Editorial de El Caribe.
Hoy recordamos la caída del dictador Rafael Leonidas Trujillo, acribillado justicieramente por un grupo de valerosos dominicanos.
Hemos hablado de lo que significó la era de Trujillo, de cómo desde los primeros días recurrió a la violencia contra sus adversarios, práctica que continuaría durante 30 años y meses bajo el control del poder de manera omnímoda.
Hemos hablado de lo que significó la era de Trujillo, de cómo desde los primeros días recurrió a la violencia contra sus adversarios, práctica que continuaría durante 30 años y meses bajo el control del poder de manera omnímoda.
El asesinato brutal de Virgilio Martínez Reyna junto a su esposa Altagracia Almánzar, en San José de Las Matas, Santiago, el 1 de junio de 1930, fue un mensaje terrorífico de lo que vendría. Un crimen atroz de un hombre enfermo, su mujer embarazada, anunciaba la persecución implacable contra los opositores, hasta la huida, el exilio, o la muerte.
La represión era regla y las precarias instituciones quedaron a su servicio para moldear la población al nuevo orden. Las personas no necesitaron mucho tiempo para adaptarse al trujillismo durante 30 años, más que una larga noche, una pesadilla.
Es necesario recordar todo esto al menos cada 30 de mayo, pero hay algunos aspectos que nunca se tocan, por ejemplo, lo relacionado a los grandes colaboradores de la tiranía, como Joaquín Balaguer, quien sirvió durante largo tiempo al régimen criminal. Pretendió mantener sus mecanismos de control cuando empezó a derrumbarse. Al final, debió huir, para volver en 1965 con el apoyo de los Estados Unidos, reinstalarse en la Presidencia en 1966 y mantener los medios violentos de control mediante la persecución despiadada de la oposición, y especialmente, de los excombatientes de la Revolución, dirigentes y militantes de izquierda.
En alianza con los viejos trujillistas, los cuerpos represivos de la época, los denominados “incontrolables”, y los servicios de espionaje de los Estados Unidos, fue montada una cacería de jóvenes izquierdistas y excombatientes que llenó al país de terror.
Mediante la violencia sangrienta al mismo estilo de la tiranía de Trujillo, Balaguer gobernó durante 12 años, oscura etapa que sólo sería desmontada a partir de 1978, cuando fue expulsado del poder.
Hay que recordarlo, porque como se demostró en 1986, con su retorno, el país padece de una precaria memoria histórica.
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