Tres décadas del fin efectivo de la dictadura. Tres décadas del portazo de los chilenos al régimen de Augusto Pinochet en uno de los días más importantes de la historia reciente del país sudamericano: el plebiscito abierto en el que, el 5 de octubre de 1988, millones de ciudadanos pusieron punto final a la dictadura cívico-militar que regía en el país sudamericano desde el golpe de Estado contra Salvador Allende, en 1973. La pregunta era sencilla: Pinochet sí o Pinochet no. Y una estrecha mayoría de chilenos -el 54%- se decantó por la segunda opción
El plebiscito apuntaba a la continuidad de Pinochet hasta días antes de la cita con las urnas, pero la negativa de más de la mitad del electorado desembocó en la convocatoria urgente de elecciones y con el democratacristiano Patricio Aylwin como líder del primer gobierno democrático en Chile después de 17 años. El proceso, inédito a escala mundial, contó con la participación de siete millones de personas.
La de Chile es una democracia que se jacta de haber sido recuperada “con lápiz y papel”, como apuntó una vez el expresidente Ricardo Lagos, y el orgullo por su conquista pacífica cruza varias generaciones de chilenos. En la época, la televisión fue el principal medio para captar votantes y el fútbol, tan popular en el país sudamericano, no estuvo fuera de la campaña. Mientras la propaganda pinochetista exhibía a Elías Figueroa -para muchos el mejor jugador de todos los tiempos- pidiendo “un país ganador”, la franja del No (cuyo planeamiento se narra en la película No, protagonizada por Gael García) eligió el relato de Carlos Caszely y las torturas de las que fue víctima su madre como uno de sus mensajes centrales.
Así fue como el día clave llegó entre la expectación internacional y la duda de si un eventual resultado adverso sería respetado por Pinochet. Esos días estuvieron también marcados por el regreso de exiliados como la viuda de Allende, Hortensia Bussi o la visita frustrada del cantante Joan Manuel Serrat, que planeaba participar en un acto de la oposición.
Tres décadas después del hito que marcó el inicio de la transición democrática, el conservador Sebastián Piñera -que gobierna con partidos que apoyaron el régimen de Pinochet- ha insistido este viernes en un mensaje de unidad. En un acto de conmemoración realizado en el palacio de La Moneda, el Presidente saludó el valor que tuvieron los líderes de "la Concertación por el no", un conjunto de agrupaciones políticas que acabó derivando en el conglomerado que gobernó a Chile por 20 años y que tenía entre sus principales líderes al expresidente Ricardo Lagos. Fue precisamente Piñera -que hoy asegura que en el plebiscito votó por desalojar a Pinochet del poder-, quien rompió la racha del centroizquierda en 2010, al asumir como presidente en el primero de sus dos mandatos.
Piñera abordó también este viernes la polarización que precedió al golpe militar en que las Fuerzas Armadas bombardearon La Moneda el 11 de septiembre de 1973 para posteriormente tomar todo el poder tras el suicidio del presidente Allende. “Nuestra democracia comenzó a enfermarse mucho antes del año 1973”, señaló el actual mandatario chileno. En su discurso con motivo del aniversario del plebiscito, Piñera opinó que a partir de los años setenta se perdió el respeto por la Constitución y las instituciones que conforman el Estado de derecho.
El mandatario chileno se refirió, en tono crítico, a los años en los que país latinoamericano vivió bajo el yugo de la dictadura: “Más allá de las meritorias modernizaciones realizadas, restringió severamente las libertades y cometió graves, sistemáticos e inaceptables atropellos a los derechos humanos”. Pero en los 25 minutos de discurso de Piñera, también hubo espacio para una alabanza a Pinochet: en medio de lo que catalogó de "gran triunfo de nuestra democracia", el gobernante subrayó que "esa noche el régimen militar honró su compromiso y reconoció el veredicto que había dado de forma clara un grupo amplio de chilenos".
Según los datos recogidos por la Comisión Valech en 2011, sumando los casos de detenidos desaparecidos, ejecutados, torturados y presos políticos, el número de víctimas de la dictadura de Pinochet supera las 40.000 personas. De ellas, 3.065 están muertas o desaparecidas.
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