
carnet del Partido Dominicano sin el cual no se podía viajar al interior, pues
quien no lo poseía era detenido en las numerosas postas militares de control a
lo largo de las carreteras dominicanas.
En
notas para la posteridad, el mismo Severo Cabral escribe: “Escribí, con Tapia, (José Francisco Tapia Brea), los fines de la organización, con anotaciones para un plan de
gobierno.”
Con
diversos pretextos y razones que alejaran sospechas sobre sus reales fines, se
dio a la tarea de detectar y agrupar el creciente descontento con un régimen
feroz que no se detenía ante nada.
Tanto
en el Sur como en el Cibao, Severo Cabral mantuvo contactos y forjó relaciones
destinadas a dar término al latrocinio trujillista. Y se gestaron
organizaciones como Acción Democrática
Dominicana y el Frente Cívico de Unidad
Nacional, ambas entidades promovidas por Ángel Severo Cabral.
Él
mismo cuenta: “Celebramos, en mi casa,
una primera reunión con representantes de San Juan, Azua, San Pedro de Macorís,
la capital y San Francisco de Macorís. Allí fueron aprobadas las bases de la
organización así como su designación de Acción Democrática Dominicana.
Más
tarde el Lic. Tapia hizo contacto con una organización que estaba surgiendo en
Santiago, con fines semejantes a la nuestra, y resolvimos unificarlas.
En
una próxima reunión figuró también como asistente el Dr. Federico Carlos
Alvarez y en ella resolvimos llamar a la agrupación resultante Frente Cívico de
Unidad Nacional, que ya tenía la pretensión de reunir en una sola organización
todos los movimientos que pudieran existir, con fines parecidos.”
Estos
núcleos posteriormente sentarían las bases de lo que fue la Unión Cívica
Nacional, UCN.
Para
1961 Ángel Severo Cabral era jefe del Departamento Agrícola de la Casa Vicini y
era quien enlazaba a Gianni Vicini, el cabeza por entonces de la Casa Vicini y
quien asumió la determinación de contribuir a sacar a los Trujillo del
poder, con el Grupo de Acción, encargado
de liquidar al Trujillo. Su nombre en clave era “Plutarco”.
LOS NORTEAMERICANOS NO SON MÁS
QUE “BUCHIPLUMAS”
En esos
trajines, Severo Cabral hizo contacto con Pedro Livio Cedeño, y por Pedro Livio
se entera del complot que se tejía con el general Juan Tomás Díaz como eje.
Exmilitar,
Pedro Livio tenía amistad con Juan Tomás y logra que aquel llame a Severo
Cabral y que conversen. Esa entrevista terminó de sellar la suerte de Trujillo.
Se
recurrió a la señora Flérida de Berry, esposa de Lorenzo Berry (Wimpy),
norteamericano propietario de un supermercado en la Av. Bolívar Esq. Pasteur,
para por su intermediación procurar apoyo en armas de los Estados Unidos.
Las
promesas nunca prosperaron, pese a que el entonces cónsul, Henry Dearborn,
simpatizaba con la causa dominicana.
Los que
dirigían la política exterior norteamericana no se atrevían a contribuir a
librarnos de aquella bestia que ellos mismos habían amamantado en nuestro
perjuicio.
Ángel
Severo Cabral había estado en la cárcel torturas de “La 40”, porque el régimen
sabía que lo adversaba.
Al
final, y más por iniciativa unipersonal y arriesgada del cónsul Dearborn, se
obtuvieron tres rifles M-1 con 750
tiros.
Posterior
a la entrega de los rifles y de que Severo Cabral se los diera, a su vez, a
Antonio de la Maza y a Pedro Livio Cedeño, por instrucciones de Juan Tomás
Díaz, volvieron los del SIM a apresar Severo Cabral.
Alguien
le había delatado, porque Washington de Peña, a quien Severo Cabral había
contactado, se negó a participar del complot, pero tuvo la ligereza de comentar
el plan a un hermano suyo (¿Aníbal de Peña?), quien a su vez lo comentó más
adelante y terminó en conocimiento del SIM.
Y en el
SIM lo carearon con el mismísimo Washington de Peña, preso por la infidencia,
aunque aquel actuó con discresión y no lo denunció.
En el
SIM le acusaron de tener un partido
político y de “estar planeando la muerte de Trujillo en el Paseo George
Washington” (Los Días Finales,
Bernardo Vega, Pág. 589). Igualmente, le
ordenaron constituir un partido con jóvenes que estaban presos, del Movimiento
14 de Junio, a lo que él se negó.
Como
terminaría por decirle, desencantado, Ángel Severo Cabral a su pariente, los
norteamericanos no eran más que unos “buchiplumas”.
“ESO ES ASUNTO NUESTRO. USTEDES
NO TIENEN NADA QUE VER”
La
hidalguía, el valor, la templanza y el respeto por sí mismos del grupo de
héroes que ejecutó a Trujillo cobran su mayor relieve cuando enfrentan el intento
de los norteamericanos de que abortara el atentado.
Asustados
por su estrepitoso fracaso en la invasión de Bahía de Cochinos a Cuba, el
Departamento de Estado de los EE.UU. quiso que se desactivara el complot local.
Henry Dearborn, cónsul por entonces en el país, contó que: “me recuerdo de un mensaje frenético del Departamento, me imagino autorizado por el Presidente Kennedy, diciendo, en efecto, “miren, tenemos todos estos problemas con Castro; no queremos más problemas en el Caribe, dígale a esa gente que dejen la cosa!”. Entonces le informé a la gente en la oposición que Washington estaba muy en contra de cualquier plan de asesinato. La respuesta que recibí de ellos fue: “simplemente dile a Washington que no es un asunto de ellos. Es un asunto nuestro. Lo hemos planeado y lo vamos a hacer y no hay nada que puedas hacer sobre el asunto.” Pasé la información a Washington”. (Los Días Finales, Bernardo Vega, Pág. 651).
Henry Dearborn, cónsul por entonces en el país, contó que: “me recuerdo de un mensaje frenético del Departamento, me imagino autorizado por el Presidente Kennedy, diciendo, en efecto, “miren, tenemos todos estos problemas con Castro; no queremos más problemas en el Caribe, dígale a esa gente que dejen la cosa!”. Entonces le informé a la gente en la oposición que Washington estaba muy en contra de cualquier plan de asesinato. La respuesta que recibí de ellos fue: “simplemente dile a Washington que no es un asunto de ellos. Es un asunto nuestro. Lo hemos planeado y lo vamos a hacer y no hay nada que puedas hacer sobre el asunto.” Pasé la información a Washington”. (Los Días Finales, Bernardo Vega, Pág. 651).
Esa
declaración es más que clarificadora.
Mucho
se ha querido, por el aparato de desinformación, calumnia y distorsión del
trujillismo, torcer el sentido y el valor de aquella acción, presentándola como
propia de mercenarios vendidos a los intereses norteamericanos (lo que no ha
impedido, claro, al Clan Angelita vivir a sus anchas de los dineros robados a
este país …¡en el país al que acusan de haber mandado a asesinar a su padre!).
LA VOZ DE LA PROCLAMA QUE NUNCA
SE RADIÓ
Ángel Severo
Cabral fue quien puso voz a la proclama que sería radiada tras el
ajusticiamiento llamando a la población a rebelarse. Esa proclama, en cuya
redacción participó el licenciado José Francisco Tapia Brea, se grabó en la
oficina de José María Cabral Vega en la Casa Vicini, actuando este último como
técnico.
El 30
de mayo de 1961 celebraba junto a su esposa 25 años de matrimonio, con
familiares y amigos. A las 10 de la noche, Manuel de Ovín Filpo le llamó y le
informó que Trujillo había sido liquidado.
Acudió
con unos amigos a la residencia del general Juan Tomás Díaz, quien, al verlo,
le dijo: “Ahí tenemos el hombre, Severo
¿qué hacemos ahora?.”
De la
casa de Juan Tomás, Severo fue a la estación de radio convenida, pero allí
comprobó que la custodia militar estaba alerta y prevenida. Luego fue a reunirse
con Manuel Tapia Brea y el Rafael Acosta.
Nadie
más acudió de los convocados.
El plan
posterior a la ejecución del tirano había abortado al ser alertado el SIM por
la pusilanimidad de Pupo Román que no redujo al general Espaillat, Navajita,
cuando fue a informarle del hecho, al silencio. Ese acto le costó a él mismo, a
Pupo, la vida.
ORGANIZAR LA RESISTENCIA EN MEDIO
DE LA TIRANÍA
El 11
de junio de 1961, apenas a 12 días del ajusticiamiento del tirano, Ángel Severo
Cabral y Viriato Fiallo anuncian, junto a un nutrido grupo de desafectos y
opositores, la formación de la Unión Cívica Nacional. Ese hecho motorizó a que
se negociara para traer al país al PRD para formarle un contrapeso político,
menos de un mes después de la salida pública de la UCN.
Fue la
clarinada de la libertad.
La
Unión Cívica reunió una serie de personas, algunas de ellas parte de los
conjurados que organizaron el complot del 30 de Mayo, como Federico Carlos
Álvarez y el propio Severo Cabral, del Frente Cívico de Unidad Nacional, así
como con representantes del Movimiento 14 de Junio, tales como el Dr. Fernández
Caminero, Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Asela Morel y Manuel Baquero;
personalidades independientes como Mineta Roques, Federico Henríquez
Gratereaux, Osvaldo Peña Batlle y los Fiallo, Viriato, Gilberto y Antinoe, así
como algunos remanentes que sobrevivían del Partido Socialista Popular, como
describe Fabio Rafael Fiallo en su bellísimo libro “Final de ensueño en Santo Domingo”.
En esos
meses turbulentos, arriesgando la vida, porque los Trujillo, encabezados por el
hijo mayor del tirano, Ramfis, y todo el aparato político y militar estaba
incólume, Ángel Severo Cabral y sus compañeros de causa rindieron un
extraordinario servicio al país, para frustrar los planes de perpetuidad de la
dictadura.
EL CRIMEN QUE NOS ROBÓ A SEVERO
CABRAL
Terminada
la “revolución”, firmado la llamada
Acta Institucional que puso fin formal al conflicto e instalado el gobierno
provisional del Dr. Héctor García-Godoy, Ángel Severo Cabral retornó junto a su
familia a su casa en la calle Padre Billini del sector de Ciudad Nueva.
Aquella
vivienda, heredada parcialmente de sus padres, la pagaba Severo Cabral, quien
había contraído un préstamo bancario para adquirirla.
Una
turba, organizada para disimular el crimen, se apersonó a la vivienda en que
Severo Cabral, su esposa y sus dos hijas se encontraban y penetró por la fuerza
a la vivienda.
Uno de
los que fueron, el dentista Daniel Ozuna, disparó contra Severo Cabral. Tras
herirlo, salió dando brincos y gritando de alegría: “¡Lo maté! ¡Está muerto, está muerto!”
Al
acudir una ambulancia y llevarse herido a Severo Cabral, la puerta trasera de
la misma se abrió y un menor de 14 años de apellido Pedemonte, hermano de una
menor amante por entonces de Montes Arache, el presumible instigador de aquella
acción infame, le disparó una ráfaga de ametralladora y terminó con la vida de
aquel héroe.
Las
hijas y la esposa de Severo Cabral tuvieron que ser protegidas y llevadas lejos
de aquella turba que quemó el automóvil y saqueó la vivienda. Una familia
apellido Brenes se apropió ilegalmente de la casa.
El
dentista Ozuna, el menor Pedemonte y los Brenes fueron acusados
infructuosamente por los deudos de Ángel Severo Cabral. El gobierno de Héctor
García-Godoy no movió un dedo para castigar a sus asesinos.
Y eso
ocurrió exactamente un día como hoy, 18 de diciembre, sólo que en 1965.
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