De mi muro de Facebook
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Inspirado en los interesantes relatos de Ricardo Haché y en la súper impactante, conmovedora y triste historia de mi vieja compañera de colegio cuando niños Flor De Maria Piantini me entusiasme a escribir la mía.
No teníamos tanto tiempo de haber regresado del extranjero, luego de un semi exilio que mi padre había decidido vivir, quizás traumatizado por los seis meses que estuvo sufriendo las más crueles torturas en las ergástulas trujillistas y el saldo luego del 30 de mayo del 61 de cantidad de familiares nuestros asesinados.
Ese día me encontraba en el estar de mi casa ubicada en la 27 de febrero casi esquina Tiradente, donde hoy está la Farmacia Carol, jugaba soldaditos en el piso con un vecino, hasta que me alarmé con la trabajadora que frente a la ventana medio abierta que daba a la calle, gritaba a todo pulmón.
--¡Doña Lucía, una maquina! ¡Una maquina grande! ¡Doña Luisa Juiga!
Ella acostumbraba a decirle a los carros ‘’Maquinas’’, pero el susto que parecía tener no era el de haber visto una común. No paraba de gritar. Me asomé a ver. Aunque era un niño pequeño la escena me sobrecogió. Casi inmediatamente de yo haberme acercado a la ventana, mi mamá que estaba cerca también lo hizo y al ver lo que sucedía empezó a llamar a mi papá como loca.
Lo que vi en ese momento me parece estarlo mirando ahora. Al borde de la calle más de quince soldados estaban tirados en el piso y apuntaban con sus armas a mi casa y en el centro de ellos un tanque de guerra con su cañón largo apuntaba hacia la misma dirección.
Mi papá llegó corriendo alertado por los gritos de mi mamá. Cuando vio lo que ocurría dijo que nos tiráramos al piso y salió con las manos en alto diciendo su nombre en voz alta.
-Soy Tomás Báez Díaz. ¿Qué sucede?
Transcurrió un tiempo, no sabíamos que pasaba allá afuera. Por fin mi padre entró a la casa y contó que uno de los militares le conocía y había dicho que no dispararan. Ellos habían confundido mi casa con la del vecino de la esquina, Don Tomás Alcibiades Espinosa, padre de mis amigos Sidney Espinosa Morales y Evelyn Kremer, su nombre era igual que el de mi papá.
Mi padre pensando que alguien le podía decir a ese grupo donde quedaba la vivienda de quien ellos buscaban y quien sabe destruir la casa de nuestro vecino, le había comunicado a estas personas algo que él sabía, hacía ya un tiempo Don Tomás se había ido y llevado a su familia con él.
Pocos días después del hecho del tanque, desde el área de la cocina de casa. se pudo ver por mucho tiempo soldados apostados en los techos de la residencia del Doctor Espinosa.
Después de esto, era frecuente que las balas se sintieran por ahí, sobre todo de noche, una de esas a un hermano mío le rozó la oreja, tuvo suerte, pero incluso de día pasaban cosas.
Una vez yo dormía y me despertó el sonido de algo que se había metido por la ventana que estaba justo arriba de mi cabeza, vi un pequeño agujero en la pared de enfrente y una bala había caído al piso.
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