Tomado del artículo de Aquiles Julián. El crimen que nadie quiere recordar.
Ángel Severo Cabral Ortiz nació en el 21 de febrero de 1910 en San José de Ocoa. Su padre era Heriberto Cabral Tejeda y la puertorriqueña Segunda Ortiz, nativa de Ponce.
Los Cabral es una familia de origen portugués, en que han sobresalido militares, políticos, educadores y profesionales, emparentada con una gran cantidad de familias dominicanas.
Estudió en el Colegio Santo Tomás de Aquino y luego en la Escuela Normal.
Concluido el bachillerato hizo carrera universitaria en la entonces Universidad de Santo Domingo, graduándose de agrimensor y también de doctor en Derecho, en 1952.
Desde sus años universitarios las inquietudes políticas y patrióticas le procuraron sinsabores, siendo apresado por ellas durante la tiranía.
En San José de Ocoa fue de los fundadores de la Sociedad Teosófica, aquel movimiento místico que forjaran Helena Blavatsky y otros y que culminó con Krhisnamurti.
Trujillo buscó, como lo haría con otros, incorporar a Severo Cabral dentro de su maquinaria de cortesanos. Nunca le aceptó un cargo, con todos los riesgos e inconvenientes derivados de esa entereza suya.
Y resistió hasta el máximo el afiliarse al Partido Dominicano, lo que le tachaba de inmediato de desafecto al régimen.
NOMBRE EN CLAVE: “PLUTARCO”
A sabiendas de que arriesgaba no sólo su cuello, sino la suerte de su esposa e hijas, pero igual por ellas (era imposible sustraer sus hijas a la libinosidad de Trujillo, quien no sólo satisfacía sus instintos sino que también aprovechaba para humillar y rebajar a las familias con esa acción infame), Ángel Severo Cabral se lanzó a organizar la resistencia interna al dictador.
Obtuvo para esos fines “La Palmita”, el carnet del Partido Dominicano sin el cual no se podía viajar al interior, pues quien no lo poseía era detenido en las numerosas postas militares de control a lo largo de las carreteras dominicanas.
En notas para la posteridad, el mismo Severo Cabral escribe: “Escribí, con Tapia, (José Francisco Tapia Brea), los fines de la organización, con anotaciones para un plan de gobierno.”
Con diversos pretextos y razones que alejaran sospechas sobre sus reales fines, se dio a la tarea de detectar y agrupar el creciente descontento con un régimen feroz que no se detenía ante nada.
Tanto en el Sur como en el Cibao, Severo Cabral mantuvo contactos y forjó relaciones destinadas a dar término al latrocinio trujillista. Y se gestaron organizaciones como Acción Democrática Dominicana y el Frente Cívico de Unidad Nacional, ambas entidades promovidas por Ángel Severo Cabral.
Él mismo cuenta: “Celebramos, en mi casa, una primera reunión con representantes de San Juan, Azua, San Pedro de Macorís, la capital y San Francisco de Macorís. Allí fueron aprobadas las bases de la organización así como su designación de Acción Democrática Dominicana.
Más tarde el Lic. Tapia hizo contacto con una organización que estaba surgiendo en Santiago, con fines semejantes a la nuestra, y resolvimos unificarlas.
En una próxima reunión figuró también como asistente el Dr. Federico Carlos Alvarez y en ella resolvimos llamar a la agrupación resultante Frente Cívico de Unidad Nacional, que ya tenía la pretensión de reunir en una sola organización todos los movimientos que pudieran existir, con fines parecidos.”
Estos núcleos posteriormente sentarían las bases de lo que fue la Unión Cívica Nacional, UCN.
Para 1961 Ángel Severo Cabral era jefe del Departamento Agrícola de la Casa Vicini y era quien enlazaba a Gianni Vicini, el cabeza por entonces de la Casa Vicini y quien asumió la determinación de contribuir a sacar a los Trujillo del poder, con el Grupo de Acción, encargado de liquidar al Trujillo. Su nombre en clave era “Plutarco”.
LOS NORTEAMERICANOS NO SON MÁS QUE “BUCHIPLUMAS”
En esos trajines, Severo Cabral hizo contacto con Pedro Livio Cedeño, y por Pedro Livio se entera del complot que se tejía con el general Juan Tomás Díaz como eje.
Exmilitar, Pedro Livio tenía amistad con Juan Tomás y logra que aquel llame a Severo Cabral y que conversen. Esa entrevista terminó de sellar la suerte de Trujillo.
Se recurrió a la señora Flérida de Berry, esposa de Lorenzo Berry (Wimpy), norteamericano propietario de un supermercado en la Av. Bolívar Esq. Pasteur, para por su intermediación procurar apoyo en armas de los Estados Unidos.
Las promesas nunca prosperaron, pese a que el entonces cónsul, Henry Dearborn, simpatizaba con la causa dominicana.
Los que dirigían la política exterior norteamericana no se atrevían a contribuir a librarnos de aquella bestia que ellos mismos habían amamantado en nuestro perjuicio.
Ángel Severo Cabral había estado en la cárcel torturas de “La 40”, porque el régimen sabía que lo adversaba.
Al final, y más por iniciativa unipersonal y arriesgada del cónsul Dearborn, se obtuvieron tres rifles M-1 con 750 tiros.
Posterior a la entrega de los rifles y de que Severo Cabral se los diera, a su vez, a Antonio de la Maza y a Pedro Livio Cedeño, por instrucciones de Juan Tomás Díaz, volvieron los del SIM a apresar Severo Cabral.
Alguien le había delatado, porque Washington de Peña, a quien Severo Cabral había contactado, se negó a participar del complot, pero tuvo la ligereza de comentar el plan a un hermano suyo (¿Aníbal de Peña?), quien a su vez lo comentó más adelante y terminó en conocimiento del SIM.
Y en el SIM lo carearon con el mismísimo Washington de Peña, preso por la infidencia, aunque aquel actuó con discresión y no lo denunció.
En el SIM le acusaron de tener un partido político y de “estar planeando la muerte de Trujillo en el Paseo George Washington” (Los Días Finales, Bernardo Vega, Pág. 589). Igualmente, le ordenaron constituir un partido con jóvenes que estaban presos, del Movimiento 14 de Junio, a lo que él se negó.
Como terminaría por decirle, desencantado, Ángel Severo Cabral a su pariente, los norteamericanos no eran más que nos “buchiplumas”.
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