Por Ruben Moreta
Olivorio Mateo Ledesma (1876-1922) Fue un curandero, revolucionario y patriota nacido y criado en San Juan. Liborio o Papá Liborio, como le llamaban sus seguidores, mutó de ser un simple curandero a liderar un robusto movimiento de resistencia rural a la primera intervención de Estados Unidos en nuestro país (1916-1924). Es decir, este líder religioso asumió un digno papel político, patriótico, nacionalista y antiimperialista, méritos que lo exaltan a un pedestal procero.
Y Liborio, lo he sostenido antes, murió como lo hacen los grandes revolucionarios: sin claudicar a sus convicciones y con las armas en las manos, combatiendo con fiereza al enemigo.
A pesar de su muerte física, sus seguidores esperaban su reencarnación. Estos aguardaban pacientemente la venida de su deidad y usaban como signo y símbolo de su fe tres cruces clavadas en el exterior de sus viviendas. En las fiestas religiosas de atabales dedicadas a cualquier santo católico, se aprovechaba para cantarle salves de alabanzas a Liborio, con lo cual mantenían viva su creencia.
El Presidente Rafael Leonidas Trujillo, cuando ascendió al poder, proscribió el Liborismo y persiguió a quienes se proclamaban seguidores de dios local. Muerto Trujillo en el 1961, varios hermanos –los mellizos Plinio y León, Adela y Eloy Ventura Rodríguez- en la apartada comunidad de Palmasola en Las Matas de Farfán, Provincia de San Juan, se autoproclamaron como reencarnados del Dios de la Maguana, y de inmediato las romerías se hicieron interminables hacia el lugar, a donde acudían a proclamar su fe y adoración a su montañés divinidad.
El culto de Palmasola fue un rebrote Liborista, el cual fue eliminado abruptamente a través del uso de la fuerza, provocando una escalofriante carnicería humana. La matanza de Palmasola fue un crimen de odio religioso y un genocidio de Estado, sin consecuencias para sus autores.
Sugiero, por tratarse de un crimen de lesa humanidad, que la Procuraduría General de la República y/o el Congreso Nacional creen una Comisión de la Verdad, con el objetivo de investigar y clarificar este ominoso acontecimiento, ya que los genocidios no prescriben.
El autor es Profesor UASD
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