Por primera vez en la historia de la República Dominicana, presenciamos la unión de la diáspora internacional con el pueblo dominicano. Por primera vez, las voces, las manos y los cerebros que se han ido “a guayar la yuca”, o mejor dicho, que se han visto obligados a buscar oportunidades en otras tierras, manifiestan el amor a su patria uniendo sus voces simultáneamente.
En el mes de febrero del 2013, una versión más joven de “mí” se despertaba ante a las realidades del
país en donde había nacido. De familia privilegiada, educación de calibre y asomándose por fuera de la burbuja protectora en donde se había criado, a mi “yo” de 16 años le costaba comprender lo que ocurría. Al darse cuenta de que la libertad de su hogar— sabiendo bien la historia de la misma, forjada en sudor y sangre; sobresaltada numerosas veces, pero nunca dada por perdida- se encontraba en peligro, su confusión se convirtió en preocupación, luego en ira, y en fin en decepción.
país en donde había nacido. De familia privilegiada, educación de calibre y asomándose por fuera de la burbuja protectora en donde se había criado, a mi “yo” de 16 años le costaba comprender lo que ocurría. Al darse cuenta de que la libertad de su hogar— sabiendo bien la historia de la misma, forjada en sudor y sangre; sobresaltada numerosas veces, pero nunca dada por perdida- se encontraba en peligro, su confusión se convirtió en preocupación, luego en ira, y en fin en decepción.
El autor de dicha amenaza a la libertad no era una potencia mundial ni un estado vecino. No era un imperio del otro lado del Atlántico, ni un Ɵtirano con bigote. Los autores de este secuestro a la Patria eran más peligrosos aún. Se venían cultivando desde hacía un tiempo; después de años de impunidad, incontables promesas rotas, cambios constitucionales controversiales, hipocresías burocráticas y mentiras descaradas. Eran agentes internos, puestos allí para cumplir una función que era la antítesis de lo que en realidad hacían: servir, no servirse. En ese entonces, llegaba a lo que parecía una inevitable conclusión: si el dominicano sigue en silencio ante la incontrolable corrupción del sistema político y su continua degradación moral, en poco tiempo no existiría nada que valga la pena salvar.
Hoy, muchos compatriotas dicen “soy dominicano” sin el orgullo de antaño. Se sienten impotentes ante un panorama similar al cual mi “yo” más joven se despertaba, pero meritorio de mayor urgencia si ha de ser rescatada la integridad de nuestra nación. Mencionarán elecciones manipuladas y el aumento de la militarización con fines de censura. Te hablarán de escándalos en Obras Públicas y del incremento del déficit nacional. Te dirán relatos sobre el control autoritario, y de gurús en la oratoria que tratarán de ganar a toda costa y a su vez enredarte en debates circulares y palabras vacías. Te contarán de una débil oposición, de como el peso se devalúa y de inconsistencias en las regulaciones y proyectos de ley tributarios. A esas almas cargadas de desilusión les digo: miren bien sus alrededores, esta vez es diferente.
Las mismas inquietudes que me causaron esa crisis existencial hace siete años siguen presentes; nuestra democracia sigue en peligro. Sin embargo, dichas amenazas hacen frente a un inconveniente no previsto: un despertar colectivo histórico, que ha trascendido color de piel, nivel de educación, clase social y barrios residenciales.
Por primera vez, el pueblo dominicano se manifiesta con una sola voz. Hoy el pobre, el rico, el que vive en Nueva York, Montreal, Madrid, Chile, Londres, el AMET que trabaja enfrente de la Junta, el que siembra, el que canta, el que juega pelota, el que enseña, el banquero, el empresario y hasta el que siempre Ɵtiene un truño, está dándole a su olla y diciendo “SE VAN”. Porque la gota que derramó el vaso ha caído, y el pueblo no se vuelve a callar.
La generación de hoy, más educada, más consciente y más conectada, se moviliza después de presenciar la carencia de responsabilidad de los gobernantes durante la mayor parte de sus vidas. Las voces que en su momento dieron auge y apoyo al Gobierno actual (y durante los últimos 16 años) han cambiado. Los niños del ayer hoy se unen como pueblo hambriento de transparencia, independientes de noticias censuradas y parciales, se movilizan para reclamar su independencia, trascendiendo límites geográficos en el proceso.
Por primera vez en la historia de la República Dominicana, presenciamos la unión de la diáspora internacional con el pueblo dominicano. Por primera vez, las voces, las manos y los cerebros
que se han ido “a guayar la yuca”, o mejor dicho, que se han visto obligados a buscar oportunidades en otras tierras, manifiestan el amor a su patria uniendo sus voces simultáneamente. Por primera vez, se hace claro el mensaje de que a muchos le duele su país, y que la inestabilidad política es una, si no la mayor, causa de la exportación de nuestro talento al extranjero. Esos que han florecido en suelos lejanos, han demostrado que sus raíces no se arrancan, que el dominicano se lleva en la sangre y que no son indiferentes a lo que pasa en nuestra media isla.
que se han ido “a guayar la yuca”, o mejor dicho, que se han visto obligados a buscar oportunidades en otras tierras, manifiestan el amor a su patria uniendo sus voces simultáneamente. Por primera vez, se hace claro el mensaje de que a muchos le duele su país, y que la inestabilidad política es una, si no la mayor, causa de la exportación de nuestro talento al extranjero. Esos que han florecido en suelos lejanos, han demostrado que sus raíces no se arrancan, que el dominicano se lleva en la sangre y que no son indiferentes a lo que pasa en nuestra media isla.
Tras años de maltrato, demandamos como pueblo una reforma moral de nuestro sistema político y social. Hoy nuestra lucha compartida, nuestra causa colectiva, y nuestra hermandad de compatriotas atraviesa el tiempo y el espacio con la esperanza de un mejor mañana.
Esta sola voz sabe que las elecciones fallidas son sólo un síntoma más de la profunda corrupción e impunidad que han manchado nuestra bandera por décadas. Esta sola voz sabe que hay que mantener nuestro norte, seguir movilizándonos y manifestándonos pacíficamente. Esta sola voz sabe que el 15 de marzo hay que cumplir con nuestro más importante deber, para así dar el próximo paso en nuestra batalla por una República Dominicana justa, transparente y libre. La lucha de hoy no solo está en la boca del pueblo, si no también en sus piernas. Nos vemos en las urnas.
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