La República Dominicana fue ocupada militarmente por los Estados Unidos a principios de mayo de 1916; meses después, el 29 de noviembre, se proclamó el establecimiento del gobierno militar extranjero que se prolongó hasta el 24 de julio de 1924, cuando el general Horacio Vásquez ocupó la presidencia. Durante los ocho años dominación, las autoridades extranjeras se encargaron de introducir importantes cambios en el Estado dominicano, que abarcaron la estructura político-administrativa, la vida política, el sistema económico y educativo, la vida cultural, los medios y vías de comunicación, la salud pública, obras públicas y la organización militar, entre otros no menos significativos.
Como parte de las reformas impulsadas por lo Estados Unidos, una de las instituciones más impactadas con las medidas introducidas lo fue la “Guardia Republicana”, desarticulada y en su lugar, mediante Orden ejecutiva número 47 de 1917, creada la “Guardia Nacional Dominicana” que posteriormente cambió su nombre a “Policía Nacional Dominicana”. En el proceso de reorganización de las fuerzas militares las autoridades pusieron atención a los asuntos relacionados a la creación de una brigada especializada en el espionaje, la que, a partir de 1924 serviría de referencia inmediata al futuro dictador de la República Dominicana.
El interés puesto por algunos sectores a los asuntos de “servicios de inteligencia”, venía desde antes. Por ejemplo, durante el corto período de gobierno de Francisco Henríquez y Carvajal en 1916, este fue presionado por sectores comerciales y llegó a autorizar la creación de “un cuerpo auxiliar para hacer la función de policía secreta en la ciudad de San Pedro de Macorís”, pero de manera privada. (1). Al parecer, esa policía era una necesidad para la protección de los bienes de los ingenios norteamericanos y para dar seguimiento a los brotes de merodeadores que se movían por las zonas cañeras.
En esa época, antes de la ocupación militar, ya Trujillo se destacaba en la persecución de los tenidos como bandidos de la región Este, ejerciendo la “autoridad” en su condición de guarda campestre del “Ingenio Boca Chica”, empresa en la que, de acuerdo al historiador Fernando Infante, fungía de “Jefe del Orden del Ingenio. El hombre que impone su autoridad”. (2). De la condición de empleado de esa empresa azucarera, Trujillo pasó a la Guardia Nacional Dominicana que recién comenzaba a ser organizada por el gobierno militar.
Coincidente con el interés puesto por los jefes militares extranjero, Trujillo ingresó a esa fuerza—tal y como lo explica el historiador norteamericano Bruce J. Calder—que “tenía que establecer inmediatamente su autoridad en toda la República. Con ese propósito los oficiales militares impusieron el cumplimiento de las reglas sobre censura recientemente instituidas, emplearon las cortes militares, y en poco tiempo pusieron a funcionar un servicio secreto. Consideraron el desarme como una necesidad para conseguir la paz doméstica”. (3). Esas iniciativas resultaron favorables para que Trujillo comenzara a vincularse y adquirir experiencias de lo que sería el servicio de inteligencia del gobierno americano en Santo Domingo.
La Brigada de Inteligencia del gobierno militar
Como bien lo indica el historiador Bernardo Vega, la intervención militar se encargó de modernizar el ejército, que luego sería el sustento para la ascensión de Trujillo a la primera magistratura, lo que incluyó un “eficiente servicio de inteligencia” (4) que tenía ramificaciones en las tres regiones del país, bajo la denominación de “Departamentos de Inteligencia” que a la vez estaba adscrito, como en el caso de Santiago de los Caballeros, a la Segunda Brigada Provisoria del Cuerpo de Marines que por mucho tiempo estuvo bajo la jefatura de un oficial de nombre Dion Wiliams.En el caso de la ciudad de Santo Domingo, la “Oficina de Inteligencia Regimental”, como también aparece nombrada en los documentos, era dependencia principal de la “Brigada de Inteligencia” que estaba instalada en la Fortaleza Ozama, junto a otros departamentos del ejército de ocupación.
Por la falta de información y de estudios más especializados acerca de las labores de inteligencia en el gobierno americano, se hace complejo determinar la estructura principal del servicio creado. Sin embargo, se pueden identificar algunos de los centros de mandos de esa unidad especializada en la que había un ayudante del
del regimiento, que lo era un mayor Oficial de Inteligencia de la Brigada, que al parecer dependía de un general comandante de la misma Brigada. Esto se deduce a partir de la
información de que para 1922, ya establecido el gobierno de Juan Bautista Vicini Burgos, el citado general tenía acceso directo al presidente provisional. (5).
En cuanto a la estructura operativa del aparato de inteligencia establecida, se contaba para llevar las labores cotidianas del Departamento, con un conjunto de espías que eran responsables del trabajo de campo, los que aparecen indicados en los documentos como “agregados de inteligencia”.
Al parecer, uno de los oficiales más importantes en la dirección de la estructura de inteligencia que actuaba bajo control del cuerpo de marines—como lo cuenta Arthur Burks, que actuó como jefe de la Brigada de Inteligencia—, lo era el mayor Thomas Watson, quien recibía las informaciones suplidas por los espías y disponía las medidas a tomar en cada caso, como eran por ejemplos, los registros a ciudadanos, allanamientos en las residencias de dominicanos y el apresamiento de todo el que resultara sospechoso de incitar contra la presencia americana en el país. (6).
Como es del conocimiento de los historiadores dominicanos y así aparece consignado en varias investigaciones y documentos, Watson se mantuvo en estrechos vínculos con el oficial de la G.N.D, Rafael L. Trujillo, mientras el país estuvo ocupado por los Estados Unidos, y asumió la protección de este, franqueándole las puertas para que rápidamente ascendiera en el escalafón policial.
Esa cercanía del futuro dictador con el alto oficial norteamericano, lo llevó a entrar en contactos con las operaciones del equipo de espías que se estaba estructurando. Tal y como lo narra J. Calder, el gobierno militar se había cuidado de reclutar colaboradores que pudieran pasar entre los dominicanos sin levantar sospecha. Para esos fines, el Cuerpo de Marines también reclutó a personas de otras nacionalidades residentes en el país, destacándose entre estos algunos puertorriqueños que laboraban en casas comerciales y en centrales azucareros:
“El gobierno Militar reclutó y empleo a puertorriqueños—dice Bruce J. Calder—, por lo general para posiciones de rango medio cuya naturaleza exigía de personas de habla española pero para los cuales se podía persuadir a pocos dominicanos para que las desempeñarán tales como el cobro de los impopulares nuevos impuestos, labores de espionaje y de intérpretes. (…). J. Luis Cintron, un puertorriqueño deportado porque simpatizaba con la posición nacionalista y contraria a la ocupación, reveló lo que era una concepción popular sobre los puertorriqueños cuando acusó a la “Asociación de Puertorriqueños en Santo Domingo” de “no ser otra cosa que un grupo de espías”. (7).
estimonio del oficial Arthur J. Burks
Resulta interesante, por los detalles que aporta sobre las operaciones de inteligencia desarrolladas en los días finales de la ocupación militar americana, el libro de Arthur J. Burks, titulado “El País de las familias multicolores” publicado en los Estados Unidos en ingles en 1932 y traducido al español en República Dominicana en 1990, con nota introductoria del sociólogo-historiador José del Castillo, quien destaca en la “Aventura de un marine en el país de los cuarterones” la presencia del autor y su relación con las labores de inteligencia del gobierno militar.
El autor de “El país de las familias multicolores”, que estuvo en Santo Domingo como segundo teniente del cuerpo de marines, dedicó la primera parte de su importante obra testimonial a narrar sus labores como topógrafo del ejército norteamericano y la segunda, a detallar las operaciones de inteligencia desarrolladas junto a dominicanos, puertorriqueños y otros inmigrantes.
Por entender de valor testimonial los detalles
aportados por Arthur J. Burks, hemos tratado de recoger algunos de los párrafos de su libro que consideramos de mayor transcendencia para explicar la forma en que operó el servicio de inteligencia organizado por los gobernantes extranjeros mientras ocuparon el territorio dominicano.
A continuación compartimos con ustedes los detalles aportados por Burks y su relación con el espionaje durante la ocupación militar americana:
“Estaba contento al hallarme asignado a la Inteligencia del Regimiento. Lamentaba ver desbandado mi destacamento de topógrafos y saber que mis hombres serian esparcidos entre compañías de servicio regular. Me senté a una mesa entre archivos que tenían los nombres de muchos bandidos, algunos reformados, muchos que nunca habían sido capturados, muchos que no habían aprovechado su amnistía”. (…) y se me dio un oscuro escritorio. Desde él iba a ser ascendido a Jefe de la sección de inteligencia de la Brigada, con tareas en el campo-aunque un mayor era Oficial de Inteligencia de la Brigada-y a hacer viajes por los montes de modo que harían aparecer mi experiencia de mapas como un juego de niños. (…)”. (8).
“Me iban a dar autoridad para reclutar miembros de cualquier mando para los hombres que necesitara. Podría utilizar un avión y un piloto desde el aeropuerto siempre que o pidiera, y sin tener en consideración los límites de los comandantes de unidades fuera de la ciudad de santo Domingo, e ir a cualquier parte del país que considerara conveniente. (…)”. (9).
“Un marine de complexión oscura entro y se dirigió a mí. “Soy el raso de primera clase Julio García”, me dijo. “Me gustaría trabajar en inteligencia. Lo he hecho antes. Soy natural de Puerto Rico y hablo perfectamente el español y alemán (…). Soy uno de ellos. Esta gente sabe más de cosas secretas, intrigas ocultas-¡y cómo les gustan!-de lo que un americano jamás sabría. Si se queda en esta clase de asuntos por seis meses se volverá loco” (…). Puedo pasar fácilmente por un criollo (…)”. (10).
“Desde ahora será agregado de la inteligencia de la Brigada a cargo de todo el trabajo de campo entre los criollos. Veré si puedo conseguir algún dinero para usted con el que pueda trabajar, y se le dará carta blanca y me informara directamente a mí. Claro que usted mismo no puede hacer trabajo de espionaje. Ningún blanco puede hacerlo. Por eso tendrá que armar un equipo de agentes nativos, si puede encontrar algunos en quienes confiar. Ahora iré a ver al presidente (…)”. (11).
A Julio Jarcia: “Le di instrucciones de que explorara entre sus “amigos” nativos a ver si encontraba gente que estuviera en contra de los políticos delirantes y que estuviera dispuesta a trabajar en contra de ellos y que no odiara demasiado a los marines para trabajar en su beneficio. Con una excepción, el salario más ato pagado a uno de aquellos agentes criollos era de quince dólares al mes. El salario más elevado se le pagaba a una mujer, una puertorriqueña llamada Luisa Palmer”. (12).
“Luisa Palmer—su nombre verdadero, pues ya ha muerto—asesinada, según una carta que recibí años después en los Estados Unidos, por haber trabajado para mí. Recibía treinta dólares al mes. Yo le pagaba también el alquiler de la casa en la Palo Hincado, donde ella vivía con un mulato. Tenía un bebé negro de unos dos años y otro blanco de siete. (…). Luisa Palmer era una agente maravillosa y absolutamente sin miedo. Me era completamente leal y no omitía ningún detalle en sus informes. (…). La casa de Luisa servía de lugar de cita para todos los políticos. Luisa era una diplomática que podía llevar perfectamente aquel asunto. Y tenía muchos amigos en la ciudad de Santo Domingo, algunos colocados en las alturas. Eran amigos suyos por haber sido querida de un Presidente, un Vicepresidente, un Alcalde, un Comandante
de Armas de la Fortaleza Ozama hasta cuando estuvo bajo control del gobierno, y como de una docena de otros hombres de importancia” (…). Luisa había sido una especie de empleada en la oficina del aguacil preboste desde el comienzo de la ocupación. Era una nativa que podía entrar en la Fortaleza Ozama sin pase y visitar al oficial que quisiera (…)”. (13).
“Felipe Espinal, un nuevo recluta para la inteligencia, un muchacho negro, de edad indeterminada, que tenía valor pero no el suficiente como para recomendarlo. Ese muchacho, Espinal, recibía de mi la cantidad enorme de ocho dólares al mes. (…)”. (14). Alfonso—otro espía—“siempre asistía a conferencias políticas y siempre las informaba casi palabra por palabra. Su memoria era notable”. (15).
Hasta aquí lo que consideré destacable para este breve artículo. Ahora veamos, en el siguiente documento que nos sirve de ejemplo, el contenido de los reportes diarios de los espías del gobierno militar.
Reportes confidenciales para la Brigada de Inteligencia.
En el “Archivo General de la Nación” reposan numerosos reportes de inteligencia que eran recogidos por los espías y hechos llegar al departamento responsable del espionaje. Los documentos se encuentran depositados en el “Fondo del Gobierno Militar Americano” y están tachados en sus orígenes como informes “confidencial”. Estos, después de evaluados por los responsables, eran enviados al “Headquarters” ubicado en la Fortaleza Ozama bajo el título de “Daily report of intelilligence”.
En esos reportes aparecen pormenores relacionados con la cotidianidad de los vigilados y de la situación reinante en las principales ciudades de la República. Además de la situación del país, se pasaba revista a la prensa, evaluaban las noticias y artículos de los periódicos, y se daba seguimiento a los periodistas y escritores nacionalistas.
También se transcribían en ellos los textos de los escritos aparecidos en la prensa que resultaban de interés para las más altas autoridades militares. Muchos de los espías que recogían esas informaciones, participaban en reuniones y encuentros sociales en los que algunos expresaban divergencias con la presencia americana. Varios de estos informes se refieren a los encuentros sociales celebrados por intelectuales, comerciantes y personas importantes en el “Club Unión” y en el “Restaurant Fausto”.En varios de los reportes se daba seguimiento al posible trasiego de armas desde Puerto Rico y Venezuela, bajo la creencia de que esos pertrechos estaban destinadas a los nacionalistas que podían tener interés en comenzar una guerra contra el gobierno americano. Por lo general, estos informes aparecen firmados por los responsables de Inteligencia, pero nunca por los espías que recogían las informaciones. (16).
En uno de los legajos de documentos del cuartel general de los Marine Corps, aparece una nota en idioma inglés, que traducida por nosotros al español, dice: “De Agentes: la Información contenida en los informes de inteligencia diarios de la Brigada se mantendrá en secreto”.
Varios de los reportes mecanografiados, que parecen hechos en fichas para ser archivados, están firmados por oficiales que tuvieron responsabilidades en la Brigada de Inteligencia, entre ellos el “mayor Earl H. Ellis, de la Brigade Intelligence Officer” y por “Julián N. Frisbie, 1st. Lient, U.S. Marine Corp, Aist. Brigade Intelligence Officer”. También por “H.M Butler, Major, U.S. Marine Corps, Brigade Intelligence Officer”. Otros están señalados como “Informe de inteligencia matutino” y algunos firmados por “G. W. Van Hoose, capitán U.S. Marine Corps, Oficial adjunto de la Brigada de inteligencia”.En varios de los documentos hay referencias a la existencia del Archivo del “Comandante de Distrito, del Distrito Norte. Oficial de inteligencia de la Brigada”. Que informaba al Comandante General. El comandante del Distrito Norte parece que lo era en 1920 un oficial de nombre Dion Williams. (17).
Transcribiendo el informe de un espía
Aunque el texto de este documento aparece escrito a maquinilla en idioma inglés, hemos procedido a su traducción para facilitar la lectura:
“Informes de agentes” (septiembre 1920). Antonio Hoepelman y Juan Tomas Mejía, (escritor y agitador) que fueron los encargados de recaudar el dinero para el pago de la multa de Flores Cabrera, han recogido el monto necesario y se lo han entregado a Cabrera. Víctor de Castro, escritor, agitador y representante laboral ante el Congreso del Trabajo en México, ha escrito cartas a la Junta Nacionalista de esta ciudad desde Caracas, Venezuela, en las que anuncia que ha comenzado su propaganda antiamericana en ese país”.
“Se hizo la siguiente observación de Armando Pérez Perdomo, escritor, agitador y exministro dominicano en Washington, a Federico García, director de la Gaceta Oficial: “Creo que ha venido (al general Lejeune) a investigar y a mantener entrevistas con importantes personas, pero me sorprendió ver que en el último correo que hemos recibido de los Estados Unidos no se menciona en absoluto”. También afirmó que no se ha logrado nada con los fondos patrióticos enviados a los Estados Unidos y que este dinero se gasta solo por placer, y que, por lo que a él respecta, ha terminado con los beneficios políticos”.
“Las cartas recibidas últimamente en esta ciudad por José Casado R. (agitador del trabajo) indican que se va al Congreso Laboral Mexicano con su comité los primeros días de diciembre. “(…). (Fdo). Earl H. Ellis, Comandante de la Infantería de Marina de EE. UU., Oficial de la Brigada de Inteligencia”.
Trujillo y sus vínculos con Thomas E. Watson.
En su condición de oficial de la “Policía Nacional Dominicana” Trujillo ocupó varias jefaturas locales y provinciales, entre las que se encuentran San Pedro de Macorís, Santiago de los Caballeros y San Francisco de Macorís. A esta última fue transferido a la sexta Compañía, “comando que ocupó por corto tiempo, sin llegar a completar una estadía de un año. Desde allí fortaleció su vinculación con el mayor Thomas E. Watson, el oficial instructor que antes había rendido informes muy favorables para los reconocimientos que hasta aquel momento había recibido Trujillo en su carrera castrense”. (18). Trujillo participó en 1921 en adiestramiento militar en la Escuela de Oficiales de Haina.
Estando al servicio del gobierno militar, Rafael L. Trujillo fue conducido ante una corte marcial acusado de varios delitos, entre ellos el de extorsión y el de haber violado la joven Isabel Guzmán, en una localidad de la región oriental; (19) sin embargo, sus buenas relaciones con los oficiales que les habían servido de instructores en la academia de Haina y con los que habían sido sus superiores, evitó que la situación no pasara de una simple amonestación.
Quien más apoyo le dio en ese período lo fue Thomas E. Watson, oficial del cuerpo de marines que estuvo en Santo Domingo entre 1916 y 1919 y de 1920 hasta 1924. Cuando Trujillo se apoderó de la presidencia en 1930, solicitó y logró que el gobierno norteamericano lo asignara para permanecer en Santo Domingo trabajando para el gobierno dominicano. De septiembre de 1930 hasta mediados de agosto de 1931, el mayor Watson se mantuvo asesorando a Trujillo en asuntos administrativos y militares (20) y ayudándolo a reorganizar el servicio secreto.
Por otro lado, el 24 de julio de 1924, cuando Horacio Vásquez recién electo presidente de la República tomó posesión, se encontró con la personalidad de un Trujillo que simuló ser uno de sus más fieles colaboradores y hombre de confianza; pero la realidad era que desde la discreción de sus planes futuros, no pudo evitar dar señales de estar interesado en los asuntos políticos, para los que contó con medios de prensa y periodistas que lo promovieron, mientras iba tomando el control total de las fuerzas militares, que muy pronto en mayo de 1928, pertenecían a la institución que transformó su nombre al de Ejercito Nacional. A partir de ese mes, Trujillo ocupó de manera definitiva la jefatura de la institución castrense.
En cuanto a las labores militares relacionadas con el espionaje de los opositores—tal y como lo explica Bernardo Vega en su libro “Los Estados Unidos y Trujillo”, este se concentró durante el gobierno de Vásquez en la organización, dentro del ejército, del servicio de inteligencia: “En 1925 Trujillo había organizado ya dentro del ejército un servicio de inteligencia siguiendo las técnicas aprendidas de los infantes de marina, que sometía reportes regularmente sobre las actividades de diferentes grupos políticos”. (21).El 30 de junio del mismo año, la Legación (embajada) americana hizo conocer al gobierno de los Estados Unidos, que Trujillo había tomado la iniciativa de ordenarle a los comandantes del Ejército y la Policía someterle informes semanales proveyendo reportes sobre las provincias que estaban bajo sus mandos: Los temas a tratar en los mismos, de acuerdo a Bernardo Vega, abarcaban desde el seguimiento a los partidos existentes; labor de cada partido; juntas que han organizado; reuniones que han celebrado; registros de nuevos miembros y cantidad registrada; propaganda que hacían y el efecto de la misma; lista de los líderes más prominentes, sus actividades, posiciones y el éxito de su labor; cambios de la membresía de un partido a otro y razones para las mismas; actividades políticas de los empleados públicos así como recomendaciones. (22).
Un año después, en 1926, la Policía Nacional Dominicana había dado un visible giro, dejando de ser un organismo propiamente militar como la habían diseñado los norteamericanos, para involucrarse en los asuntos políticos del país, y había puesto a operar, de acuerdo al historiador norteamericano Bruce J. Calder, un servicio de inteligencia “a favor del presidente Vásquez empleando las técnicas de inteligencia del Gobierno Militar, sus agentes infiltraban con propósito de espionaje, mítines y otros eventos políticos y sometían reportes regulares”. (23).
Cuando en 1930 se presentó la coyuntura política relacionada con el intento de reelección de Horacio Vásquez y la peligrosa enfermedad que afecto al viejo caudillo, que lo llevó a tener que viajar a los Estados Unidos para someterse a una cirugía, ya Trujillo había logrado desarrollar a espalda del presidente, un proceso conspirativo dentro del Ejercito y con líderes políticos opositores. Esa conspiración lo puso en la condición de ser, apoyado en los militares, el jefe absoluto de la situación que se presentó a partir del 23 de febrero de 1930, cuando dirigió tras bambalinas el golpe de Estado contra el general Vásquez.
Lo que vendría en los días posteriores al derrocamiento del viejo caudillo, seria simple reflejo de lo que iba a acontecer en la República Dominicana durante treinta largos años de crímenes, persecución política y apresamientos contra sus opositores. Para ese fin, como lo veremos en los próximos artículos, Trujillo creo estructuras informarles con el fin de amedrentar y controlar a todos los dominicanos.
(Notas: (1). Véase Resolución sobre Policía Secreta en San Pedro de Macorís, en Gaceta Oficial 2742, de 1916; (2). Fernando Infante, Biografía de Trujillo. Santo Domingo, Letra Grafica, 2009. p. 19; (3). Bruce J. Calder, El impacto de la intervención: La República Dominicana durante la ocupación norteamericana de 1916-1924. 3ra. edición. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 2014, p. 95; (4). Bernardo Vega, Los Estados Unidos y Trujillo. T.I, Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1986, p.36; (5). Arthur J. Burks, El país de las familias multicolores, Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1990. La primera edición en idioma inglés es de 1932; (6). Arthur J. Burks, ob.cit., p. 138; (7).Bruce J. Calder, ob. cit., pp. 99-100; ( 8). Arthur J. Burks, ob. cit., p. 102; (9). Ob.cit., p. 102; (10). Idem; (11). Ob. cit., p. 137; (12). Ob. cit., p. 140; (13). Ob. cit., pp. 140-141; (14). Ob. cit., p. 146; (15). Ob. cit., p. 152; (16). Véase por ejemplo: “Daily report of intelligence, Headquarters, Santo Domingo City, september 23, 1920. Fondo del Gobierno militar Americano, en Archivo General de la Nación; (17). Véase Documento confidencial, 1015-DW, 26 de abril 1920. En: Documentos. Fondo Gobierno Militar Americano, AGN; (18). Fernando Infante, ob. cit.. (19). Véase a Bernardo Vega, Trujillo ante una Corte Marcial por violación y extorsión en 1920. Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1995; (20). Bernardo Vega, Los Estados, ob. cit; (21). Ob. cit., p. 38; (22). Nota de Bernardo Vega en: Bernardo Vega, Los Estados Unidos, ob. cit., p. 38; (23). Bruce J. Calder, ob. cit., p. 24).
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